miércoles, 19 de diciembre de 2012

Carrillo (Cuarto Abuelo)


Carrillo Guerra Juan Bautista


Nace en la ciudad de trujillo. Nace y crece en un ambiente de estrecheces.
casa con Rosario Marquez en Boconó  el 6 de noviembre de 1870.

Lo llamaban para diferenciarlo del papa Juancito Guerra o Don Juan Guerra. su firma era J.B.C. Guerra.
Lo llamaron Don Juan de Trujillo.
Altura 1,74 mts.Ojos Pardos.Practicaba Equitación Diariamente.
Senador de la Republica.
1899-->Primer Mandatario del Pueblo Trujillano.
Usaba un refran: andar como un clavo.
Vicente Lecuna Salboch decia : Todo marcha carrilleramente, para denotar con el original adverbio que las cosas andaban a la perfeccion.
Magin Briceño se crio con los Carrillo Guerra.
Sus restos estan en el Panteón Nacional.

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Juan Bautista Carrillo Guerra

El día 7 de febrero de 1832, el hogar de los esposos Don Juan Bautista Carrillo Quevedo y Doña Guadalupe Guerra Durán se encontraba de regocijo por el advenimiento de un niño.

Don Juan y Doña Guadalupe son personas pobres, aunque sus respectivos ascendientes, Don José Tomás Carrillo y Don José Antonio Guerra fueron en su momento connotados activistas del movimiento emancipador‑ por los días gloriosos de 1810 y 1811. Aquella gallarda actividad les ocasionó persecuciones y pérdidas de sus bienes al triunfar la reacción encabezada por Monteverde y cuando el año 14 los, realistas impusieron de nuevo a Venezuela la dominación monárquica de Fernando VII. El niño Carrillo Guerra, que debía llevar el nombre de su padre, nace y crece, pues, en un ambiente de estrechez que apenas podían atender el progenitor con su trabajo honesto y la madre con la labor hogareña y los cuidados solícitos que, como por obra de milagro, hacían posible que la vida familiar transcurriera con sosiego y para satisfacción de las necesidades fundamentales de la vida.

Un comerciante catalán establecido en la ciudad desde 1831, Don Pedro Póu fundó el primer negocio de importación de víveres, útiles de la labranza y otras mercancías. Don Pedro, amigo de la familia Carrillo Guerra, empleó como dependiente al joven Juan Bautista y lo entrenó en el complejo ejercicio de la actividad comercial. Durante largos años el joven Carrillo Guerra trabajó bajo la dirección de Don Pedro Póu y al pasar a ser el establecimiento propiedad de Don Bartolo Braschi, acaudalado hombre de negocios que visitó a Trujillo y se prendió del ambiente local, decidiendo instalar ahí su residencia, Carrillo Guerra continuó prestando sus servicios tanto con Don Bartolo como con su sucesor Don Antonio Braschi. La conducta irreprochable de Carrillo Guerra, su habilidad e inteligencia para manejar los asuntos mercantiles, su constante afán de superación y su abnegada dedicación a sus padres y hermanos, le ganaron el aprecio general y lo pusieron en camino de independizarse económicamente y fundar su propia empresa mercantil. Don Antonio Braschi quien sentía por Carrillo Guerra un afecto entrañable, fue el primero en estimularlo en su iniciativa, proporcionándole con el antiguo patrón don Pedro Póu las más amplias y encomiásticas recomendaciones para el alto comercio de Maracaibo. Los comerciantes marabinos, plenamente confiados en las referencias de Braschi y Póu, ofreciéndole el crédito y ayuda requeridos y propiciaron así la realización de los propósitos del joven trujillano. En 1855, abrió sus puertas el flamante establecimiento que debía cobrar gran popularidad bajo el nombre de "Al Tótilimundi" fiel reflejo del espíritu amplio y receptivo del fundador, aun muy joven, pero ya dotado de una definida personalidad de hombre con vocación de servicio.

