Matilde de Inglaterra, también conocida como Maud o emperatriz Matilde (Winchester, 7 de febrero de 1102 – Ruan, 10 de septiembre de 1167), emperatriz consorte del Sacro Imperio Romano Germánico (1114–1125) y reina de Inglaterra (abril–noviembre de 1141), siendo la primera mujer en acceder al trono inglés. Era la segunda hija del rey Enrique I de Inglaterra y de Edith de Escocia.
Biografía
Para asegurar la alianza recientemente formada con el Sacro Imperio Romano Germánico, Matilde se casó con el emperador Enrique V, nacido en 1086. El matrimonio se celebró en la ciudad de Maguncia el 7 de enero de 1114. Matilde contaba 11 años de edad y su esposo con 28 años, diferencia de edad que podría haber evitado la consumación del matrimonio hasta años más tarde. La emperatriz Matilde fue muy popular en Alemania, pero a la muerte de Enrique V (23 de mayo de 1125), regresa, viuda y sin hijos, a Inglaterra.
El 25 de noviembre de 1120, su hermano Guillermo, heredero del trono, había muerto ahogado en Barfleur, cerca de Normandía, con tan sólo 17 años de edad. El rey Enrique I, que tenía alrededor de veinte hijos bastardos, despliega todas sus energías para que Matilde, su única hija legítima superviviente, fuese reconocida como heredera del trono inglés, aun a sabiendas de que nunca –hasta ese entonces– una mujer había reinado en Inglaterra por derecho propio. Viendo que los nobles estaban divididos, augurio de una guerra civil, el rey decide casar nuevamente a su hija, esta vez con algún poderoso noble extranjero capaz de contener la ambición de los nobles.
El elegido fue Godofredo V de Anjou, heredero de los condados de Anjou, Turena y Maine, apodado Plantagenet. La boda se celebra en la catedral de la ciudad de Le Mans, el 26 de agosto de 1127. Matilde contaba entonces 25 años de edad, mientras que Godofredo acaba de cumplir los 14 años.
En 1129 el padre de Godofredo, Foulques V, se casó con Melisenda de Rethel, reina de Jerusalén, con lo que se convertía en rey. Antes de partir a Tierra Santa, le cede a su hijo todos los territorios de la familia en Francia, convirtiéndose en Godofredo V, conde de Anjou.
Matilde y Godofredo tuvieron tres hijos:
Enrique (n. Le Mans, 5-3-1133 – m. Chinon, 6-7-1189), duque de Normandía, conde de Anjou, Turena y Maine –al suceder a su padre–; rey de Inglaterra como Enrique II en 1154. Se casaría con Leonor de Aquitania
Godofredo (n. Argentan, 1-6-1134 – m. Nantes, 26-7-1158), conde de Nantes (1157).
Guillermo (n. Angers, agosto de 1135 – m. Ruan 30-1-1164), conde de Poitou.
El rey Enrique I fallece en la ciudad de St-Denis-le-Fermont, cerca de Ruan, el 1 de diciembre de 1135. Antes de morir, hizo jurar a los barones del reino que Matilde y su marido serían sus sucesores en el trono.
Sin embargo, los barones prefirieron proclamar a Esteban de Blois –hijo de Adela, hermana de Enrique I y por tanto primo de Matilde–, lo que acabó en veinte años de reinado convulso y de guerra civil, situación acrecentada por la Carta de Libertades que otorgó Esteban de Blois a los barones, dejándoles libres de la férula feudal a la que les había sometido Guillermo el Conquistador.
Matilde desembarcó entonces en Inglaterra para hacer valer sus derechos, mas le fue imposible defender su posición al faltarle el apoyo militar de su esposo Godofredo V, más preocupado en incorporar Normandía a sus propios dominios, basándose en los derechos de su esposa a dicho ducado. En abril de 1141, Matilde logra recuperar el trono, siendo elegida "Señora de los Ingleses" por un concilio clerical en Winchester, entrando en la capital, Londres, en el mes de junio. Pero su falta de tacto para gobernar y sus exigencias de dinero hicieron que Esteban de Blois lograra deponerla, con apoyo de los nobles, teniendo que huir a Oxford antes de poder ser coronada reina (noviembre de 1141). Matilde logra mantener la resistencia en el oeste del país, apoyada por un sector de la nobleza, leal a la dinastía normanda. Pero al fin, en 1148, Matilde abandona la lucha y se retira a Normandía, donde era la duquesa –titular desde 1135 pero reinante desde 1144–. Su marido, Godofredo V, muere en Château-du-Loir, el 7 de septiembre de 1151, a la temprana edad de 38 años.
El desgobierno inglés resultante había tenido un curioso efecto: el de ampliar los Estados de la casa de Anjou –aumentados con el ducado de Normandía, al fin conquistado por Godofredo V en 1144–, cuyo beneficiario había de ser Enrique, el hijo mayor de Godofredo y Matilde. En 1153 se llega al fin a un acuerdo sucesorio, el Tratado de Wallingford, por el cual Esteban reconoció a Enrique como su heredero. Esteban de Blois muere en Dover el 25 de octubre de 1154, y Enrique Plantagenet sube al trono inglés como Enrique II.
Matilde falleció en Ruan el 10 de septiembre de 1167 a los 65 años de edad, siendo sepultada en la abadía de Bec.
Enlaces externos[editar]
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Predecesor:
Eufrasia de Kiev Emperatriz del Sacro Imperio
1114 – 1125 Sucesor:
Richenza de Northeim
Predecesor:
Esteban de Blois Reina de Inglaterra
1141 Sucesor:
Esteban de Blois
Hugo Capeto
Hugo Capeto
Rey de Francia
Hugues Ier Capet.jpg
Información personal
Otros títulos Duque de los francos y conde de París
Reinado 1 de junio de 987 – 24 de octubre de 996
Coronación 3 de julio de 987 (¿catedral de Noyon?)
Nacimiento c. 940
Fallecimiento 24 de octubre de 996
Les Juifs, Chartres
Predecesor Luis V de Francia
Sucesor Roberto II de Francia
Familia
Dinastía Dinastía de los Capetos
Padre Hugo el Grande
Madre Hedwige de Sajonia
Consorte Adelaida de Aquitania
Descendencia
Gisela (970–1000)
Edwige (969–1013)
Roberto el Piadoso (972–1031) Red crown.png
Adelaida (973–1068).
Firma Firma de Hugo Capeto
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Hugo Capeto (nacido hacia el 940, muerto en «Los Judíos», cerca de Prasville (Eure-et-Loir) el 24 de octubre de 9961 ), duque de los francos (960–987), después rey de los francos (987–996), fue el primer soberano de la Casa de los Capetos. Hijo de Hugo el Grande y de su esposa Hedwige de Sajonia, fue heredero de la poderosa Casa Robertina, linaje que competía por el poder con las grandes familias aristocráticas de Francia en los siglos IX y X.
A finales del siglo X comienza una revolución económica y social que iba a llegar a su apogeo hacia el 1100.2 Los progresos agrícolas, el comienzo de los desbrozos y el aumento de la capacidad de intercambio que conllevó la introducción del dinar por los primeros carolingios, supusieron una dinámica económica aún tímida pero real. Al mismo tiempo, el fin de las invasiones y la continuidad de las guerras privadas conllevaron la construcción de los primeros castillos feudales donde podían encontrar refugio los campesinos. Al mismo tiempo, la nueva élite guerrera, los caballeros, entraron en competencia con la antigua aristocracia funcionarial carolingia. Para canalizar a estos recién llegados y para asegurar la protección de sus bienes, la aristocracia y la Iglesia sostuvieron y explotaron el movimiento de la paz de Dios. Es en este contexto donde Hugo Capeto pudo instaurar la dinastía capeta.
En principio se benefició de la obra política de su padre que logró contener las ambiciones de Heriberto II de Vermandois, además neutralizando el linaje. Sin embargo, esto no se pudo hacer sino ayudando a los carolingios a mantenerse, aunque de hecho estuvieron totalmente excluidos de la carrera por la corona desde la decadencia de Carlos el Simple. En 960, Hugo Capeto heredó el título de duque de los francos obtenido por su padre a cambio de la concesión de la corona a Luis IV de Ultramar. Pero, antes de lograr el poder, debió liberarse de la tutela de los otonianos y eliminar a los últimos carolingios. Con el apoyo de la Iglesia, y en particular del obispo Adalberón de Reims y de Gerberto de Aurillac, ambos próximos a la corte otoniana, fue finalmente elegido y consagrado rey de los francos en 987.
La relativa debilidad de Hugo Capeto era paradójicamente una ventaja para su elección por las otras grandes familias con el apoyo de los otonianos, ya que suponía poca amenaza a los ojos de los grandes vasallos y para las ambiciones imperiales. Sin embargo, si bien fue cierto que el nuevo rey no logró someter a sus indisciplinados vasallos, su reinado supuso una modificación de la concepción del reino y del rey. Así, Hugo Capeto se reconcilió con la Iglesia rodeándose sistemáticamente de los principales obispos y se acercó a la aristocracia aliándose con los grandes príncipes territoriales (el duque de Normandía o el conde de Anjou), lo que reforzó su trono. Conocemos la historia del primer Capeto principalmente gracias al monje erudito Richer de Reims.
La Francia occidentalis se encontraba definitivamente separada del Imperio y el primer Capeto, como sus sucesores, puso toda su energía en crear una dinastía continua, consolidando su poder sobre sus dominios y asociando al trono a su hijo Roberto II el Piadoso el día de Navidad del año 987.3 La corona fue, en efecto, transmitida a su hijo tras su muerte en 996. La casa de los capetos así fundada durará más de ocho siglos y dará origen a dinastías reales en España, Portugal, Brasil,4 Italia,5 Hungría6 y Polonia.7
La Francia de la Casa Robertina®
El reino y la sociedad en el siglo X®
Geografía®
El reino ocupaba la antigua Francia Occidental, cuyas fronteras fueron definidas en el tratado de Verdún de 843. Hugo fue soberano del reino de Francia, que ya no se llamaba “Francia occidentalis” desde la segunda mitad del S. X.8 Los cuatro ríos (Escalda, Mosa, Saona y Ródano) constituían sus límites al norte y al este, separándolo del imperio otoniano. Al sur, los Pirineos no eran frontera, ya que el Condado de Barcelona formaba parte del reino.9 Por el contrario el principado (condado, reino o ducado según la fuente) de Bretaña no formaba parte del mismo. Finalmente, el trazado de las costas era muy diferente del actual, ya que los golfos no estaban colmados, en particular el de Bahía de Arcachón y el golfo de Saint-Omer, y las desembocaduras de los ríos evolucionaban aún. Se tratase de Charente o del Flandes marítimo, la costa firme estaba lejos del interior de las tierras actuales «precedidas por inmensas marismas, frecuentemente invadidas por el mar».10
Génesis de una renovación económica®
Campesinos en los campos. Códice iluminado medieval. Biblioteca real del Escorial, Madrid, S. XIII.
En el año 1000 hubo una crisis económica que tuvo su apogeo en los siglos XII y XIII. Desde mediados del siglo X, se dio una primera fase de crecimiento agrario. Parece como si «la angustia del hambre» hubiese impulsado a los campesinos a producir más y mejor. Así, los campesinos se adaptaron: mejor conocimiento del suelo, adaptación de los trabajos según el medio, evolución del método de tiro (collera y herradura) y desarrollo de la micro-hidráulica (foso de drenaje e irrigación).11
La acuñación de la moneda de plata y su homogeneización por los primeros carolingios desencadenó un auténtico cambio económico que dio sus frutos con el fin de las invasiones. Más idónea que la moneda de oro heredada de la Antigüedad, que sólo era conveniente para transacciones muy onerosas, el dinar de plata permitió la introducción de millones de productos y de consumidores en el circuito comercial.12 Los campesinos comenzaron a poder vender sus excedentes y por lo tanto se interesaron en producir más de lo que les era necesario para la subsistencia y para pagar los derechos señoriales.13 Este fenómeno se confirma por la proliferación de mercados y talleres de acuñación de moneda en occidente desde el S. IX.14 En ciertos casos, los propietarios, eclesiásticos o laicos, proveyeron de arados, invirtieron en equipamiento mejorando la producción: molinos de agua reemplazando molinos de mano, presas de aceite o de vino (reemplazando la pisa),15 etc. El redescubrimiento de la capacidad de la energía hidráulica, superior a la animal o humana, permitió una productividad sin comparación con la disponible en la alta Edad Media y comparable a la de los Romanos que ya utilizaron molinos de agua instalados en serie junto a colinas o montañas. Cada muela de un molino de agua podía moler ciento cincuenta kilogramos de harina por hora, lo que equivalía al trabajo de cuarenta esclavos.16
Los rendimientos de las tierras cultivadas pudieron llegar hasta a cinco o seis por uno. Este progreso liberó mano de obra para otras actividades. Pierre Bonnassie ha demostrado que, después de las hambrunas de 1005–1006 y de 1032–1033, la población cada vez estuvo menos expuesta a los desarreglos alimentarios y, en consecuencia, a las epidemias, disminuyendo la tasa de mortalidad.17 No deberíamos sobrestimar esta época de renovación económica y social, ya que el cambio está en sus comienzos y el campesinado es aún víctima de las malas cosechas, como, bajo el reinado de Roberto el Piadoso, donde asistimos, según Rodolfus Glaber, a hambrunas terribles donde el canibalismo fue común en determinadas regiones (1005–1006 y 1032–1033).17 El crecimiento demográfico y el aumento de la producción agrícola se entretejieron en un círculo virtuoso: Fueron la llave de la renovación medieval.
La sociedad carolingia se eclipsó progresivamente. Así, constatamos la desaparición de la esclavitud en el Mediodía en beneficio de los campesinos libres. Sin embargo, un nuevo poder se afirmó: el señor feudal. A partir de 990, La desaparición de las instituciones de la época precedente conlleva un nuevo uso, el de la «costumbre». En el siglo X, se trataba de derechos exigidos por el señor feudal y que ninguna autoridad superior podía contradecir. Sin embargo, el surgimiento de la caballería medieval no impidió el progreso técnico y el avance agrícola.18
Dinar acuñado por los Vikingos
El dinar de plata fue uno de los principales motores del crecimiento económico desde el siglo IX. La debilidad del poder real conllevó la acuñación de moneda por numerosos obispos, señores y abades. Mientras que Carlos el Calvo contó con 26 talleres de acuñación de moneda, Hugo Capeto y Roberto el Piadoso solo tuvieron el de Laon.19 El reino de Hugo Capeto marcó el apogeo de la feudalización de la moneda, lo que produjo una disminución en la uniformidad del dinar y la aparición de la práctica de la reacuñación de la moneda en los mercados (fiándose del peso de la pieza para determinar el valor). Por el contrario, estamos en un periodo donde el aumento de intercambios fue sostenido por el aumento del volumen de metal disponible. De hecho, la expansión hacia el este del imperio permitió a los otonianos explotar nuevos yacimiento de plata. El margen de maniobras de Roberto el Piadoso era débil y la práctica del recorte o de cambio de las monedas conllevaba devaluaciones perjudiciales.
Renovación espiritual®
Consagración de Cluny III por el Papa Urbano II. Biblioteca Nacional de Francia, S.XII.
La iglesia no se libró de los desórdenes del S. IX y X. Cargos de abades parroquiales o eclesiásticos, fueron dados a laicos para formar clientelas y la disciplina monástica se relajó; el nivel cultural de los curas bajó a mediocre.20 En contraposición los pocos monasterios que conservaron una conducta irreprochable adquirieron una gran autoridad moral. Estos monasterios íntegros recibieron numerosos donaciones para lograr de los priores la absolución, particularmente postmortem.21 La elección de los abades se orientó cada vez más hacia hombres de gran integridad y algunos como Guillermo I de Tolosa llegaron incluso a dar autonomía e inmunidad a los monasterios que eligieron a su abad. Fue el caso de abadía de Gorze, Gérard de Brogne o Cluny. Otros monasterios utilizaron falsos certificados de inmunidad para adquirir la autonomía.22
Entre ellos, Cluny vivió el desarrollo y la influencia más importante. Bajo la dirección de abades dinámicos como Odón, Maïeul de Cluny — un amigo personal de Hugo Capeto — o también Odilón, la abadía arrastró a otros monasterios con los que existía una unión, y formó pronto una orden muy poderosa (en 994, la orden de Cluny contaba ya treinta y cuatro conventos).23 La otra gran fuerza de Cluny fue el reclutar una buena parte de sus miembros y particularmente sus abades en la alta aristocracia.24
Estos monasterios eran la punta de lanza de un profundo movimiento de reforma monástica. Su obra moralizadora tocó pronto todos los niveles de la sociedad. En particular, buscó llevar a los caballeros hacia el movimiento de la Paz de Dios tras la Tregua de Dios. Ese movimiento, muy influyente, impulsó la creación de Estados estables y en paz. Esos reformadores tenían como modelo el Imperio Carolingio que sostuvo la reforma benedictina, la fundación de numerosas abadías y su desarrollo espiritual, se apoyaron durante mucho tiempo sobre la Iglesia para gobernar. El aumento del poder de los otonianos les dio la ocasión de trabajar para la reconstitución de un imperio universal. Hugo Capeto, abad laico pero sostenedor activo de la reforma, era un candidato ideal para ocupar el trono de Francia ya que también se le consideraba sin poder suficiente para escapar de la influencia de los otonianos.
«Mutación feudal»®
El contexto histórico es el del “cambio feudal”. Este concepto que Georges Duby sitúa alrededor del año mil, lo que es discutido por Dominique Barthélemy para quien esta evolución se desarrolló durante varios siglos.
El Imperio carolingio se desintegraba desde mediados del S.IX. Al parar la expansión territorial, los emperadores no disponían de nuevas tierras o cargos para retribuir a sus vasallos y no tenían por tanto más sujeción sobre ellos. Poco a poco, deben concederles la transmisión hereditaria de tierras y de cargas, y después una autonomía cada vez mayor. Por otro lado, en el plano militar, las huestes carolingias poderosas pero lentas de reunir se mostraban incapaces de responder a las correrías vikingas o sarracenas caracterizadas por su gran movilidad.25 Los castillos de madera o mottes castrales aparecieron alrededor del año mil entre el Loira y el Rin.26 Esto responde a la lógica de una sociedad medieval que evolucionaba: a partir de 980, el reino de los francos se vio sacudido por la «revolución aristocrática» viendo los campos cubrirse de fortalezas primitivas de madera.
Dinar de Hugo Capeto para Beauvais
Alrededor de ellas surgieron nuevas costumbres (“malos usos”).27 Los antiguos pagi carolingios fueron eclipsados por un nuevo resorte territorial fundado sobre el territorio del castillo (districtus).28 Los castillos (les mottes) inicialmente concebidos como refugios, se convirtieron en signo de autoridad, de desarrollo económico y de expansión territorial.
La historia romántica del S. XIX describía una «anarquía generalizada» y una Francia «erizada» de castillos alrededor del año mil. Actualmente se ha matizado mucho este fenómeno ya que, desde un principio, las autoridades intentaron regular la construcción de castillos.29 Se han conservado actas que revelan esta voluntad de prohibir las construcciones fortificadas: El 'Capitulaire de Pîtres (864) o también las Consuetudines et Justicie normandas (1091).30 Pero, en esos tiempos de invasiones y de guerras privadas continuas, los habitantes se fueron agrupando en las proximidades del castillo, lo que legitimaba al castellano en el ejercicio del los derechos feudales: Se habla de incastellamento en el mediodía y de encellulement en el Norte de Francia.
Desde entonces, esta nueva élite guerrera que se apoyaba en sus castillos entró en conflicto de intereses con la aristocracia y la iglesia cuyos ingresos dependían de la economía del campesinado.31 Condes, obispos y abades que pertenecían a grandes linajes aristocráticos debieron reaccionar para frenar sus ambiciones, que conllevaban numerosas guerras privadas y pillajes. Estos representantes de las grandes familias explotaron y propagaron el movimiento de la paz de Dios, nacido de la exasperación del campesinado y del clero sometidos a las arbitrariedades de los hombres en armas (milites).32 La codificación y la moralización de la conducta de los caballeros sobre criterios religiosos conllevó la elaboración, por el obispo Adalberón de Laon, de una sociedad dividida en tres órdenes sociales: Aquellos que trabajan (laboratores), aquellos que rezan (oratores) y aquellos que combaten (bellatores).
En fin, a pesar de la descentralización del poder, el rey conservó su autoridad política. Es una época de reivindicación de tierras y de cargos; el homenaje rendido al soberano permitía oficializar la propiedad. El rey, que es sagrado, conserva un papel arbitral que le permitirá aguantar el siglo X. En el siglo XI, aún será puesta en cuestión su autoridad por ciertos príncipes (condes de Blois, conde de Vermandois).
La Casa Robertina®
Genealogía de la Casa Robertina entre los siglos VI y X
Desde el fin del siglo IX, la política real no podía hacerse sin contar con los descendientes de Roberto el Fuerte, de entre los que formaba parte Hugo Capeto. El objetivo de la corona era convertirse en electiva, las mayores familias del reino se la disputaban. La Casa Robertina se aprovechó de la juventud y después de la decadencia de Carlos el Simple para subir al trono. Eudes I o Roberto I, respectivamente tío-abuelo y abuelo de Hugo Capeto, fueron rey de los francos (888–898 y 922–923).
Sin embargo, su padre Hugo el Grande se enfrentó al poder en ascenso de Heriberto de Vermandois quien controla torre por torre el Vexin, la Champagne y Laon, además el arzobispo de Reims es su hijo Hugo y se alió al emperador Enrique I el Pajarero.33 La Casa Robertina, que ya había debido renunciar a la corona en 923 en beneficio de Raúl de Borgoña, por falta de heredero varón capaz de dirigir su principado,33 sube al trono en 936 al joven carolingio Luis IV, sin embargo refugiado junto a su tío en Inglaterra después de la decadencia de su padre Carlos el Simple y desprovisto de toda posesión en Francia,34 subrayando que sería ilegítimo impulsar hacia el trono a alguien salido de un linaje diferente al de Carlomagno.
Esta maniobra le permitió sin embargo convertirse en el personaje más poderoso en la Francia de la primera mitad del siglo X: a su advenimiento, Luis IV le da el título de dux Francorum (duque de los francos), lo que anunciaba nuevamente el título real.34 El rey lo calificaba oficialmente (puede que bajo presión) como «el segundo después de nos en todos nuestros reinos».35 Ganó más poder aún cuando su gran rival Heriberto de Vermandois murió en 943, ya que entonces su poderoso principado fue dividido entre sus cuatro hijos.36
Mapa 1: El reino de Francia en tiempos de los últimos carolingios. Según L. Theis, L'Héritage des Charles, Seuil, París, 1990, p. 168.
Hugo el Grande dominaba entonces numerosos territorios entre Orléans-Senlis y Auxerre-Sens, mientras que el soberano carolingio estaba más bien replegado al noreste de París (Compiègne, Laon, Soissons) (mapa 1).35 Finalmente, el duque de los francos dirigió obispados y abadías como las de Marmoutier (cerca de Tours), de Fleury-sur-Loire (cerca de Orléans) y de Saint-Denis. También fue abad laico de la colegiata de la San-Martín de Tours por la que Hugo el Grande y sobre todo su hijo Hugo «Capeto» puede ser que heredaran su apodo en referencia a la cappa (la 'capa' de san Martín) conservada como reliquia en ese lugar.37
Su poder proviene también de sus alianzas: Hugo el Grande se casó una primera vez con la hermana de Athelstan, uno de los más poderoso soberanos de Occidente de principios del siglo X después de que hubiese echado a los vikingos del Danelaw.38 Cuando Otón I al restaurar el Imperio se convirtió en la primera potencia de Europa, Hugo el Grande se casó con su hermana39 Sin embargo, el poder que debía heredar Hugo Capeto tenía sus límites: sus vasallos eran lo suficientemente poderosos por sí mismos como para tener una gran autonomía y jugar a una política de equilibrio entre carolingios y la Casa Robertina.40
Biografía®
Fuentes primarias®
Estamos mal informados sobre el reino de Hugo Capeto. Ningún escritor de su tiempo juzgó necesario redactar su biografía. Aparecen elementos dispersos en la historia contemporánea redactada por el monje Richer de Reims, en la “Correspondance” de Gerberto de Aurillac así como en la obra de Abón de Fleury, todos clérigos y claros partidarios del nuevo rey. Los acontecimientos confusos que se sucedieron son difíciles de reconstruir.41
Infancia®
Heredero de Hugo el Grande®
Hugo nació en un lugar desconocido hacia el año 939–941.42 Era hijo de Hedwige de Sajonia (hermana de Otón I) y de Hugo el Grande.
Sello imperial de Otón I, 968.
En 956, Hugo el Grande muere y su hijo Hugo Capeto se convirtió en heredero de una potencia de primer orden: En Roma, el Papa lo reconoció como «glorioso príncipe de los francos». A mediados del siglo X, la competición por la corona entre carolingios y la Casa Robertina había terminado, y la victoria de estos últimos era ya casi ineludible.43 La legitimidad de la Casa Robertina se concretizaba sobre todo gracias a las alianzas. Por las venas de Hugo Capeto corría un poco de sangre carolingia por parte de su abuela paterna (Beatriz de Vermandois), pero también sangre germana por línea directa. Esta ascendencia vendría de Renania y no de Sajonia según Karl Ferdinand Werner.44 En fin, su padre se había aliado con el nuevo rey de Germania Otón I, de quien había esposado la hermana Hedwige de Sajonia para oponerse a toda pretensión de Luis IV sobre la Lotaringia.45 En resumen, cuando murió su padre, Hugo Capeto heredaba teóricamente un título prestigioso y un principado poderoso.
Francia bajo la influencia de los otonianos®
En 956, cuando murió su padre, Hugo Capeto, el hijo mayor, sólo tenía unos quince años y dos hermanos. Otón I, rey de Germania, quería tener bajo tutela Francia Occidental, lo que le era posible por ser el tío materno de Hugo y de Lotario, nuevo rey de los francos quien había sucedido a la edad de 13 años a Luis IV en 954. El reino de Francia en 954 y el principado robertino en 956 fueron puesto bajo la tutela de Bruno, arzobispo de Colonia y duque de Lotaringia, hermano del rey Otón I. La tutela de Hugo fue doblada por aquella de Lotario. El objetivo de Otón I era mantener el equilibrio entre los robertinos, los carolingios y los otonianos.43 En 960, el rey de los francos consintió en dar a Hugo la herencia de su padre, con el marquesado de Neustria y el título de duque de los francos. Pero, como contrapartida, el duque debía aceptar la nueva independencia adquirida por los condes de Neustria durante la ausencia de poder.46 Su hermano Otón sólo obtuvo el ducado de Borgoña.47 Andrew W. Lewis ha intentado demostrar que Hugo el Grande había preparado una política patrimonial para asegurar a su hijo mayor la mayor parte de su herencia como hacían todas las grandes familias de esa época.48
A partir de 962, Occidente estaba dominado por el vencedor de la cristiandad frente a los húngaros, Otón I, quien restauró el título imperial y se apoderó de paso de Italia. El nuevo emperador aumentó su poder sobre Francia Occidental atrayendo a algunos obispos fronterizos; aunque elegido por Lotario, el arzobispo de Reims (quien aseguraba la elección de los reyes de Francia) Adalberón de Reims tendió a unir sus simpatías al imperio.49 Aprisionado en una tenaza, el rey Lotario se apoyaba en otros obispos (Langres, Châlons, Noyon) y sobre el conde de Flandes Arnulfo I.
Hugo Capeto, duque de los francos (960–987)®
Unos comienzos difíciles®
Moneda de Hugo Capeto, «duque por la gracia de Dios» (Dux Dei Gratia), taller de París (Parisi Civita), fines del siglo X.
Cuando recibía su cargo ducal (duque de los francos, dux francorum) en 960, Hugo Capeto era menos poderoso que su padre (mapa 1). En efecto, era joven, políticamente inexperto y, sobre todo, estaba bajo la tutela de su tío Bruno de Colonia, cercano al poder otoniano.50
Frente a este debilitamiento, se produjo un fuerte movimiento de independencia de sus vasallos entre el Sena y el Loira. El conde Thibaud de Blois, aunque antiguo vasallo de Hugo el Grande quien le confió la ciudad de Laon, se aseguró una quasi-independencia proclamándose conde de Blois, haciendo fortificar sus principales ciudades y apoderándose de Chartres y de Châteaudun.51
Los diplomas reales de los años 960 muestran que las grandes familias aristocráticas no eran ya únicamente fieles al duque de los francos, como en tiempos de Hugo el Grande, sino igualmente al rey Lotario. En efecto, se encuentran algunos de ellos en las armadas reales luchando contra el duque de Normandía por cuenta de Lotario.52 En fin, parecía que Hugo tendía a perder su lugar como número dos del reino. Dos cartas del abad de Montierender (968 y 980) hacen referencia a Heriberto III de Vermandois, entonces conde de Château-Thierry, de Vitry y abad laico de Saint-Médard de Soissons, llevando el título de «conde de los francos» e incluso de «conde de palacio» en una carta de Lotario.52
El salvador de la realeza carolingia®
Por su parte, Lotario también había perdido poder debido al reforzamiento de la monarquía otoniana. Hizo una triste figura participando en las asambleas de vasallos y parientes de Otón I en 965. Sin embargo, a partir de la muerte del emperador en 973, el rey quiso reanudar la política de su abuelo: recuperar la Lorena, «Cuna de los carolingios».51 Durante el verano de 978, por razones oscuras, decidió pasar a la acción. El principal testigo de la época, Richer de Reims explicaba:
Como Otón poseía Bélgica (la Lorena) y que Lotario buscaba apoderarse de ella, los dos reyes intentaron uno contra el otro maquinaciones muy pérfidas y golpes de fuerza, ya que ambos pretendían que su padre la había poseído.
Richer de Reims, apr. 990.53
En agosto de 978, acompañado por los grandes del reino (entre los que estaba Hugo que veía con buenos ojos una riña entre carolingios y otonianos54 ), Lotario tomó por sorpresa Aquisgrán, residencia de Oton II, y se permitió el gesto simbólico de girar hacia el este el águila de bronce que decoraba la torre del palacio que después de haber sido girada hacia el este en los tiempos de Carlomagno amenazando así a los eslavos de Moravia, fue girada hacia el oeste por los otonianos, desafiando así a la Francia occidental.55 Pero tuvo que retirarse rápidamente y refugiarse en Étampes con Hugo. Otón II emprendió una ofensiva, enviando sus ejércitos hasta las puertas de París. Carlos de Lorena, hermano de Lotario, fue incluso coronado rey en Laon por el obispo de Metz, Thierry I. Pero, a las puertas de París, Hugo Capeto cortó la ruta al emperador germánico que, viendo acercarse el invierno (era el 30 de noviembre) se vio obligado a huir. Las tropas de Lotario y de Hugo Capeto persiguieron a Otón cuya retaguardia, no pudiendo cruzar el Aisne, que estaba crecido, fue completamente diezmada en Soissons, «así murieron más por la ola que por la espada».56 Esta victoria permitió a Hugo Capeto recuperar su posición de primer aristócrata del reino Franco.57
El papel del arzobispo de Reims®
Moneda anónima atribuible a Reims y al arzobispo Gerberto de Aurillac o a Arnoul, finales del siglo X
Hasta finales del siglo X, situado en territorio carolingio, Reims era la sede arzobispal más importante de Francia. Pretendía ser el primado de los Galos y su título tenía el privilegio de consagrar a los reyes y de dirigir su cancillería. De este modo, el arzobispo de Reims era tradicionalmente favorable a la familia reinante y tenía, desde hacía tiempo, un papel central en la política real. Pero la ciudad episcopal estaba dirigida por Adalberón de Reims, sobrino de Adalberón de Metz (un prelado fiel a los Carolingios), elegido por el rey Lotario en 969, pero que tenía enlaces familiares con los otonianos.58 El arzobispo estaba asistido por una de las mentes más avanzadas de su tiempo, el écolâtre59 y futuro papa Gerberto de Aurillac. Adalberón y Gerberto trabajaron por el restablecimiento de un imperio único que dominase toda Europa. El rey Lotario, con 13 años, estaba de hecho bajo la tutela de su tío Otón I. Pero, al madurar, se afirmó y se independizó, lo que contradijo los proyectos imperiales de reunir toda Europa bajo una única corona. Desde entonces, el obispo abandonó a Lotario y apoyó a Hugo Capeto.58
Efectivamente, para que los Otonianos pudiesen hacer de Francia un Estado vasallo del imperio, era imperativamente necesario que el rey de los Francos no fuese de linaje carolingio y que fuese lo suficientemente poco poderoso para aceptar esta tutela. Hugo Capeto se convirtió para ellos en el candidato ideal, siendo además un apoyo activo de la reforma monástica de sus abadías mientras que los otros pretendían continuar distribuyendo cargos eclesiásticos y abaciales entre su clientela. Tal conducta sólo podía seducir a los de Reims, muy cercanos al movimiento cluniacense.