En medio de la penuria de la Provincia de Trujillo en las primeras décadas de la Segunda República, el pueblo trujillano contaba con un inapreciable tesoro: el de sus hombres y mujeres. A la ciudad y a los lugares circunvecinos tornaba la mano de obra que penosamente restauraba las labores agrícolas y la confianza en el esfuerzo como única salida hacia el futuro. Por las calles de la vieja ciudad paseaba su ilustre humanidad el General Cruz Carrillo y congregaba a la juventud para contarle episodios de la lucha emancipadora. Entre los jóvenes que escuchaban al héroe y le hacían respetuosas preguntas se contaba Carrillo Guerra. Instalado en su negocio y ya próspero Don Juan, como afectuosamente le llamaban sus conterráneos, recibía las frecuentes visitas de los próceres sobrevivientes y socorría con una pensión al soldado Valbuena quien hizo la Campaña del Sur que culminó en la gloriosa gesta continental de Ayacucho. El soldado Valbuena, residenciado en la Calle Arriba, en humildísima vivienda, también relataba a los jóvenes los incidentes de la campaña y pormenorizaba la aciaga sublevación en que pereció el General José María Córdoba al ser sitiado por los destacamentos al mando del General Daniel O'Leary, encargado de reducir su infortunada rebeldía. A esas tertulias con los próceres asistían adultos y adolescentes como Juan Francisco Martínez, sus hijos Francisco de Paula y José Félix, Francisco Vásquez, Ramón Briceño Vásquez y su hermano Carlos Manuel, Juan Nepomuceno Urdaneta y Elías Urdaneta, el joven médico Diego Bustillos y su hermano Juan Pablo, José Emigdio González y su hijo Rafael y muchos, muchos más trujillanos que luego debían de desempeñar importantes papeles en las áreas de la ciencia, de la literatura, del foro, del magisterio, de la actividad militar y política y, en general de todos los servicios públicos y privados.

"Al Totilimundi" se convierte en un polo de atracción y de irradiación de ideas progresistas, de iniciativas culturales, de información a todos los niveles ‑local, nacional y aun mundial‑ porque junto con los víveres importados, los útiles de labranza, los instrumentos necesarios a la labor de artesanos y obreros, al flamante establecimiento llegan libros, periódicos y revistas de la más diversa índole provenientes de ambos mundos ‑y sobretodo acuden los viajeros ‑algunos de ilustre prosapia, sucesores de Humboldt en sus afanes de investigación científica‑, y se intercambian opiniones sobre todos los temas que mueven la inquietud y la inteligencia de los hombres de la época en los cuatro puntos cardinales, hasta el punto de que el sabio Arístides Rojas escribe calificando al dinámico trujillano como "el Mecenas de las letras trujillanas". En efecto, circula una hoja pública en la que Don Juan Bautista Carrillo Guerra anuncia a los trujillanos: "Después de mil dificultades anexas a esta clase de empresas y, contando con la cooperación de algunos ciudadanos, he logrado mi objeto. Está, pues, la imprenta de Trujillo en disposición de funcionar. Abrigo profundas esperanzas de que este establecimiento, llamado por su naturaleza a producir grandes beneficios al país, ha de servir para dilucidar principios útiles a la sociedad, para promover el desarrollo y progreso de las industrias, para hacer conocer el Estado en el exterior y para propagar, en fin, toda doctrina, toda idea que lleve en pos de sí una mejora material o intelectual. Por más que la imprenta sea hoy, por nuestras instituciones, tan libre como el pensamiento a que sirve de vehículo, no debe abusarse de ella. Que nunca, en ningún caso, sirva ella entre nosotros para engendrar odios y rencores: que no traspase jamás con planta impura y atrevida el umbral del santuario doméstico: que no se convierta, en fin, en un poste de difamación en que se exponga al ciudadano a la vergüenza, porque entonces, lejos de ser un elemento de civilización y de progreso, lo será sólo de barbarie".

En el Taller Gráfico de Don Juan, se imprimen periódicos, uno de los cuales llega a ser quizás el más importante vocero gráfico de la Provincia venezolana para aquellos días de la segunda mitad del siglo XIX, "El Trujillano", donde publican sus producciones literarias, sus ensayos filosóficos, sus artículos políticos cargados de doctrina y reflexión numerosos escritores de la región, En su brillante y exhaustiva biografía, "Don Juan de Trujillo", el Dr. Mario Briceño Perozo, escribe: "La guerra federal que acabó con florecientes poblaciones de los llanos, empujó a importantes familias hacía Barinas, Mérida, Trujillo y Táchira, de Guanare, especialmente, fue copiosa la emigración. Boconó fue el refugio propicio de gente honorable que venía horrorizada de la contienda larga y dura. En uno de esos grupos encuentra Don Juan a la dama que será su esposa. Se trata de la familia Márquez Febres, guanareña. Ahí conoce a la señorita  María del Rosario, hija de Don Victorino Márquez Unda y Doña Virginia Febres Cordero. Don Juan y Doña Rosario se casaron en Boconó el 6 de noviembre de 1870".