Gracias a la correspondencia de Gerberto, se han obtenido muchas informaciones sobre estos acontecimientos políticos:
El rey Lotario sólo es el primero en Francia por su título. Hugo lo es, no por el título, sino por sus hechos y gestas.
Gerberto de Aurillac, Correspondance, v. 985.60
Los de Reims también se disgustaron por el acercamiento entre el rey y Heriberto de Vermandois, el eterno enemigo de los Carolingios, el descendiente del traidor que había permitido el arresto de su abuelo Carlos el Simple en 923. Abalbéron y Gerberto estaban cerca de la corte otoniana y acercarse a Hugo conllevaría finalmente que Francia renunciase a la Lorena.49 Otton III tenía tres años cuando murió su padre: dos partidos lucharon entonces para asegurar la regencia, uno encabezado por Enrique II, duque de Baviera, llamado el pendienciero y Lotario (954–986), y el otro por las emperatrices Théophano, su madre, y Adelaida de Italia, su abuela, bando seguido por Gerberto y Adalberón quienes apoyaron a Hugo Capeto contra Lotario.61
El fracaso de Lotario (979–986)®
Cabeza de Lotario, escultura del siglo XII, Museo San Remigio de Reims.
El fin del siglo X, rico en acontecimientos complejos, no ha sido aclarado por la Historia de Richer de Reims, que escribió después de 990. Completó la cronología de Flodoardo, quien paró en el 966. Sin embargo, se sabe que su relato es de baja fiabilidad. Richer tenía el deseo de hacer bien, lo que le llevó en ocasiones a modificar la cronología y a vanagloriar a sus maestros de Reims: Adalberón y Gerberto.62 Son estas, por tanto, las bases epistemológicas sobre las que conocemos la caída de los Carolingios.
Apoyado por el obispo de Reims, Hugo fue a partir de entonces el nuevo hombre fuerte del reino. En el 979, mientras Lotario deseaba asegurar su sucesión asociando al trono a su hijo mayor, el duque de los Francos se encargó de la reunión de los principes regnorum, es decir, los grandes del reino. La ceremonia se desarrolló en Compiège en presencia del rey, de Arnoul (un hijo ilegítimo del rey Lotario) y de Adalberón de Reims, bajo el beneplácito de Hugo. La asamblea eligió a Luis V (hijo de Lotario), según el rito carolingio, y el arzobispo de Reims lo consagró rey de los Francos. Richer, sin embargo, dató el acontecimiento en el 981. Se desconoce quiénes eran los grandes señores del reino presentes en la ceremonia.57
El año siguiente, Lotario, viendo crecer la empresa de Hugo, decidió reconciliarse con Otón II: aceptó renunciar definitivamente a la Lorena.63 Pero Hugo, por oscuras razones, no deseaba que Lotario se reconciliase con el emperador alemán; se apresuró entonces a tomar el castrum (la fortaleza) de Montreuil, para luego dirigirse a Roma. Ya allí, se encontró con el emperador y con el papa, en compañía de sus fieles Bouchard de Vendôme y Arnoul de Orléans.64 La tensión aumentó entre Lotario y Hugo. El rey de los Francos hizo casar a su hijo Luis con Adelaida de Anjou lo que le aportó Auvernia y el condado de Tolosa, para así poder aprisionar los territorios robertinos por el sur (982). Fue un fracaso. La pareja se separó dos años más tarde.65
Después de la muerte de Otón II (983) y aprovechando la juventud de Otón III, Lotario renunció a su acercamiento a los Otonianos y, aliándose con el duque de Baviera, decidió retomar la ofensiva en Lorena en marzo de 985. Hugo se guardó muy mucho esta vez de tomar parte en la expedición.66
Cuando el rey tomó Verdun e hizo prisionero a Godofredo (el hermano del arzobispo de Reims), Adalberón de Gerbert pidió ayuda al duque de los Francos. Pero la loca carrera de Lotario terminó con su fallecimiento en marzo de 986.67
Elegido y consagrado rey de los Francos (987)®
El fin de los Carolingios®
La contradicción entre ciertos hechos reflejados por Richer no permiten comprender toda la acción política de Hugo en la víspera de su coronamiento. Por ejemplo, no se sabe por qué no se opuso a asociar al trono a Luis, ni a su sucesión en 986, mientras que fue a Roma para encontrarse con el emperador alemán con intenciones hostiles a Lotario. Preocupado por la toma de Verdún y la llamada de Adalberón, parecería que el duque de los Francos habría reunido él mismo un ejército. Puede que estuviese considerando la posibilidad de marchar contra Lotario y apoderarse del trono.68
En cualquier caso, el nuevo soberano Luis V, como lo habían hecho Luis IV y Lotario, declaró que seguiría los consejos del duque de los Francos. Sin embargo, incorporó los objetivos de su padre sobre la Lorena y se cree que habría deseado lanzar una ofensiva contra Reims y Laon debido a su acercamiento con el Imperio.69 No se sabe cuál fue el papel de Hugo en ese momento, las fuentes son difusas. Aparentemente, el duque de los Francos habría frenado las aspiraciones exageradas del rey carolingio. De hecho, Luis convocó al arzobispo de Reims en su palacio de Compiègne para que respondiese de sus acciones. Pero, durante una partida de caza, el rey falleció al caerse de su caballo el 21 o el 22 de mayo de 987 en el bosque de Senlis.70
La expulsión de Carlos de Lorena®
En mayo de 987, los cronistas, principalmente Richer de Reims y Gerbert d'Aurillac, escribieron que, en Senlis, «se extinguía la raza de los carolingios». El rey difunto fue rápidamente enterrado en Saint-Corneille de Compiègne y no en Reims como él hubiera deseado.71 Pero, incluso si Luis V murió sin hijos, quedaba un carolingio con posibilidades de acceder al trono. Se trataba de Carlos de Lorena, hijo de Luis IV y hermano de Lotario. Esto no tenía nada de extraordinario: no era la primera vez que un carolingio competía con un robertino.72 De hecho, en los tiempos del padre de Hugo Capeto, no se concebía la ruptura con los carolingios mientras existiesen, y el príncipe Luis era percibido como joven y puro.73 Pero los tiempos habían cambiado en el año 987. Desde hacía una década, Hugo Capeto competía de manera abierta con el rey, parecía haber sometido a los grandes vasallos, pero, sobre todo, su adversario Carlos de Lorena fue acusado de todos los males posibles: de haber querido usurpar la corona (978), de haberse aliado con Otón II, y después fue acusado de adulterio con la reina Emma de Italia, mujer de su hermano.74
Adalberón de Reims convocó a los grandes señores de Francia en Senlis y les dijo:
Nosotros no ignoramos que Carlos de Lorena tiene partidarios: ellos sostienen que tiene los derechos sobre la corona, transmitidos por sus padres. Pero sólo se debe llevar al trono a un hombre excepcional por la nobleza de su sangre y la virtud de su alma. Sin embargo, Carlos no obedece al honor, ha perdido la cabeza hasta el punto de ponerse al servicio del rey extranjero Otón II y de casarse con una mujer de una clase inferior de la nobleza.
Richer de Reims, Histoire, IV, v. 990.75
De vuelta a Inglaterra, Abón de Fleury, maestro de Saint-Benoît-sur-Loire, difundió una leyenda según la cual los últimos carolingios habrían sido maldecidos por el «Lobo».76 En efecto, insistiendo en la santidad de la cabeza real consagrada, recuerda que el lobo había precipitado a Luis IV y su descendencia, demasiado orgullosos y brutales, por contraposición al rey Edmundo, soberano ideal y pacífico. El clero extendió también la idea de que los carolingios habían sido como condenados por un juicio divino que por contagio se hacía hereditario (Luis IV, Luis V). Se trataba por tanto de desterrar definitivamente esta dinastía del trono.77 Adalberón aboga una última vez en favor de Hugo:
El trono no se gana en absoluto por derecho hereditario, y sólo hemos de poner a la cabeza de un reino al que se distinga por sus cualidades. Considerad por tanto como jefe al duque Hugo, recomendable por sus acciones, por su nobleza y por sus tropas, en quien encontrareis un defensor, no solamente del interés público sino también de los intereses privados.
Richer de Reims, Histoire, IV, v. 990.78
Cuestiones sobre la coronación de Hugo Capeto®
Hugo hizo recompensar inmediatamente a Adalberón, y este último pudo entonces convocar una nueva asamblea en Senlis (feudo de Hugo) y volvió a Reims para excluir cualquier propuesta a favor de Carlos de Lorena. Así, Hugo fue quien se convirtió en el nuevo soberano.71 Sin embargo, los historiadores especializados en este periodo afirman:
En 1989, para ser sinceros, no se sabe aún con total certeza cuándo, cómo y dónde tuvo lugar el coronamiento y consagración del primer Capeto.79
Pero, ¿qué sabemos exactamente? La cronología proporcionada por Richer de Reims es la que plantea problemas. El monje escribió que Hugo fue coronado y consagrado el 1 de junio. Yves Sassier no imagina que se pudiese en aquella época coronar un nuevo soberano únicamente a diez días de la muerte del Carolingio. Parece más bien que Hugo hubiera sido aclamado rey por la asamblea de Senlis (quizás el 3 de junio) y luego coronado y consagrado rey el 3 de julio en Noyon.80
El duque fue llevado al trono y reconocido rey por los galos, los bretones, los normandos, los aquitanos, los godos, los españoles (del condado de Barcelona) y los gascones.
Richer de Reims, Histoire, IV, v. 990.78
Pero las fuentes hacen referencia igualmente a una ceremonia en Reims, de ahí la idea de admitir dos ceremonias: una en Noyon (laica) y otra en Reims (religiosa).81 Finalmente, ¿de qué estamos seguros? Hugo Capeto fue aclamado por la asamblea de Senlis (algunos días después de la muerte de Luis V), después fue coronado y consagrado, sea en Reims, sea en Noyon, entre mediados de junio y mediados de julio del año 987. La elección de Noyon es confusa: ¿por qué elegir otra ciudad además de Reims a pesar de que el nuevo soberano acababa de ser elegido bajo el apoyo de Adalberón de Reims? ¿Se trataba de una maniobra con el fin de contrarrestar al arzobispo de Reims como Hugo lo hará algunos meses más tarde haciendo consagrar a su hijo en Orleans?80 No se sabe nada del desarrollo de la consagración y de la coronación de Hugo; sin embargo, es casi seguro que llevaba un manto de púrpura tejido de oro (y quizás bordado con temas religiosos), medias rojas, zapatos violetas, una corona arqueada con cuatro floretes y un cetro.82
Reinado®
Roberto II el Piadoso, asociado a la corona®
Estatua de Hugo Capeto en el Palacio de Versalles.
Una de las primeras preocupaciones del nuevo rey fue asegurar que la dinastía se perpetuase. Trató de convencer a Adalberón de consagrar a su hijo Roberto. Pero el arzobispo, muy próximo al poder otoniano que prefería la alternancia de las grandes familias en el trono de Francia a que el poder de una dinastía fuese capaz de competir con él, no acepta la propuesta. Hugo, que acababa de recibir una carta de Borrell II, conde de Barcelona, pidiéndole que le apoyase contra Almanzor quien acababa de lanzar una razia contra Barcelona, argumentaba que necesitaba tener un sucesor en el caso de que la expedición contra los sarracenos acabase mal. Adalberón tuvo que ceder y Roberto el Piadoso fue consagrado, a la edad de quince años, el día de Navidad de 987.83
Hugo Capeto soñaba casarlo con una princesa bizantina, pero ese proyecto fracasó, Roberto tuvo que casarse con la viuda de Arnulfo II de Flandes, e hija de Berengario II, rey de Italia, de la familia carolingia.83 Rozala de Italia tenía veinte años y era la hija mayor de Berengario II. Al no tener hijos con su esposa, ya que ella era demasiado mayor, Roberto la repudia hacia 991/992.84
Asociado a la corona, Roberto asistió a su padre en los asuntos militares (conquista de Laon 988–991). Por otra parte, su sólida instrucción adquirida de la mano de Gerberto de Aurillac en Reims, le permitió tratar cuestiones religiosas de las cuales fue rápidamente el garante (dirigió el concilio de Verzy en 991 y el de Chelles en 994). Es casi seguro que, al contrario que su hijo, Hugo era iletrado y no hablaba el latín sino el romano (latín vulgar del norte).85
Captura de Carlos de Lorena®
Durante su reinado, Hugo debió hacer frente a numerosos oponentes. En primer lugar, uno de sus grandes rivales: Carlos de Lorena. Este último reapareció en 988 cuando se apoderó de la ciudad de Laon, uno de los últimos bastiones carolingios. Para hacerse respetar, el rey asedió dos veces la ciudad sin resultado.86 Preocupado por este fracaso, Hugo contactó con varios soberanos para obtener ayuda. En una carta redactada en julio de 988, por la pluma de Gerberto, el primer capeto no se contentaba de informar a la emperatriz Théophano (regente de su hijo Otón III) de las acciones de Carlos de Lorena. De hecho, le propone un encuentro:
Preocupado por confirmar para siempre nuestra mutua amistad, hemos decidido que Adelaida, la compañera de nuestro trono, os visitará el 22 de agosto en el pueblo de Sternay y que cumpliremos a perpetuidad entre vuestro hijo y nosotros, sin fraude ni dolo, todas las decisiones buenas y justas que hubiesen tomado juntas.
Hugo Capeto a Teófano, 988.87
Ahora bien, estando en Meersburg (cerca del lago Constanza) a lo largo del mes de agosto, parece que Teófano no se hubiera desplazado. Entonces Hugo trama un ardid.
Tras la muerte de Adalberón de Reims (989), decide elegir como nuevo arzobispo al carolingio Arnoul (un hijo ilegítimo del rey Lotario) en vez de Gerberto. Se piensa que intentaba tranquilizar a los partidarios de los carolingios, pero la situación se volvió contra el rey ya que Arnoul entregó Reims a Carlos.86 Entonces se formaron las alianzas; la guerra era abierta: Carlos se alió con el arzobispo de Reims y con Heriberto de Vermandois, y Hugo recibió el apoyo de Eudes de Blois a cambio de Dreux. En cuanto al papa, ambos adversarios solicitan su apoyo, mientras que la corte de Otón III se mantiene neutral, a pesar de las peticiones de Hugo.88 La situación se desbloqueó por la traición de Adalberón de Laon, obispo de Laon, quien se apoderó de Carlos y de Arnoul mientras dormían y los entregó al rey (991). Para lograr sus fines, Adalberón se hizo recibir en Laon haciendo creer a Carlos y Arnould que quería reconciliarse con ellos para recuperar su obispado. Bien acogido en Laon, jura sobre el pan y el vino (el Domingo de ramos89 29 de marzo o el Jueves santo90 2 de abril de 991) de conservar su fe en Carlos, antes de abrir las puertas de la ciudad al enemigo durante la noche.91 El último carolingio, fue encarcelado en Orleans y murió en fecha desconocida.86
Esta traición, que se produjo en pleno movimiento de la Paz de Dios (el concilio de Charroux data de 989), causó fuerte impresión en la mitad sur del reino: Adalberón de Laon quedó totalmente desacreditado en esas provincias y la imagen de Hugo Capeto quedó empañada.92 La guerra despiadada dirigida contra Carlos de Lorena por Laon y Reims (988–991), conocida por el relato de Richer de Reims y las cartas de Gerberto, habían vuelto al rey hostil a los ojos de una parte de la Iglesia. La visión que nosotros tenemos de la política del Capeto es exclusivamente aquella de los religiosos, de ahí la distancia que debemos tomar a la hora de enjuiciar a Hugo Capeto.93 Los intereses de unos y de otros, a menudo puestos en juego por familias diferentes, no eran convergentes. Nacían rivalidades y los conflictos entre los príncipes eran revelados por sus respectivos aliados religiosos. Adémar de Chabannes nos da una visión casi «maniquea» del reino de Hugo Capeto. El mismo autor nos da a la vez un retrato negativo y positivo del soberano. Es él quien nos cuenta la historia de un desafío del conde Audebert respecto a Hugo y Roberto
Qui vos reges constituerunt? (¿Quién os ha hecho rey?).94
Durante mucho tiempo, se ha afirmado que los meridionales habían sistemáticamente rechazado al primer Capeto. Recientemente, algunos estudios han matizado esta idea. Parece que el rechazo fue más bien de orden político (la captura de Carlos de Lorena) que dinástica. En efecto, se sabe que el duque de Aquitania rechazó someterse a su rey, «reprobando ese crimen de los francos (la captura de Carlos)» y el obispo de Laon fue comparado a Judas el «traidor».95 Finalmente, hicieron las paces en la ribera del Loira. Esta observación es aún más explícita en al ciudad de Limoges. Las actas muestran que, hasta el 988, se reconocía a Hugo e incluso la asociación al trono de Roberto ya que están fechadas refiriéndose a su reinado «regnante Ugo rege anno II et Rotberto filio suo anno primo» («firmado el segundo año del reinado del rey Hugo y el primero de su hijo Roberto»). Pero esto no duró, algunos meses más tarde, los archivos ya no estaban datados por su reinado: parece que el cambio se debió a que se conoció la historia de la captura de Carlos de Lorena y de la traición de Adalberón de Laon. Una vez puestos al corriente, las ciudades meridionales habrían rechazado la legitimidad de Hugo y de Roberto.96
Concilio de Saint-Basle de Verzy®
Lista de los obispos presentes en el concilio de Saint-Basle y/o suscriptores del diploma de Corbie (988) y para Saint-Crépin de Soissons97
Obispo Saint-Basle Diploma de Corbie Diploma de Saint-Crépin
Amiens X X X
Beauvais X X X
Noyon X X
Laon X X
Soissons X X X
Reims X X
Senlis X
París X
Sens X X
Orleans X
Auxerre X
Langres X
Bourges X X
Autun X
Mâcon X
Arnoul, que había traicionado al rey al abrir las puertas de su arzobispado de Reims a su tío Carlos de Lorena, último posible pretendiente carolingio, estaba apoyado por la Santa Sede. Hugo lo hizo juzgar en el concilio de Saint-Basle-de-Verzy (18 y 19 de junio de 991). La asamblea estaba compuesta por trece obispos (lo que era poco) y presidida por el arzobispo Seguin de Sens, poco favorable al rey. En revancha, los debates fueron dirigidos por el obispo Arnoul d'Orléans, cercano al rey. Responsable de la defensa, Abón de Fleury alegó que el soberano no podía convocar un concilio y que sólo el papa era competente para juzgar el asunto. Arnoul d'Orléans le replicó con una muy violenta requisitoria contra la Santa Sede.98 Arnoul fue destituido. Algunos días más tarde, Gerberto de Aurillac fue nombrado arzobispo de Reims. El papa Juan XV no aceptó este procedimiento y quiso convocar un nuevo concilio en Aquisgrán, pero los obispos de Francia rehusaron y confirmaron su decisión en Chelles (invierno de 993–994).99 Gerberto, apoyado por otros obispos, tomó posición, por la independencia de las Iglesias con respecto a Roma (que estaba controlada por los emperadores germánicos). A fin de evitar una excomunión de los obispos que participaron en el concilio de Sainte-Basle, y por tanto un cisma, Gerberto prefirió ceder. Abandonó el arzobispado y acudió a Italia. Toda la habilidad política de Hugo Capeto consistió, desde el principio del asunto, en pedir el apoyo del emperador y del papa (que evidentemente no obtuvo), y utilizar las divisiones de la Iglesia para meter en primera línea los obispos francos que emancipa a cambio de su apoyo. El uso de la vía conciliar fue por tanto un medio hábil de oponerse a la influencia del emperador, sin entrar directamente en conflicto.
En paralelo, Abón de Fleury, que había defendido vigorosamente a Arnoul, escribió que, a partir del reino de Hugo Capeto, la teoría de la realeza creada por Hincmaro de Reims fue retomada: el rey reina con los consejos de los eclesiásticos. Él y sus contemporáneos, por razones oscuras y totalmente opuestas a la opinión precedente, asignaron a partir de ese momento un gran interés a la realeza. Abbon recordó que era necesario ser fiel al rey y que cada uno de los grandes señores no era más que un depositario del servicio debido al rey.100 Olvidada bajo los últimos Carolingios, la imagen del «rey ideal» hizo su aparición: «El poder se sitúa siempre en la esfera elevada de lo público y se ejerce como oficio en vista del bien común», añadía Abbon. Parece que, sobre este punto, Hugo, para restaurar su imagen a los ojos de los obispos (Por ejemplo construyendo edificios religiosos), haya debido legitimar sus acciones contra los Carolingios:
Si Luis, de santa memoria, hubiese dejado descendientes, estos le habrían legítimamente sucedido.
Hugo Capeto según Richer, 990.101
Abón quería salvaguardar para el avenir la memoria capetiana aún frágil en las mentalidades del siglo XI. Bajo Hugo Capeto y aún con Roberto el Piadoso, el soberano estuvo ampliamente aconsejado y acompañado por los obispos siguiendo la tradición carolingia.
La insumisión de los grandes feudos®
Los historiadores (principalmente Ferdinand Lot102 o J.-F. Lemarignier) han escrito durante mucho tiempo que Hugo era un soberano muy débil durante el reinado en el que los señores feudales habían reemplazado a los príncipes familiares de palacio y que la Paz de Dios había sido decidida para contrarrestar un insuficiente brillo real.93 Una vez más, los estudios recientes han matizado estas teorías demasiado negativas. En 987, los contemporáneos debieron tener dudas tanto temían el replanteamiento del orden carolingio. Algunos mostraron abiertamente su hostilidad (Carlos de Lorena, Eudes de Blois) y otros (sobre todo los eclesiásticos) prefirieron esperar. Hemos visto que había aún, bajo el reinado de Hugo, costumbres carolingias.
Se señala a menudo a los catalanes como los primeros que rechazaron la legitimidad de Hugo. Arrebatado a los musulmanes por los carolingios, el condado de Barcelona había venerado durante mucho tiempo a estos últimos. Sin embargo, el primer capeto no visitó las abadías meridionales, y por lo tanto estas últimas no le solicitaron la confirmación de sus privilegios: hubo más bien alejamiento que ruptura.103 Además, Michel Zimmermann ha mostrado que la ruptura entre la corona de Francia y Cataluña no era nueva: «Desde Carlos el Simple y los últimos carolingios, asistimos a una falta de diligencia de los soberanos para reclamar la prestación de fidelidad ante su incapacidad para dar protección como contrapartida». Los condes de Barcelona renunciaron por tanto, desde 900, a realizar el viaje para el homenaje real. Se comprende ahora porqué Cataluña rehusó la exigencia de Hugo en enero de 988.104 Entre tanto, Barcelona fue asediada en 985 por Al-Mansur. El conde Borrell II llamó a su protector el rey de los Francos, pero Lotario murió a lo largo del año 986 y Luis V tuvo un reinado demasiado breve para preparar una expedición. Al día siguiente de la coronación de Hugo Capeto, Borrell renovó su llamamiento y Hugo prometió su ayuda a cambio de un homenaje en Aquitania, en vano.105
En fin, Hugo debió hacer frente, durante todo su reinado, a la oposición de Eudes de Blois cuyas posesiones cercaban el dominio real. El conde de Blois se aseguró la toma de Melun, entonces dirigida por Bouchard de Vendôme, sobornando al castellano y a los milites (caballeros) del castillo.106 Tras este golpe de mano, se formó una coalición entre el rey, el conde de Anjou y el duque de Normandía (991): Melun fue reconquistada y Eudes vencido. Este último retomó las armas y conquista Nantes, en seguida reconquistada por el conde de Anjou Fulco Nerra. Inquietos por el poder del angevino, Ricardo I de Normandía, Eudes de Blois y Balduino IV de Flandes se aliaron contra él (995–996). El conflicto sin fin fue interrumpido por la muerte de Eudes en marzo de 996, luego por la de Hugo Capeto hacia finales de octubre del mismo año.107
El fin del reinado®
Eudes de Blois murió en marzo de 996, dejó una viuda de la que estaba prendado Roberto II el Piadoso. Hugo Capeto rechazó esta unión que le aportaría la Borgoña a su hijo, ya que Berta de Borgoña era su prima en tercer grado, y el matrimonio habría sido consanguíneo.
Durante el verano de 996, ya enfermo, Hugo habría acudido con su fiel Bouchard al monasterio de Souvigny donde reposaba su amigo San Mayeul (muerto en 994). El rey puede que estuviese enfermo de viruela, Richer testimonia: «Hugo, que tenía todo el cuerpo cubierto de pústulas, fallece en su castillo de los Judíos».108 «Los Judíos» era una aldea hoy desaparecida, cerca de Chartres, en el corazón de la Beauce. No estaba ya en guerra contra Eudes de Blois, muerto en marzo de 996, y tenía alrededor de 55 años cuando falleció durante las nuevas Calendas del año 996.109 Desapareció «sin hacer ruido» tras haber superado sin gloria las dificultades que le crearon sus enemigos. El difunto rey fue inmediatamente transportado a la Abadía de Saint-Denis donde fue inhumado ante el altar de la Santa Trinidad junto a Eudes, un ilustre ancestro de la familia.110
El reino de Hugo Capeto®
Los principados territoriales®
Hugo Capeto, como sus predecesores, se hace llamar «rex Francorum» (rey de los francos) y no «rey de Francia», lo que significa que se siente más bien soberano de un pueblo, los francos (los hombres libres), que de un territorio. Bien entendido, estos vínculos no descansan sobre una presencia física que haría conocer al rey en el conjunto del reino. Es incluso posible que el primer Capeto se desinterese progresivamente del sur del reino ya que las abadías no apelan a él para la confirmación de sus bienes.45 Si bien es conocido al norte del Loira, esto es menos cierto en las regiones meridionales, como confirma el relato de Abón de Fleury de su viaje a Gascuña:
Heme aquí más poderoso en este país que el rey, ya que aquí nadie conoce su dominio.
Abón de Fleury, v. 1000.111
Mapa 2: El reino de Hugo Capeto al principio de su reinado, finales del siglo X.
Mapa 3: La influencia de Hugo Capeto hacia 995. Según Y. Sassier (1987), p. 238.
En efecto, desde mediados del siglo X, los condados creados en tiempos de los Carolingios se fueron independizando progresivamente ante la debilidad del poder real. Los más poderosos de entre ellos se localizaban en los márgenes del reino (mapa 2):
El conde de Barcelona: se suspendió la relación de vasallaje desde 987.112
El conde de Flandes: situado en el extremo norte del reino, estaba dirigido por Arnulfo II el Joven y después por Balduino IV el Barbudo. La familia condal, tradicionalmente cercana al poder carolingio, sostuvo la candidatura de Carlos de Lorena en 987.
El ducado de Normandía: situado al oeste de París, es un poderoso ducado administrado eficazmente por el duque Ricardo I quien realiza una política de reconstrucción religiosa. El duque es un ferviente opositor a los carolingios y aliado de los robertinos. Se casó con Emma, hermana de Hugo Capeto (960), y reconoce a este último como su señor (968) después su soberano.113
El conde de Anjou: rico y poderoso, el conde de Anjou Fulco Nerra es un apoyo fiel al rey capeto a quien apoyará durante todo el reinado.
Los condes de Blois, condes de Châteaudun, de Chartres y de Reims: Eudes I de Blois es el enemigo personal de Hugo Capeto. Hugo el Grande había confiado a la familia de Blois un castillo que se convirtió en independiente a lo largo del siglo X. Su aliado, Heriberto IV de Vermandois, posee Troyes, Meaux, Provins y Vitry, y es igualmente uno de los grandes enemigos del primer Capeto.
El duque de Bretaña: según los historiadores, o bien se había beneficiado de una amplia autonomía o bien era completamente independiente desde 851 por la atribución del título de rey a Erispoe por Carlos el Calvo tras una derrota humillante de este último. Este reino desaparece casi 50 años más tarde tras su conquista por los Normandos entre 913 y 917. Este territorio se convierte en ducado tras la toma de Nantes por Alano Barbetorte pero queda bajo la influencia de normanda, los duques de Bretaña rendían homenaje a los duques de Normandía.114 115 Su situación a finales del siglo X es poco conocida, a falta de fuentes suficientes, parece sin embargo que dos poderosos señores compartían ese territorio, el arzobispo de Dol y el conde de Rennes. Es la época de una lucha dinástica que se dio tras la muerte de Drogon, hijo del duque Alano Barbetorte, sin heredero (tenía 4 años). En 990, se sabe que Conan I tomó el título de príncipe de Bretaña. El hecho de que la Bretaña no fuese parte de los pares de Francia, a pesar de su poder, tendería a demostrar, contrariamente a lo que intenta probar la historiografía francesa, que ese ducado no era parte del reino de Francia.
El ducado de Aquitania: es el más vasto de los principados territoriales (un cuarto del reino). Por su lengua, sus costumbres, su clima, todo opone la Aquitania al norte de Francia. El duque de Aquitania, Guillermo IV de Aquitania, se siente libre lejos de París. Sin embargo, su hermana Adelaida es la reina de los francos.
El ducado de Borgoña: es dirigido por el hermano del rey, Enrique el Grande a partir de 965, tras la muerte de su otro hermano Oton. Es aliado de Hugo.
Las posesiones del rey®
Los historiadores se han preguntado durante mucho tiempo por qué Hugo sólo había recuperado, tras su coronación, un minúsculo territorio que iba a constituir el dominio real. Parece que su elección había sido más un reconocimiento afectivo que un reconocimiento de su poder frente a los grandes señores.116 En efecto, sus vecinos más cercanos (el duque de Normandía o el conde de Anjou) eran más ricos que él en tierras y en hombres. Las posesiones del nuevo rey se reducían a trozos del antiguo ducado robertiniano, antaño consolidado por su padre. Estas amputaciones no se debían en absoluto a pérdidas territoriales ligadas a la reclamación de un hermano menor del rey.117
Este territorio estaba dominado por dos grandes ciudades, París y Orleans, y luego por algunas ciudades medianas, Étampes, Melun, Corbeil, Dreux y Senlis. Estas plazas fuertes eran en realidad capitales de pagi en el seno de las cuales el rey no ejerce sino el poder condal.117 En cada una de estas ciudades, Hugo Capeto disponía de un palacio, de una tropa de caballeros y de rentas territoriales y económicas.118 Cada una de sus posesiones estaba separada de las otras porque molestos vasallos (Montmorency, Montlhéry...) se fueron intercalando.116 Finalmente, el primer capeto disponía también de abadías que se mantenían como poderosos apoyos económicos y estratégicos: San Martín de Tours, Saint-Benoît-sur-Loire (Fleury-sur-Loire), Saint-Maur-des-Fossés, Saint-Germain-des-Prés y Saint-Denis. No quedaba casi nada del dominio carolingio, salvo en torno a Laon.116 Sería sin embargo ilusorio limitar la influencia de Hugo Capeto sólo a su dominio real. Su influencia se extiendía sobre una región mucho más vasta de Orleans hasta Amiens (mapa 3).
La administración en tiempos de Hugo Capeto®
Existe muy poca información sobre el reinado de Hugo Capeto. Sólo se han conservado un pequeño número de actas emitidas por su cancillería: apenas una docena. Un número ínfimo comparado con las centenares de su contemporáneo Otón III.119
La continuidad carolingia®
Monograma de Carlomagno, Karolus Rex (Carlos rey), (S.IX).