Hombre de más de treinta años, Don Juan ha recorrido una ascendente trayectoria y se halla en eminente posición como ente social, como hombre de negocios, como propulsor del progreso y la cultura. Su presencia es acatada y respetada en todos los ámbitos del territorio trujillano, su voz es escuchada con deferencia y marca siempre pautas orientadoras a la comunidad. Don Juan pone especial atención al desarrollo de la instrucción pública. Son los días de Gobierno del General Antonio Guzmán Blanco, quien inmortaliza su gestión administrativa con el Decreto de Instrucción Pública Gratuita y Obligatoria. Don Juan Bautista Carrillo en tierra trujillana es el más vigoroso propulsor de este magno proyecto.

Esta labor de Don Juan va cobrando bríos desde 1872, cuando es designado miembro de la Junta Nacional de Instrucción Primaria y Superior y se convierte en su presidente. Es el organismo que en el Estado ha de cumplir los proyectos educativos del Presidente Antonio Guzmán Blanco. No satisfecho con actuar dentro del territorio trujillano, se traslada a Caracas para mover resortes e influencias favorables en el sentido de lograr un gran plantel educacional para la mujer trujillana. ‑ Lo logra cuando el Presidente Guzmán Blanco y su Ministro de Instrucción Pública, Dr. Aníbal Domínici, promulgan el 28 de septiembre de 1883 el Decreto de fundación del Colegio Nacional de Niñas de Trujillo, al frente del cual va a actuar un prestigioso equipo docente integrado por Eloísa Fonseca, directora, Betsabé Valera Martínez, sub‑directora, José Félix Fonseca, profesor de escritura y gramática castellana, Francisco de Paula Martínez, catedrático de historia y geografía, Juan Pedro Chuecos Miranda, médico, profesor de francés e higiene doméstica. Al lado de estas preocupaciones vinculadas a la educación y la formación cultural de hombres y mujeres trujillanos sin más distingos que los que imponían los criterios morales y convencionales de la época, Don Juan no descansa un momento en impulsar iniciativas de progreso y desarrollo en el orden económico y social de la tierra trujillana: impulsa industrias como la del cultivo y procesamiento de la caña en el estado, sostiene periódicos en base al taller de imprenta que ha instalado, ayuda financieramente a los agricultores en sus labores productivas y con algunos hombres de empresa de Maracaibo promueve la fundación del Ferrocarril de La Ceiba, que debía traer tanto progreso y tanta prosperidad a la tierra trujillana y en general a toda la región de Los Andes.  Acepta ser Senador de la República y asiste al Congreso Nacional.

El 23 de mayo de aquel año corre por el país la noticia de la invasión del General Cipriano Castro por la frontera del Táchira. Carrillo Guerra como primer magistrado trujillano se desempeña con prudencia y seriedad. Toma las medidas que considera más oportunas. Acata las instrucciones del Presidente de la República, General Ignacio Andrade. De Trujillo parte para Mérida un contingente al mando del Dr. y General Rafael González Pecheco, con el propósito de detener la invasión castrista. El encuentro entre los tachirenses y trujillanos ocurre en las proximidades de Tovar, siendo derrotado el Dr. González Pacheco por una misteriosa trasposición de pertrechos bélicos que no le permite contrarrestar la acometida de las aguerridas tropas del General Cipriano Castro. El Dr. González Pacheco regresa a Trujillo decepcionado y molesto. Las intrigas y chismes locales lo predisponen contra el Presidente Carrillo Guerra y se produce el infortunado episodio de la toma de Trujillo por los destacamentos de González Pacheco y Eugenio Montaña con la consiguiente deposición de Don Juan y otros sucesos aciagos que resulta prolijo referir.

El 17 de febrero de 1911, a los 76 años de edad, Don Juan fallece en su ciudad natal, convirtiéndose en fervoroso culto cívico y en imperecedero arquetipo de la trujillanidad.

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