Hugo Capeto parece un soberano que se mantiene muy «carolingio» en algunos de sus comportamientos.120 En primer lugar, asoció a su único hijo, Roberto, a la corona. El príncipe, que tenía unos 15 años, fue aclamado y luego consagrado en la catedral de Orleans por Adalberón de Reims, la noche de la Navidad de 987. Esta práctica era ya usada en tiempos de los Carolingios, pero el pasado ha mostrado que esta precaución no impedía la elección de otro como rey (Carlos III en 922).121 Además, Carlos de Lorena mantuvo su protagonismo y el rey tuvo problemas para convencer al arzobispo de Reims para que lo apoyase. Este último, cuyo papel era capital para legitimar la consagración, no deseaba ver como la nueva dinastía se reforzaba precipitadamente. Pero, frente al argumento de Hugo, quien afirmó no poder dejar el reino sin dirigente y sin sucesión asegurada en un universo hostil (los vasallos enemigos del rey, los musulmanes), el arzobispo debió ceder.122
Curiosamente, se aprecia que el mismo rey y su entorno mantenían una tradición imperial de la monarquía franca. Así, una carta real de Hugo Capeto, fechada en 992, lo presentaba a él mismo y a su hijo como «poseedores del poder sobre el Imperio Franco» (imperii Francorum (...) potiti).123 Otro recuerdo franco fue la confección de un abrigo real por orden de la reina Adelaida, confiado al cuidado de Saint-Denis. Este vestido, llamado orbis terrarum, simbolizaba el mundo. Era un abrigo imperial y su significación era clara: «aquel que lo viste porta el mundo sobre sus hombros, como Atlas».124 Hasta 988, sabemos que todas las actas reales del primer capeto siguieron una práctica carolingia según la cual la firma (souscription) era realizada a la vez por el cancillería y por el rey, quien incluía los signos reales: su monograma (modelo carolingio) y el sello. Tras esta fecha, aún un acta de cada dos (conocidas) se hizo de esta manera.125
Evolución de las actas entre Hugo Capeto y Felipe I (987–1108)126
Soberano Diplomas de tipo carolingio Diplomas con suscripciones múltiples Cartas no reales suscritas por el rey Inutilizables
Huguo Capeto 11 1 1 4
Felipe I 11 46 26 7
Finalmente, la disminución, tan descrita por ciertos historiadores, de las relaciones por actas en los tiempos de los primeros capetos, es poco clara. Bajo los carolingios, los diplomas reales fueron raros en Normandía, Anjou, Poitou, Berry y Auvergne, e incluso inexistentes en Gascuña, Bordelais y Toulousain. En tiempos de Hugo Capeto, se enviaron menos documentos a Flandes y a Auvergne, pero se nota una multiplicación de las actas hacia Normandía, Touraine y Berry. No hay por tanto un verdadero corte con los despachos carolingios (excepto en el extremo sur).127 En resumen, Richer presentó al rey Hugo como un «Rey guerrero» que realizaba hazañas con su ejército. Para ser un verdadero carolingio, sólo le faltó la sangre de Carlomagno.!128
La ruptura capetiana®
Carta de Hugo Capeto cediendo las tierras de Maisons-Alfort a la abadía de Saint-Maur-des-Fossés (988).
Hasta 987, los clérigos no produjeron más grandes textos. Los reinados de los últimos carolingios no estimularon a los pensadores y parecían poner de lado a los hombres de la iglesia. Con Hugo Capeto, la situación pareció cambiar. En uno de sus diplomas, el rey aparece como el intermediario entre los clérigos y el pueblo (mediator cleri et plebis).129 Además, Abón de Fleury y Richer de Reims eran conscientes del cambio con respecto a la anterior dinastía. El monje de Reims añadió que Hugo y Roberto actúan:
No por un impulso precipitado sino como ellos tenían costumbre en todos las cosas, tomando consejo de la manera más cuidadosa.
Richer de Reims, Histoires, v. 990.130
Mapa 4: Representación de los destinatarios de las actasd de Hugo Capeto. Según J.-F. Lemarignier, Le gouvernement royal aux temps des premiers Capétiens (987–1108), Picard, París, 1965.
Los dos reyes, bajo la pluma de Gerber d'Aurillac, insistieron ellos mismos sobre esta necesidad de consilium «no queriendo para nada abusar del poder real nos decidimos todos los asuntos de la res publica [la cosa pública] recurriendo a los consejos y sentencias de nuestros fieles».130 De hecho, en caso de necesidad, los obispos del norte asistieron y sostuvieron al rey durante los litigios reales o los sínodos. Pero Hugo necesitaba el apoyo de la Iglesia para asentar totalmente su legitimidad, así como porque los contingentes de caballeros que componen su armada provenían en gran parte de los obispados.113
En lo referente a las actas reales, se ha visto que el rey sólo estaba presente realmente en la región situada entre el Oise y el Sena. Los diplomas reales pueden ser igualmente cartas privadas con un gran número de suscripciones. Con Hugo Capeto se abrió una nueva práctica en la redacción de las actas. Hasta 987, eran uniformemente el objeto, como hemos subrayado, de una firma de la cancillería junto a aquella del rey. De ahora en adelante, el rey debía hacer firmar algunos de sus diplomas (uno solo conocido de Hugo Capeto) no sólo por el canciller, sino por las personas que lo rodeaban (los grandes señores).
En lo sucesivo, parece que la autoridad real ya no servía, por si sola, para validar la decisión tomada.131 En efecto, las actas emanadas de la cancillería eran principalmente privilegios que confirman los dominios de los establecimientos religiosos (por ejemplo Saint-Maur-des-Fossés, 988) y los ponen bajo la protección del rey (mapa 4): quizá los clérigos estimaban inútil pedir la protección de un soberano tan débil.116 Esta posibilidad es hoy en día discutida ya que se considera que este cambio administrativo muestra menos un debilitamiento del rey que un cambio de método progresivo a partir de Hugo Capeto.132 Los últimos carolingios expedían aún un número importante de diplomas a las iglesias situadas en el sur. Se trataría de crear un sentimiento de legitimidad y de protección real contra los musulmanes próximos, política puesta entre paréntesis desde mediados del siglo X.133
Progreso cultural y arquitectónico®
El reinado de Hugo Capeto representó un renacimiento cultural, descrito por Helgaud de Fleury, desde el final del siglo X. Si bien la antigüedad ha estado siempre presente en la cultura de la Edad Media, el paisaje monumental va cambiando. En la actualidad se habla del arte prerrománico, claramente diferenciado del arte carolingio.134
Se atribuye a Hugo Capeto y la familia real la construcción de una serie de edificios: el soberano continuó la construcción del monasterio de Saint-Magloire inicada en París por su padre; por su parte, la reina Adelaide mandó a construir en Senlis una capilla para albergar las reliquias de San Frambourg y otra en Argenteuil para la abadía de Nuestra Señora.135 Hugo Capeto trabajó en estrecha colaboración con el Centro Cultural de la Saint-Benoît-sur-Loire. Los obispos también desempeñaban un papel esencial, se trabajaba en diversas ciudades para reconstruir o ampliar los santuarios a finales del siglo X, tal y como el de Beauvais y especialmente el de Reims. Sobre esto, Richer de Reims describió la construcción de la catedral de Reims por el arzobispo Adalberón de Reims en 976. «Muchos trabajos se han realizado: se destruyen las criptas occidentales y la entrada abovedada carolingia. se sustituye por un campanario-porche, en donde se colocará el cuerpo de San Calixto, antes de erigir un altar con un oratorio. Por último, el altar mayor es decorado con una cruz de oro y se abren nuevas ventanas decoradas con diversas historias.»136 Pero estas remodelaciones no eran del gusto de todos, por ejemplo, para Flodoard, que continuó con los anales después de la muerte de Richer de Reims, esta reconstrucción es considerada como un sacrilegio.137
Los centros urbanos también se desarrollaron. En Tours, el sector Saint-Martin, protegido por su castro de piedra generó un poblado vibrante con muchas tiendas. En París, en la época de Hugo Capeto, la ciudad estaba totalmente ocupada por el sector episcopal hacia el este y el Palacio Real, al oeste. Entre los dos, se observaba la presencia de un barrio, cuyos habitantes eran proveedores de productos valiosos para el rey y el obispo.138 A ambas orillas se elevaban burgos monásticos en torno a los cuales se ubicaban viñedos, talleres y puertos fluviales (Saint-Germain-des-Prés). Más allá, en Châteaudun, la «collégiale Notre-Dame» se instaló en 1003 dentro del castro mandado a construir por el conde de Blois, siendo este un caso aislado dado que los castillos privados no eran frecuentes. A finales del siglo XI, el tímido despertar económico permite dar continuidad a los trabajos urbanos de las ciudades urbanas (que se caracteriza por una estructura polinuclear): ciudad episcopal, castro y suburbio heredados de la alta edad media.139
Hugo Capeto y la Iglesia®
San Valerio se le aparece a Hugo Capeto (Grandes crónicas de Francia, siglo XIV.), París, Biblioteca nacional de Francia.
Hugo Capeto, que era Abad, comprendió rápidamente el interés que podía sacar de la reforma de Cluny. Mantuvo amistad con Maïeul de Cluny, mostró su devoción a las ceremonias religiosas y apoyó la reforma monástica. Otorgó en 994 al abad Heldric de la Abadía de San German de Auxerre, que la elección del abad fuese realizada por los mismos mojes y no por el Obispo Auxerre.140 Lógicamente fue apoyado para su elección por los reformadores de la Iglesia, y en particular, por Gerberto de Aurillac y Adalberon de Reims, líderes influyentes y familiares de los otonianos. Sobre todo en momentos en que los carolingios podían ser una amenaza para Otto II y Otto III.
Pero una vez en el poder, debía, a los ojos de los otonianos seguir siendo lo suficientemente débil que Francia no pueda erigirse como un contrapoder. Por ejemplo, Adalberon se mostraba reacio a coronar a su hijo Roberto, a pesar de haber sido entrenado por su maestro de escuela Gerberto. Fue necesaria toda la habilidad política de Hugo Capeto para convencerlo. Este último, delegó en Roberto el Piadoso responsabilidades reales religiosas y militares que de hecho lo impusieron como su sucesor. Como la reforma monástica no podía contar con el apoyo de todos los abades y obispos laicos, aparecieron divisiones dentro de la Iglesia. Odilón de Cluny y el movimiento de la Paz de Dios, fueron fuertemente criticados por clérigos prominentes de primer orden, especialmente al norte del Loira, como Adalberón de Laon o Gerard de Cambrai. Los otonianos controlaban la Santa Sede y maniobraban para que, en Francia, el poder continuase siendo compartido entre los carolingios y los robertinos.
La traición del arzobispo Arnoul fue un duro golpe para el crédito del rey. Sin embargo, este último maniobró con habilidad, utilizando la vía conciliar para contrariar las decisiones de la Santa Sede (que estaba sometida al emperador). Además, en contraste con los pocos medios de que dispone el rey, su legitimidad se afirmó gracias al apoyo de los grandes eclesiásticos: Que veían bien que el rey, aunque débil, encarnaba la tradición de una autoridad superior, la única capaz de mantener el orden y la paz en la sociedad cristiana. Los obispos de Aquitania y del Languedoc elaboraron sin duda, a falta de algo mejor, la Paz de Dios en el momento mismo en el que Hugo Capeto comenzó a reinar, pero sus colegas del norte, más cercanos a la realeza, buscaban darle un apoyo ideológico (Gérard de Cambrai, Adalberón de Laon).141
Justamente, Abón de Fleury, que había defendido vigorosamente a Arnoul en el concilio de Verzy, escribió que, a partir del reinado de Hugo Capeto, la teoría de la realeza, forjada por Hincmaro de Reims, fue retomada: el rey reinaba con el consejo de los eclesiásticos. Él y sus contemporáneos, por razones oscuras y totalmente opuestas a la opinión precedente, dieron a partir de ese momento una gran importancia a la realeza. Abbon recordaba que era necesario ser fiel al rey y que cada uno de los grandes señores no era otra cosa que un depositario del servicio debido al rey.100 Olvidado bajo los últimos carolingios, la imagen del «rey ideal» hizo su aparición:
el poder se sitúa siempre en la esfera elevada de lo público y se ejerce como oficio en vista del bien común
, añadía Abbon. Parece que, sobre este punto, Hugo, para recuperar su prestigio a los ojos de los obispos (construyendo edificios religosos por ejemplo), debió legitimar sus acciones contra los Carolingios:
Medallón mostrando a Hugo Capeto de perfil, 1630–1640, Biblioteca nacional de Francia
Si Luis, de santa memoria, hubiera dejado descendencia, esta le habría legítimamente sucedido.
Huguo Capeto según Richer, 990.142
Abbon quería salvaguardar para el futuro la memoria capetiana, que seguía siendo aún frágil en las mentalidades del siglo XI. Al contrario que los últimos carolingios, los primeros capetos uniéndose al clan de obispos del noreste de París (Amiens, Laon, Soissons, Châlons...), cuyo apoyo se mostró determinante con el transcurso de los acontecimientos.130 Hugo Capeto y Roberto el Piadoso necesitaban el apoyo de la Iglesia para asentar aún más su legitimidad, entre otras razones porque los obispos suministraban la mayoría de los contingentes de la armada real.113 En uno de sus diplomas, los dos reyes aparecen como los intermediarios entre los clérigos y el pueblo (mediatores et plebis).129 Y los dos reyes ellos mismos, bajo la pluma de Gerberto de Aurillac insisten sobre la necesidad de “concillium”: «No queriendo para nada abusar del poder real nos decidimos todos los asuntos de la “res publica” recurriendo a los consejos y sentencias de nuestros fieles».130
En suma, a pesar de un poder real relativamente débil, Hugo Capeto logró crear divisiones en el seno de la alta aristocracia y de la Iglesia para obtener apoyos suficientes para transmitir hereditariamente su corona, a despecho del poder de los Otonianos. Sin embargo, la restauración de un poder real más fuerte respondía también a un movimiento más amplio: la Paz de Dios estaba fundando progresivamente una sociedad de tres órdenes, en la que el clérigo, que era el depositario de la cultura, se volvió indispensable para el ejercicio del poder.
Sin embargo, la evolución culminó en el siglo XI con un apoyo clerical que parecía cada vez menos indispensable (en particular a partir del reinado de su nieto Enrique I) en provecho de los poderosos laicos.
Roberto II de Francia
Para otros usos de este término, véase Roberto II.
Roberto II el Piadoso
Rey de Francia
Robert II of France (coloured).jpg
Información personal
Otros títulos Duque de Borgoña (1004-1016)
Reinado 24 de octubre de 996-20 de julio de 1031
Coronación 25 de diciembre de 987 (Orleans)
Nacimiento 27 de marzo de 972
Orleans
Fallecimiento 20 de julio de 1031
Melun
Predecesor Hugo Capeto
Sucesor Enrique I
Familia
Casa real Dinastía de los Capetos
Padre Hugo Capeto
Madre Adelaida de Aquitania
Descendencia Hugo (1007-1025)
Enrique (1008-1060) Red crown.png
Adela de Flandes (1009-1079)
Roberto el Viejo (1011-1076).
Roberto II de Francia o Roberto II "el Piadoso", o bien en francés como Robert II le Pieux (Orleans, 27 de marzo de 972-Melun, 20 de julio de 1031) fue el rey de Francia desde 996 hasta 1031. Hijo de Hugo Capeto y de su esposa Adelaida de Aquitania, fue el segundo rey franco de la dinastía de los capetos.
Fue asociado al trono desde 987 y asistió a su padre en asuntos militares. Su sólida formación supervisada por Gerberto de Aurillac en Reims, le permiten ocuparse de cuestiones religiosas de las que se convierte en garante (dirige el concilio de Verzy en 991 y el de Cheles en 994). Desde 996 continúa la política de su padre, manteniendo la alianza con Normandía y Anjou para contener las ambiciones de Eudes II de Blois.
Luego de una larga lucha que comienza en abril de 1003, conquista el ducado de Borgoña cuyo duque anterior Enrique I de Borgoña -su tío sin descendencia legítima- había cedido a su hijastro Otón-Guillermo.
Los desórdenes conyugales de Roberto el Piadoso con Rozala de Italia y Berta de Borgoña (que le valieron la amenaza de excomunión), junto a la mala reputación de Constanza de Arles, contrastan fuertemente con el semblante piadoso y al límite de la santidad que nos deja su biógrafo Helgaudo de Fleury en su obra La Vida del rey Roberto el Piadoso (Epitoma vitae regis Roberti pii). Allí se presenta su vida como un modelo a seguir, con innumerables donaciones a establecimientos religiosos, caridad hacia los pobres y sobre todo gestos considerados sagrados como la curación de leprosos: es el primer rey francés al que se le atribuyen milagros. Al fin de su reinado se evidencia la debilidad del mismo, debiendo enfrentar la revuelta de su esposa Constanza de Arles y de sus propios hijos (Enrique y Roberto) entre 1025 y 1031.
2.5 La herejía en Orleans (1022)
Historiografía ®
Su historiografía se consolida tiempo después de la época de Roberto el Piadoso y está vinculada a la instauración de la Paz de Dios, entorno al año mil, orientada a proteger los bienes de la iglesia y de los señores. Mientras desde Jules Michelet, los historiadores han sostenido que el pasaje del año mil estuvo pautado por un miedo generalizado al fin del mundo, esta tesis es refutada por el historiador Georges Duby y por Sylvain Gouguenheim, profesor de historia medieval de la Escuela Normal Superior de Lyon.1
De hecho, durante el fin del siglo x y principios del siglo xi, se vivió el comienzo de un profundo cambio económico y social con un aumento de la producción agrícola y de los intercambios comerciales vinculados a la difusión del uso de la moneda de plata. Del mismo modo, la etapa final de las invasiones vikingas y las continuas guerras señoriales implicaron, a partir de 1020, la proliferación de castillos privados -contraviniendo la prohibición establecida- y la consolidación de la caballería como nueva élite social, cuyos orígenes se remontan al de los caballeros carolingios.
A diferencia de su padre, se conservan fuentes eclesiásticas contemporáneas de Roberto el Piadoso que evocan su vida. En primer lugar, la biografía escrita por Helgaudo de Fleury (Epitoma vitae regis Roberti pii, circa 1033), abadía de Saint-Benoît-sur-Loire,2 que constituye un panegírico del rey. Una fuente fundamental se encuentra en Historiarum libri quinque del monje borgoñón Rodolfus Glaber finalizadas en 1047. Rodolfus Glaber es la fuente más completa sobre el reinado de Roberto II, debido al uso de la red cluniacense con información de todo occidente. En segundo orden, también cabe mencionar la Histoire de Richer de Reims y el poema « Ascelin» del obispo Adalberón de Laon, que fue dedicado al rey Roberto y describe la sociedad de la época.
Biografía®
Juventud y Formación®
Artículos Principales: Dinastía Robertina, Hugo Capeto
Heredero del jefe de los Francos®
Moneda de Hugo Capeto, « Duque por la Gracia de Dios» (Dux Dei Gratia), atelier de París (Parisi Civita), finales del siglo x.
Al igual que con su padre Hugo Capeto, no se conoce con certeza ni la fecha ni el lugar de nacimiento de Roberto, aunque los historiadores se inclinan principalmente por el año 972 en la ciudad de Orleans, capital del ducado robertino desde el siglo ix.3 Roberto fue el único hijo varón del duque Hugo y su esposa Adelaida de Poitiers; su nombre es igual al de su ancestro Roberto el Fuerte, quien murió enfrentando a los vikingos en 866. El resto de la familia real lo integraban sus hermanas Giselle, Eduviges y Adelaida.Nota 1
Durante el siglo x, la dinastía robertina fue la familia aristocrática más poderosa e ilustre del reino Franco. Ya en décadas anteriores, dos integrantes del clan fueron elevados al trono, desplazando a la dinastía carolingia: Odón (888) y Roberto el Fuerte (922). El ducado robertino llega a su apogeo en 956 a la muerte de Hugo el Grande, abuelo de Roberto el Piadoso. Hugo Capeto quien sucede muy joven a su padre no logra imponerse de igual modo, mientras la figura del ducado y la familia comienzan a declinar, perdiendo vasallos que transfieren su lealtad directamente al rey Lotario.4
La juventud de Roberto estuvo marcada por los incesantes intentos del rey Lotario para recuperar la Lorena, «cuna de la familia carolingia» de manos del emperador Otón II:
Como Otón dominaba Bélgica (Lorena) y Lotario se la quería apoderar, los dos reyes tramaron uno contra el otro pérfidas maquinaciones y golpes de fuerza, afirmando ambos que su padre la había poseído.
Richer de Reims, vers 991-998.5
En agosto de 978, el rey Lotario lanza de improviso un asalto general a Aix-la-Chapelle donde residía la familia imperial, que escapa por poco de ser capturada. Después del saqueo del palacio imperial y sus alrededores, regresa a Francia Occidental trayendo consigo las insignias del Imperio. En venganza, Otón reúne en el mes de octubre un poderoso ejército e invade el reino de Lotario. Este por su parte, sin tropas suficientes para resistir la invasión se ve obligado a refugiarse en los dominios de Hugo Capeto, quien se convierte así en el salvador del reino carolingio.6 Este hecho marcará un giro en la situación de la dinastía robertina y del joven Roberto. El obispo Adalberón de Reims, que inicialmente era un hombre de Lotario se inclina progresivamente hacia la corte de Aquisgrán, por la que también siente simpatía y está unido por lazos de parentesco.
En el año 987, su padre había logrado de la nobleza el reconocimiento de su hijo Roberto como sucesor como rex designatus, iniciándose de esta forma el reinado de sus sucesores en Francia, que duraría en forma directa hasta 1328 e indirecta, con interrupciones por las repúblicas e imperios napoleónicos, hasta 1848.
Una educación ejemplar®
Moneda anónima atribuible a Reims y al arzobispo Gerberto de Aurillac o a Arnulfo de Francia, fin del siglo x.
Hugo Capeto, que era iletrado y no manejaba el latín, comprende que su destino requiere del apoyo del arzobispo de Reims. En vez de enviar a su hijo Roberto con el maestro Abón de Fleury cerca de Orleans, decide enviarlo a Reims con Adalberón entorno a 984, para que reciba su educación. A finales del siglo x, la escuela de Reims tenía la reputación de ser la más prestigiosa del occidente cristiano. Adalberón asigna la educación de Roberto a su propio secretario Gerberto de Aurillac, futuro papa Silvestre II y uno de los hombres más cultos de su época.7
Las enseñanzas de Gerberto de Aurillac, debieron incluir bases de latín, además del trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). Esta era la educación que en la época recibían los religiosos y eran muy contados los laicos que accedían al nivel de instrucción de Roberto, además del vínculo con la visión del mundo eclesiástico.Nota 2
Después de unos dos años de estudios en Reims, vuelve a Orleans. Su nivel intelectual es destacado en el ámbito de la música por otro gran intelectual de la época, Richer de Reims.9 Según Helgaudo de Fleury, durante su adolescencia sufre una enfermedad grave, al punto de que sus padres temen por su vida. Es entonces que Hugo y Adelaida van a rezar a la iglesia de la Santa Cruz de Orleans, donde ofrendan un crucifijo de oro y un cáliz de oro de unos 30kg. Milagrosamente, Roberto se cura.10
Su piadosa madre lo envía a las escuelas de Reims y lo confía al maestro Gerberto, para ser educado e instruido en las materias liberales.
Helgaudo de Fleury, Epitoma vitae regis Roberti pii, circa 1033.11
Roberto es asociado al trono (987)®
Una vez convertido en rey de los francos, Hugo Capeto busca acabar con la alternancia entre Carolingios y Robertinos en el trono y propone a Adalberón de Reims la asociación de Roberto al trono. En principio Adalberón, en cuyos planes estaba la integración del reino de los francos en el imperio otoniano, se rehúsa; según Richer de Reims habría respondido al rey «no tengo el derecho a crear dos reyes el mismo año». Entretanto, el conde de Barcelona Borrell II había pedido el auxilio real para luchar contra Almanzor y al parecer fue Gerberto de Aurillac (anteriormente protegido de Borrell II) quien convenció al arzobispo de Reims, que accede bajo presión, con el argumento de inestabilidad en el reino si sucediera algo a Hugo Capeto durante la campaña.12
Moneda de Roberto II acuñada en Soissons
La consagración de Roberto, a diferencia de la de su padre, fue detallada con precisión por Richer de Reims. La ceremonia se realizó en la catedral de la Santa Cruz de Orleans el día de Navidad de 987. El joven Roberto de quince años, estaba vestido de púrpura bordada con hilos de oro y fue aclamado, coronado y consagrado por el arzobispo Adalberón Reims, el mismo que consagró a su padre unos meses antes.13 Para algunos historiadores, la fecha de la consagración es el 30 de diciembre de 987, un día no religioso, debido a que Adalberón habría dudado mucho antes de ceder. R.-H. Bautier, « L’avènement d’Hugues Capet et de Robert le Pieux», Le Roi de France et son royaume autour de l’an mil, Picard, París, 1992, p. 35. El cronista subraya que Roberto es el rey «sólo de los pueblos del oeste, entre el Mosa y el océano», pero no «rey de los galos, los aquitanos, los daneses, los godos, los españoles (condado de Barcelona) ni los gascones» como su padre. Una vez lograda la asociación al trono de Roberto, su padre comienza a buscar una princesa real con quien casarlo. Inicialmente enfoca la búsqueda hacia Bizancio, lo que evitaría cualquier problema de consanguineidad y aportaría un enorme prestigio al linaje robertino. Con este fin envía al emperador de oriente, Basilio II, una carta escrita por Gerberto de Aurillac pidiendo la mano de su hija para el joven Roberto. Como no se recibieron respuestas de Bizancio, Hugo Capeto elige para su hijo a Rozala de Italia, viuda del conde Arnulfo II de Flandes e hija del rey de Italia, Berengario II, quien le dobla la edad. Roberto se casa en la primavera de 988 con Rozala quien aportó al dominio robertino Montreuil, Ponthieu y una posible regencia sobre el condado de Flandes, considerando la corta edad de su hijo y conde Balduino IV.14 15
El episcopado, principal apoyo del rey®
Roberto dirige los asuntos religiosos®
Una vez casado y consagrado, Roberto colabora en la administración del reino, como lo prueba la presencia de su firma, junto a la de Hugo Capeto, en numerosos documentos oficiales. Las fórmulas utilizadas son variadas como «el muy glorioso rey Roberto» presente en una carta a Corbie fechada en abril de 988, o «filii nostri Rotberti regis ac consortis regni nostri» en una carta a Saint-Maur-des-Fossés de junio de 989.16 et 35. A partir de 990, su firma aparece en todos los oficios reales. Facilitado por la vasta formación recibida de Gerberto de Aurillac, su primera tarea fue presidir las reuniones episcopales:
Él (Roberto) asistía a los sínodos episcopales, discutiendo con los obispos los problemas eclesiásticos.
Richer de Reims, abril 990.17
A diferencia de los últimos carolingios, los primeros capetos se vincularon a un conjunto de obispos al noreste de París (Amiens, Laon, Soissons, Châlons, etc.) cuyo apoyo sería determinante en los acontecimientos siguientes. En uno de los oficios, ambos reyes aparecen como intermediarios entre el clero y el pueblo (mediatores et plebis) y, según Gerberto de Aurillac, ellos remarcaban la necesidad de esa mediación: «...no queriendo abusar en nada del poder real, decidimos todos los asuntos de la República recurriendo al consejo y consulta de nuestros fieles».18 Hugo y Roberto necesitaban el apoyo de la Iglesia para asegurar su legitimidad y porque los contingentes del ejército real provenían en gran parte de los obispados.19 Roberto ya aparecía a los ojos de sus contemporáneos como un soberano piadoso (de ahí que se lo empezara a llamar así) y vinculado a la Iglesia por múltiples razones:
su formación en las disciplinas liberales;
su presencia en los sínodos de obispos;
la dedicación que hace Abón de Fleury de su colección canónica;
el hecho de que concediera frecuentemente el perdón a sus enemigos;
sus donaciones a varias abadías.
Carlos de Lorena se apodera de Laon (988-991)®
Carlos de Lorena, el último pretendiente carolingio al trono, toma por asalto la ciudad de Laon, capital del reino durante los últimos carolingios. Hugo y Roberto, con la participación de contingentes militares de los obispados, ponen sitio a la ciudad en dos oportunidades, sin lograr recuperarla.Nota 3 Preocupados por el fracaso, Hugo contacta a varios soberanos para obtener su apoyo (el papa Juan XV, la emperatriz Teófano, madre del joven Otón III), sin obtener resultados para su causa. Luego de la muerte de Adalberón de Reims (24 de enero de 989), Hugo Capeto hace elegir como nuevo arzobispo al carolingio Arnulfo de Francia, hijo ilegítimo del rey Lotario, en vez de a Gerberto de Aurillac, con la intención de que su sobrino Carlos de Lorena devolviera Laon. Carlos aspiraba a todo el Reino Franco y se niega a entregar Laon. Además, Arnulfo le entrega Reims, lo que constituye traición al rey Hugo Capeto que recientemete lo había designado.20
La situación cambia cuando Adalberón (Ascelin), obispo de Laon y sobrino de Adalberón de Reims traiciona a Carlos y lo entrega a Hugo Capeto durante la semana santa de 991:21 22 es el vínculo con el episcopado el que salva el trono capeto in extremis. En junio del mismo año, Arnulfo es acusado de traidor y juzgado en concilio, en presencia de Roberto, en la abadía de Verzy. A pesar de las protestas de Abón de Fleury, Arnulfo es depuesto y días después Gerberto de Aurillac es nombrado arzobispo de Reims con el apoyo de su antiguo alumno Roberto. El papa Juan XV no acepta el proceso e intenta convocar un nuevo concilio en Aix-la-Chapelle, pero los obispos confirman en Chelles la decisión tomada (invierno 993-994), defendiendo la independencia de Roma controlada por el imperio.23 24
Gerberto y Ascelin: dos lealtades dudosas®
A la muerte de su superior Adalberón de Reims, Gerberto se siente en la obligación de seguir las intrigas del nuevo arzobispo Arnulfo, decidido a entregar Reims a Carlos de Lorena. Aunque la documentación es escasa sobre este tema, induce a pensar que el maestro ha cambiado de posición hacia el bando de Carlos. Ciertas hipótesis manejan la posibilidad de que la corte otoniana cuyos intereses servía, haya pedido a Gerberto, antiguo partidario de la mutatio regni, apoyar a Carlos basado en la legitimidad del linaje:
El hermano de Lotario Augusto, heredero del trono, fue expulsado. Sus oponentes (Hugo y Roberto), mucha gente piensa que recibieron el reino provisionalmente. ¿Con qué derecho el heredero legítimo fue desheredado?
Gerbert d’Aurillac, Lettres, 990.25
La familia Carolingia todavía tenía raíces en el pueblo franco.26 Se instala así una duda sobre la legitimidad de la corona de Hugo y Roberto, pero el mismo Gerberto, viendo cambiar la situación en contra de Carlos de Lorena, vuelve a cambiar de bando en el correr del año 991. Devenido en arzobispo de Reims por la gracia del rey Roberto escribe:
con la aprobación de los dos príncipes, el señor Hugo Augusto y el exelentísimo rey Roberto.
Gerbert d’Aurillac, Lettres, 991.27
En cuanto a Ascelin, obispo de Laon, después de haber traicionado a Carlos y Arnulfo, se vuelve contra la corona. Se sabe que a principios de 993, intriga junto a Odón I conde de Blois para capturar a Hugo y Roberto durante una entrevista en Metz con Otón III. El plan incluía coronar a Luis de Lorena (hijo de Carlos de Lorena) rey de los francos, quedando Odón como duque de los Francos y Ascelin arzobispo de Reims. La conspiración queda expuesta y Ascelin es puesto bajo arresto domiciliario28 y finalmente depuesto por el sínodo de Pavía de 998.
Problemas conyugales®
Separación de Rozala®
Luego de unos tres o cuatro años de casado (entorno a 991-992), el joven Roberto repudia a Rozala -con quien se había tenido que casar a instancias de su padre-, por la diferencia de edades y al ver que no era probable que le diera un heredero. Ella vuelve a sus dominios de Flandes junto a su hijo el conde Balduino IV y Roberto retiene el puerto de Montreuil, que era parte de la dote de Rozala y es un punto estratégico en el Canal de la Mancha.29 El divorcio de Roberto constituye un desafío a su padre, que podría ser el inicio de un camino para reinar sólo. Sin embargo, como después de varios años la unión no daba herederos, Hugo Capeto y sus consejeros no se oponen al divorcio.
«El rey Roberto, llegado a la edad de diecinueve años, en la flor de su juventud, repudia, porque ella era muy vieja, a su esposa Suzana (Rozala), italiana de origen.»
Richer de Reims, Histoire, 996-998.30
Relación con Berta de Bretaña (996-1003)®
Una vez soltero, Roberto busca una esposa que le pueda dar la tan esperada descendencia. A principios del año 996, probablemente durante la campaña militar contra Odón de Blois, conoce a la condesa Berta de Borgoña, esposa de Odón. Ella es la hija del rey de Borgoña Conrado III y de Matilde de Francia, hija de Luis IV de Ultramar. Hugo Capeto se opuso a esta relación;31 Gerbert d'Aurillac también se opone, por lealtad a Hugo Capeto, pero argumentando motivos canónicos. debido a la rivalidad con la casa de Blois cuyas posesiones rodeaban el dominio real en la Isla de Francia.32 Además de razones sentimentales, Roberto tenía interés en los territorios que Berta aportaría al dominio real. Cuando Odón muere en marzo y Hugo Capeto en octubre de 993, el camino al matrimonio se empieza a despejar.
Según Michel Rouche, la reina Adelaida de Aquitania favoreció esta alianza política, buscando debilitar el cerco que amenaza la casa en, particular sus dominios en la Isla de Francia. En efecto, los territorios de Odón comprendían Blois, Chartres, Melun y Meaux. La pareja espera los nueve meses reglamentarios tras la muerte de Odón, de manera que otro de los motivos es tener hijos legítimos que aseguren la sucesión y Roberto aún no tiene.33
Pero existían dos aspectos que obstaculizaban la unión. Por una parte la consanguineidad: Hedwige de Sajonia, madre de Hugo Capeto y la abuela materna de Berta, Gerberga de Sajonia, eran hijas del emperador Enrique el Pajarero y de Matilde y por tanto Hugo y Berta eran primos en segundo grado, con lo que se requería una dispensa papal. Por otra parte, Hugo era el padrino de Teobaldo, el hijo mayor de Berta. Según el derecho canónico, el casamiento es imposible.Nota 4 33 Entretanto, comienza una relación carnal y Roberto pone bajo su control una parte del condado de Blois. Toma a su conde la ciudad de Tours y toma Langeais a Fulco Nerra, rompiendo así la alianza con Anjou, hasta ese momento fiel sostén del difunto rey Hugo Capeto. Con este comienzo de reinado, las alianzas se invierten.35
Berta, la esposa de Odón, tomó al rey Roberto como protector y defensor de su causa.
Richer de Reims, Histoire, 996-998.36
La excomunión de Roberto el Piadoso, en una pintura de Jean-Paul Laurens, 1875, óleo en tela, París, museo de Orsay. En realidad, la excomunión no llegó a ser promulgada por el papa.37
La pareja no tuvo inconvenientes en encontrar obispos complacientes que los casara; lo hicieron entre noviembre y diciembre de 996 por Archambaud de Sully, arzobispo de Tours,31 con el desacuerdo del papa Gregorio V. Para restablecer las buenas relaciones con la Santa Sede, el joven monarca anula la sentencia del concilio de Saint-Basle, libera al arzobispo Arnulfo de Francia y lo restaura en la sede episcopal de Reims. Gerberto de Aurillac se ve obligado a pedir refugio en la corte de Otón III en 997. Sin embargo el papa no cede y llama al orden a Roberto y Berta por lo que considera una «unión incestuosa».38 Los concilios reunidos en Pavía (febrero de 997) y Roma (verano de 998) confirmaron la posición del papa y los condenaron a hacer penitencia por siete años, en caso de que no se separaran, se expondrían a la excomunión. Pero al cabo de cinco años de unión, Berta y Roberto no habían tenido descendencia: sólo engendraron un hijo, que nació muerto. La elección de Gerberto al pontificado (Silvestre II) en abril de 999 no cambia nada la situación; luego de un sínodo el nuevo papa confirma la condena del rey de Francia, quien debe asumir su «perfidia».37 Finalmente, los siete años de penitencia se cumplen durante 1003.39
Vinieron a la Sede Apostólica y después de haber culminado su penitencia, volvieron a sus dominios (Postea ad sedem apostolicam venientes, cum satisfactione suscepta peitentia, redierunt ad propria).
Yves de Chartres, IX, 8, carta al rey Enrique I de Francia39
Constanza de Arlés se hace reina (1003-1032)®
Constanza de Arlés, nueva reina de los Francos, una fuerte personalidad del siglo xi. Grabado de fines del siglo xix.
Al no tener hijos, Roberto decide casarse nuevamente, a pesar de que la relación sentimental con Berta sigue siendo estrecha.39 Como la iglesia no reconoció el matrimonio de Roberto con Berta, no se entendió necesario seguir el proceso de divorcio. Se casa por tercera vez entre 1003 y 1004 con una princesa lejana a quien no conocía para evitar todo tipo de parentesco. Constanza de Arlés tiene 17 años y es hija de Guillermo I, conde de Provenza y Arlés y de Adelaida de Anjou.40 Esta familia Provenzal adquirió gran prestigio durante el siglo X cuando el conde Guillermo I (llamado el libertador) expulsó definitivamente a los sarracenos de La Garde-Freinet en 972 y su madre había sido reina de Francia entre 982 y 984 por su matrimonio con el rey carolingio Luis V. Además, la familia está emparentada con la casa de Anjou, con la que se restablecen las alianzas.41
Pero Constanza es una esposa que no hace feliz al rey. La personalidad de la reina da lugar a comentarios muy desfavorables por parte de los cronistas: «vanidosa, avara, arrogante, vengativa», a pesar que este tipo de comentarios son muy raros en el siglo XI, en particular con una reina. Por otra parte, se sabe que los provenzales que acompañaron a Constanza a la corte fueron menospreciados y excluidos por los Francos. Siguiendo a los escritos contemporáneos, el contacto entre las dos cortes a principio del siglo xi fue un verdadero «choque cultural». Raoul Gabler, por ejemplo, subraya el rechazo de los eclesiásticos francos más conservadores a la moda provenzal, porque implica novedad y por tanto desorden. En general los provenzales del año mil no usaban ni barba ni bigotes (lo que para los francos era considerado afeminamiento) y también usaban la cabeza rapada (cosa que los francos reservaban a los eclesiáticos). Estas situaciones debieron influir en el comportamiento de la Reina.42 43 Según Helgaudo de Fleury, el mismo rey temía a su esposa,44 quien aparentemente había cegado ella misma a su confesor acusado de herejía.
La única ventaja del matrimonio fue que Constanza tuvo una numerosa progenie:
Alix de Francia (1003-aproximadamente 1063), casada con Renaldo I de Nevers, conde de Nevers.
Hugo de Francia (aproximadamente 1007-1025), asociado al trono de su padre. Murió antes que éste.
Enrique I de Francia (aproximadamente 1008-1060), rey de los Francos.
Adela de Francia (aproximadamente 1009-1079), esposa de Ricardo III de Normandía y de Balduino V de Flandes.
Roberto de Francia (aproximadamente 1011-1076), primer duque de Borgoña de la dinastía de los capetos.
Odón (aproximadamente 1013-entre 1057 y 1059), considerado «imbécil» e incapaz de gobernar según la crónica (terminada en 1138) de Pierre, hijo de Béchin, canónico de San Martín de Tours.
Genealogía de los Robertinos entre los siglos IX y XI
Durante el reinado de Roberto el Piadoso, Constanza protagoniza muchas intrigas con el objetivo de preservar un lugar preponderante en la corte franca. Raoul Glaber remarca precisamente que la soberana lleva «el control de su marido». Para los contemporáneos, una mujer que dirige a su marido implica una situación anormal. No obstante, el rey no ha dejado de amar ni de ver a Berta de Borgoña, lo que divide la corte en bandos. En determinado día del año 1008, el rey y su fiel amigo Hugo de Beauvais estaban de caza en un bosque cerca de Orleans, cuando una docena de hombres de armas aparecen y se lanzan sobre Hugo y lo asesinan ante los ojos del rey. El crimen fue dirigido por Fulco de Nerra y seguramente ordenado por la reina.Nota 5 Roberto, hastiado de la situación al cabo de seis o siete años de matrimonio acude al papa personalmente, acompañado de Angilramme (un monje de San Riquier) y de Berta de Borgoña, entre 1009 y 1010, sin ocultar que busca la anulación del matrimonio con Constanza,46 con el argumento de su participación en el asesinato de Hugo de Beauvais. Odorannus, un monje de Saint-Pierre-le-Vif en Sens, explica en sus escritos que durante el viaje Constanza se retiró afligida a sus dominios de Theil y también que se le apareció san Savinien y tres días después volvió Roberto y dejó definitivamente a Berta. A partir de ese momento, Berta desaparece de la documentación y muere en enero de 1010.47
Los problemas continúan, ya que la disputa entre las dos reinas sólo oculta la rivalidad entre las casas de Blois y Anjou. En medio de esta disputa, después de la victoria militar de Odón II de Blois sobre Fulco de Nerra en Pontelvoy (1016), la reina Constanza buscó fortalecer la posición de su familia en la corte. Para eso ella y su clan angevino presionan al rey de asociar al trono a Hugo,48 su hijo primogénito, de manera de asegurarse la regencia en caso de muerte de Roberto. Contra la opinión de los consejeros reales y los príncipes territoriales, Roberto cede y así, según indica Raoul Glaber, Hugo fue consagrado a la edad de 10 años el día de pentecostés de 1017 (9 de junio), en la iglesia abaical de Saint-Corneille de Compiègne.49 Si bien la asociación favorecía marcadamente a una de las grandes familias nobles -y podía poner en riesgo la propia vida del monarca-, Roberto consideró que la asociación era la mejor manera de consolidar la dinastía y evitar que otra de las familias nobles disputara el trono a su muerte. Por otra parte, no entrega ningún poder real a su hijo, que por este motivo es humillado constantemente por la reina. Cuando asumió la mayoría de edad, Hugo se rebeló contra su padre; muere en el transcurso de esa rebelión, tal vez de una caída de su caballo50 en Compiègne entre 1025 y 1026, con apenas 18 años de edad.
La reina se opone a la asociación de su segundo hijo Enrique, buscando la asociación de su otro hijo Roberto, a quien prefiere. En esta oportunidad Roberto impone su criterio de consolidación dinástica y Enrique es coronado en Reims el día de pentecostés de 1027.51
Conquistas Territoriales®
El rey Roberto define una política clara: recuperar la función condal para su beneficio, ya sea apropiándosela o designando para ella a obispos afines; es la misma política seguida por los Otónidas, la dinastía más poderosa de occidente en esa época. La victoria más resonante de Roberto es la adquisición del ducado de Borgoña. El duque Enrique I de Borgoña murió en octubre de 1002, sin heredero legítimo. Otón Guillermo era hijo de Gerberge de Chalon, segunda esposa de Enrique I, además de ser conde palatino de Borgoña por herencia de su padre Adalberto II de Ivrea y conde de Mâcon por su matrimonio con Ermentrudis de Roucy. Según la crónica de San Benigno de Dijon, fue designado heredero del ducado,:52 « Según el testimonio del cronista Guillermo de Jumiège, Enrique lega su ducado al rey Roberto II que con orgullo arrogante, los Borgoñones se niegan a reconocer como duque». teniendo el apoyo de varios señores borgoñones, pero se muestra más interesado en sus posesiones más allá del Saona -condado de Borgoña- y también hacia Italia de donde es originario.,53 «Hay fuertes indicios de que fue candidato a la corona de Lombardía en 1016; ya había repartido entre sus hijos los condados de Macon y de Borgoña. En 1024, dona en presencia del rey a la abadía piamontesa de Fruttuaria, fundada por Guillermo de Volpiano, el viejo monasterio de San Martín de Aquamarine y murió el 24 septiembre de 1026.» Por otra parte, el ducado de Borgoña conseguido en 94354 por Hugo el Grande,55 padre de Enrique I y abuelo de Roberto, era considerado por éste, parte del dominio familiar Robertino.56 Borgoña era un rico ducado, que incluía varias ciudades importantes como Dijón, Auxerre, Langres, Sens. La rivalidad entre Hugo I de Calon, obispo de Auxerre que era partidario del rey Roberto con el conde Landry de Nevers, quien era yerno y aliado natural de Otón Guillermo además de tener derechos naturales sobre Auxerre, desencadena la intervención armada de Roberto. Éste, junto a Ricardo II de Normandía, juntan sus tropas y penetran en Borgoña en la primavera de 1003, pero son dentenidos frente a Auxerre y Saint-Germain d’Auxerre. En 1005, Roberto y sus tropas vuelven con más éxito y toman Avallon en pocos días de combate y después Auxerre. Durante el asedio a Auxerre, Otón Guillermo se encuentra en el bando del rey,57 por lo que debió mediar un tratado.58 «… acuerdo que incluiría sin duada el matrimonio de uno de los hijos de Otón con una hija del duque de Normandía, …». Con la mediación del obispo Hugo de Chalon, el conde Landry se reconcilia con el rey reconociéndole los condados de Avallon y Auxerre. Tras los acuerdos de 1005-1006, Otón Guillermo reconoce que el título ducal y el conjunto de las posesiones del anterior duque Enrique I revierten al dominio Robertino. La ciudad de Dijón permanece en posesión del irreductible obispo de Langres, Bruno de Roucy, que no quiere que Roberto se asiente a ningún precio.
El reino de Roberto el Piadoso a fines del siglo X.
En Sens se desarrolla una lucha entre el conde Fromondo II y el arzobispo Leotherico por el control de la ciudad. Leoterico, que es cercano al rey se opuso a la construcción de una importante torre defensiva ordenada por el conde. En 1012, Renardo el Malvado sucede a su padre Fromondo en el condado y la situación empeora por el vínculo con el obispo de Langres, Bruno de Roucy, con el nuevo conde, que es su tío maternal y enemigo del rey Roberto. El arzobispo de Sens, aislado, apela al rey, quien deseaba intervenir por múltiples razones: Sens era una de las principales sedes archiepiscopales del reino, era el camino obligado para entrar en Borgoña y porque con su posesión partía en dos los dominios de Odón II de Blois. El conde es excomulgado y atacado por las tropas reales que toman Sens el 22 de abril de 1015. Reinardo que es aliado de Odón de Blois, propone un acuerdo a Roberto: continuar ejerciendo el cargo condal y que a su muerte este revirtiera a la corona. Reinardo muere cuarenta años más tarde, pero Roberto ya había puesto el condado bajo su control, integrándolo definitivamente al dominio real.59 Una vez terminada la conquista de Sens, Roberto se dirige a Dijón para terminar la conquista de Borgoña. Según la crónica de la abadía de San Benigno de Dijón fue el abad Odilón de Cluny quien con su intervención conmovió al rey quien renuncia al asalto, aunque su retirada también pudo haber estado motivada por la presencia de Humberto de Mailly y Guy le Riche, dos bravos lugartenientes del conde de Dijón, quienes dirigían la defensa de la ciudad.60 El obispo de Langres, Bruno de Roucy, muere a fines de enero de 1016. Días más tarde vuelven las tropas reales a Dijón y Roberto instala a Lambert de Bassigny como obispo de Langers, a cambio de que le entregue Dijón y su condado.61 62 Así, después de casi quince años de campañas militares y diplomáticas, el rey logra retomar la posesión del ducado de Borgoña que había pertenecido a su abuelo. El título ducal se le entrega a su hijo menor, Enrique, pero dada su corta edad el rey mantiene el gobierno y el control del ducado en sus manos. La muerte en 1025 de Hugo de Francia, hermano menor de Enrique, hace que éste sea finalmente el heredero de la corona real y el título ducal pasa a manos de su hermano siguiente Roberto, posteriormente llamado de Borgoña o el Viejo, cuya descendencia regirá Borboña hasta mediados del siglo xiv. Las tierras allende el Saona, el condado de Borgoña, se integra en el Imperio y sigue sus destinos.63 64 Cuando Burcardo de Vendôme, conde de París y fiel servidor de Hugo Capeto, muere entre 1005 y 1007, el condado no es entregado a su hijo Renaudo. Cuando a su vez éste también muere en 1017, el rey se apropia de sus condados de Melun y Dreux. El arzobispo de Bourges, Dagoberto, muere en 1012. Roberto designa directamente como sucesor a Gazulin, anciano abad de Fleury; pero el vizconde Godofredo de esta ciudad, intenta intervenir personalmente en la elección del sucesor de Dagoberto, e impide al nuevo obispo hacerse cargo de la sede. Debieron intervenir Odilón de Cluny, el rey Roberto y el mismo papa Benedicto VIII para que Gazulin accediera a la sede.65
La herejía en Orleans (1022)®
Artículo principal: El caso de herejía en Orleans
Primera página de un manuscrito de Miracula Santi Benditi en el que André de Fleury da cuenta de la herejía de Orleans, siglo xi. Archivos departamentales del Loiret, H20
Durante el tránsito por el año mil se vivió en Occidente un fuerte movimiento por la reforma de la iglesia (reforma de Cluny) y un auge de la religiosidad, vinculada al misticismo y al miedo por el juicio final, lo que trajo aparejado un «despertar de la herejía» y persecuciones por parte de las autoridades eclesiásticas y civiles. Durante la Alta Edad Media, no se habían conocido este tipo de persecuciones. Es en el siglo xi y con este proceso en Orleans, que comienza la prolongada y negra historia de la quema de herejes en el Occidente cristiano: Orleans (1022), Milán (1027), Cambrai (1078). En el caso del rey Roberto, el caso de los herejes de Orleans constituye un elemento fundamental de su reinado y, aún para la época, un impacto sin precedentes.66 La documentación de los sucesos nos llega exclusivamente a través de fuentes eclesiásticas: Raoul Glaber, Ademar Chabannes, Andre de Fleury, Jean de Ripoll y Paul de Chartres. El cambio de milenio extendió la idea de una sociedad corrompida y quedó en evidencia el fuerte contraste entre las riquezas de la Iglesia y la humildad predicada por Jesucristo. En este contexto, algunos clérigos denuncian la sociedad de la época e instan a renovar la sociedad cristiana. La cuestión no es nueva; ya en el siglo ix, se habían dado controversias entre eruditos sobre el dogma, la eucaristía, el culto a los santos, etcétera, pero 1022 la controversia es de una naturaleza completamente diferente. Raoul Glaber cuenta la historia de un campesino llamado Leutrad de Vertus (Champaña) quien alrededor de 994, decide separarse de su esposa, destruir el crucifijo de la iglesia local y predicar que los campesinos de su aldea no paguen los diezmos, fundamentado en la lectura de las Santas Escrituras. El obispo de su diósesis, Gibuin I de Châlons lo convoca y debate con él en público, estableciendo que sus propuestas eran heréticas. Abandonado por todos, Leutrad se suicida. Esta situación se repitió a lo largo del siglo xi con varias personas que disentían con la ortodoxia católica: fueron puestos a debatir con clérigos muy instruidos en público, de manera que ellos y su mensaje quedaran en ridículo y fueran desacreditados ante los ojos del pueblo llano.67 Por su parte Ademar de Chabannes señala alrededor de 1015-1020, la aparición de maniqueos en Aquitania, sobre todo en las ciudades de Toulouse y Limoges.
Surgen en varias partes predicadores instando a la renuncia a las relaciones carnales, la destrucción de las imágenes, la inutilidad de la medicación de la Iglesia para la salvación del alma y el repudio a los sacramentos (en especial el bautismo y matrimonio). La Iglesia reacciona acusándolos de herejía. Raoul Glaber sostiene en sus escritos que Satanás fue liberado «después de mil años» como anuncia el Apocalipsis y que es el inspirador de todos los herejes, desde Leutard hasta los de Orleans. Otro de los contemporáneos manifiesta:
«Ellos (los herejes) pretendían tener fe en la Trinidad en divina unidad y en la encarnación divina del Hijo de Dios, pero era falso ya que también sostenían que los bautizados no podían recibir el Espíritu Santo en el bautismo y que después de un pecado mortal no era posible recibir el perdón.
André de Fleury, circa 1025.67 »
Los cronistas difieren en el origen de la herejía orleanesa: para Ademar de Cabannes provino o de un campesino de Perigaud, mientras que para Raoul Glaber la origina una mujer de Ravennes. En lo que coinciden es en que lo más inadmisible es que el mal se radique en Orleans, la ciudad real, sede de la catedral de la Santa Cruz donde fue bautizado y consagrado el rey Roberto. Algunos canónicos de la catedral, próximos a la corte, eran partidarios de estas doctrinas consideradas heréticas: Teodato, Herberto (prior de la Iglesia de Saint-Pierre-le Puellier), Foucher y en particular Etienne (confesor de la reina Constanza) y Lisoie (del coro de la catedral), entre otros. El rey es advertido por Ricardo de Normandía en la Navidad de 1022, los canónicos son arrestados e interrogados por largas horas. Raoul Glaber sostiene que ellos reconocen pertenecer a la «secta» desde hace tiempo y que su designio era convencer a la corte real de sus creencias (rechazo a los sacramentos, prohibiciones alimentarias, sobre la virginidad de María y sobre la Trinidad). Estos detalles seguramente sean ciertos, por el contrario parecería que la intención de él y otros cronistas fue demonizar a los participantes del «círculo de Orleans» acusándolos de practicar orgías sexuales, de adorar al diablo y otros crímenes rituales. Éstas, eran las mismas acusaciones hechas a los cristianos durante la Antigüedad Tardía.68 67
«En ese momento, diez de los canónicos de la Catedral de la Santa Cruz de Orleans, los que parecían más piadosos que los otros, fueron declarados culpables de ser maniqueos. El rey Roberto, ante su negativa de volver a la fe, los despojó de la dignidad sacerdotal, luego los expulsó de la Iglesia y al final los entregó a las llamas.»
Ademar de Chabannes, circa 102569
Según la leyenda, Etienne, el confesor de la reina, habría recibido un golpe de bastón que le habría perforado un ojo. El rey Roberto hizo montar una enorme pira en las afueras de la ciudad el 28 de diciembre de 1022, esperando atemorizarlos, pero queda impactado con la reacción:
«Seguros de si mismos, no se atemorizaron por el fuego; anunciaron que saldrían ilesos de las llamas y tranquilos se dejaron atar en la pira. Por supuesto fueron totalmente reducidos a cenizas y no se encontró siquiera un trozo de sus huesos»
Ademar de Chabannes, circa 102569
Este encarnizamiento sorprende a los contemporáneos e incluso a los historiadores modernos. Los distintos cronistas se muestran horrorizados por las prácticas heréticas, pero no comentan en ningún momento la sentencia; Helgaudo de Fleury hace silencio sobre todo el episodio.
Los condenados formaban parte del entorno de la reina Constanza de Arlés. Miniatura que representa a la reina ante su hijo, Enrique I. Grandes Crónicas de Francia de Carlos V, BNF, Fr.2813, f.177
Los motivos del rey para tomar una resolución tan violenta y alejada de los usos de la sociedad desde hacía siglos, son objeto de debate entre los historiadores. De hecho el resultado es que por el proceso instruido y dirigido por el rey y la corte triunfa el partido de Eudes de Blois y se instala un procedimiento cruel para sanjar diferencias doctrinales, que perduraría en Europa y otras áreas del mundo bajo su influencia por varios siglos.
Uno los motivos que se plantean es la sincera piedad del rey Roberto y su temor a las diferencias doctrinales en el reino.
Otro es que, con la destitución del obispo Thierry II de Orleans -que había sido designado por apoyo del rey- con el argumento de sus vínculos con los herejes y la designación de Olderico que era el candidato de Odón II de Blois, comienza el proceso de alianzas que se verifica en 1024 cuando invaden coordinadamente la Lorena y el Reino de Borgoña para repartírselos:70 «en otras palabras, la acusación de herejía habría constituido un pretexto conveniente, probablemente reforzado por las especulaciones intelectuales de los canónigos, para facilitar un compromiso con los señores rivales de Roberto en el dominio real»71
Una tercera causa, vinculada con las anteriores es la relación cada vez más tensa entre el rey y la reina Constanza de Arlés,Nota 6 quien ahora estaba muy próxima a los canónigos y el obispo Thierry. Se puede suponer que Roberto rompe con el partido angevino, sostén tradicional del rey contra los condes de Blois y al que Constanza está vinculada por su madre, para aproximarse a la casa de Blois en particular a su primera esposa Berta de Borgoña, madre de Odón II de Blois y abuela del obispo Olderico.70
De esta manera, las motivaciones religiosas, políticas y conyugales son sin dudas complejas y pueden estar combinadas en la explicación de la determinación real, teniendo presente además que Roberto al tomar la iniciativa de convocar el sínodo, deja de manifiesto también su autoridad en materia de defensa de la Iglesia y de la fe.72
Fin del reinado®
El rey del año mil®
Artículo principal: Edad Media#El año mil
Los terrores falsos®
El Hijo enviado por Dios Padre para salvar al género humano de Satanás. Apocalypse de Saint Sever, circa 1060, Biblioteca Nacional, París.
El terror o miedo del año mil, es un mito del siglo xvi, basado en una cronología de Sigeberto de Gembloux (siglo xii), antes de ser tomados por los historiadores románticos (con la excepción de Jules Michelet) durante el siglo xix. Estos trataron de explicar que los cristianos occidentales estaban aterrorizados por el pasaje del año mil al siguiente en el que Satanás podría resurgir del abismo y provocar el fin del mundo. El cristianismo es una religión escatológica, que exige de los hombres un comportamiento ideal durante la vida terrenal para tener la esperanza de obtener la Salvación Eterna a partir del Juicio Final. Esta creencia doctrinal está presente a lo largo de toda la Edad Media y en particular durante los siglos X y XI, período durante el cual la Iglesia todavía es vista como sagrada y está muy apegada a lo ritual. Sin embargo no debe confundirse lo escatológico con el milenarismo: es decir la creencia del fin del mundo en el año mil y el regreso de Cristo a la Tierra.73
El origen está en el Apocalipsis según san Juan, que profetiza el regreso de Satanás mil años después de la encarnación de Cristo:
«Porque vi un ángel descender del cielo llevando en su mano la llave del Abismo y también una enorme cadena; y tomó al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo».
Apocalipsis 20:1-3, siglo I DC74
Ya en el siglo v, san Agustín había interpretado el milenarismo como una alegoría espiritual en la que el número «mil» no significa más que un largo período de tiempo no determiando numéricamente (De civitate Dei contra paganos). Algunos años después, el concilio de Éfeso decide condenar oficialmente la concepción literal del milenio. A partir del fin del siglo x, se evidencia un interés creciente dentro del clero por el Apocalipsis, que se manifiesta por la difusión en todo occidente de Comentarios del mismo (Apocalipsis de Valladolid, Apocalipsis de Saint-Saver, etc.). Aun así, la Iglesia mantiene el control del movimiento milenarista.75
Junto a esta posición oficial de la Iglesia, el análisis de las fuentes, todas eclesiásticas, puede generar contradicciones. «La enormidad de los pecados acumulados durante siglos por los hombres», remarcan los cronistas, hace pensar que los contemporáneos efectivamente creían que el mundo iba hacia la perdición y que el momento del fin del mundo se acercaba. Raoul Gabler, es una vez más una de las escasas fuentes sobre este tema. Escribió su Histoires ente 1045 y 1048, es decir unos 15 años después del milenio de la pasión (1033):
Se creía que el orden de las estaciones y los elementos, que había reinado desde el comienzo en todos los siglos pasados, volvería al caos y que esto era el fin del género humano.
Raoul Glaber, Histoires, IV, circa 1048.76
De hecho, el monje borgoñón describe la situación varios años después manteniendo una vez más una visión escatológica, fiel al Apocalipsis. Su objetivo es interpretar los signos como la acción de Dios que deben ser vistos como advertencias enviadas a los hombres para que hagan actos de penitencia. Estos signos son atentamente advertidos por los clérigos. Se señalan los incendios (catedral de Orleans en 989, los arrabales de Tours en 997, catedral de Chartres en 1020, Abadía de Fleury en 1026,....), los desastres naturales (terremotos, las sequías, el cometa, hambrunas), la invasión de los paganos (los sarracenos que vencieron a Otón II en 982) y finalmente la proliferación de herejías propagadas por mujeres y campesinos (Orleans en 1022 y Milán en 1027). Y agrega:
Representación de los Vikingos datada entre el siglo ix y x
«Estos signos concuerdan con la profecía de Juan, según la cual Satanás sería desencadenado después de mil años».
Raoul Glaber, Histoires, IV, circa 1048.77
Por otra parte, hay que tener en cuenta que en el entorno del año mil, sólo una parte ínfima de la población Franca (poco más que la élite eclesiástica) era capaz de calcular el año en curso con fines litúrgicos o jurídicos (fechar las cartas reales). Los que podían determinar con precisión la fecha, concebían un «milenio desdoblado» entre la encarnación (año 1000) y la resurrección (año 1033). Además, si bien la era cristiana se comienza a usar a partir del siglo vi, su uso no se generaliza hasta la segunda mitad del siglo xi. En resumen, la ubicación temporal del momento no se hacía por los años; la vida estaba regulada por las estaciones, las oraciones diarias y sobre todo las grandes fiestas religiosas y esto variaba según el lugar (el año en Inglaterra comenzaba en Navidad y en Francia comenzaba en pascuas.75 Ése era el tiempo para el hombre de la época.
Nada en sus escritos prueba que hubiera habido efectivamente un terror colectivo. Entorno al año 960, a demanda de Gerberga de Sajonia, el abad Adson de Montier-en-Der escribe un tratado (Sobre el nacimiento de la época del Anticristo) en el que reseña un índice de lo que las Santas Escrituras refieren sobre el Anticristo. Llega a la conclusión de que el fin de los tiempos no sobrevendrá antes que los reinos del mundo se separen del Imperio. En Abón de Fleury, el pasaje al segundo milenio no pasó desapercibido, ya que entorno al año 998 hace una petición a Hugo Capeto y su hijo ya asociado al trono: Roberto. En ella acusa a un clérigo, que aunque era estudiante, reivindicaba el fin del mundo durante el cambio de milenio. Por tanto, incluso los grandes intelectuales del siglo x son antimilenaristas.78 75
«Se me ha hecho saber que en el año 994 los sacerdotes de París anunciaron el fin del mundo. Están locos. No hace falta más que abrir el texto sagrado, la Biblia, para ver que no se sabrá ni el día ni la hora.»
Abón de Fleury, Petición a los reyes Hugo y Roberto, circa 998.74
Desde Edmond Pognon, los historiadores modernos han demostrado que no existieron grandes terrores populares. Sin embargo durante la década de 1970, aparece una nueva explicación. Georges Duby sostiene que aunque no haya existido un terror popular manifiesto entorno al año mil, se puede detectar una «inquietud difusa» y permanente en el Occidente cristiano de la época. Probablemente hubiera a fines del siglo x personas consternadas con la proximidad del año mil y con ciertas inquietudes, pero seguramente serían muy minoritarios ya que las personas más instruidas como Abón de Fleury, Raoul Glaber o Adson de Montier-en-Der no lo creían.Nota 7 Nota 8
Cambios en el Feudalismo®
Artículos principales: Feudalismo y Mota castral.
Castillo de Gisors en Francia.
El feudalismo es un término complejo cuyo estudio histórico es delicado. «Es un conjunto de instituciones y de relaciones que involucran a toda la sociedad, que por tanto es llamada feudal»79 Los modernos medievalistas no están de acuerdo sobre la cronología ni sobre el mecanismo en el que se consolida el feudalismo. Por un lado están los «mutacionistas» (G. Duby, P. Bonnassie, J.-P. Poly, E. Bournazel…) que sostienen que hubo una mutación entorno al año mil y que el siglo xi provocó una ruptura con la sociedad de la época, sustituyendo a la vieja sociedad carolingia. Por otra parte, se consolida una nueva corriente llamada de los «tradicionalistas» (D. Barthélemy, K.-F. Werner, E. Magnou-Nortier, O. Bruand…) que sostienen que el feudalismo se consolidó progresivamente desde el siglo ix al xii sin rupturas. Para estos últimos la imagen equivocada de ruptura que sostienen los «mutacionistas» surge de una interpretación errónea de las fuentes.80
La jurisdicción carolingia (siglo ix-1020 aprox.)®
Durante la Alta Edad Media, ya existía un cierto vínculo feudal ya que ciertos poderosos otorgaban un beneficio (beneficium) a sus leales (en general tierra). Por tanto, la sociedad ya está basada en una «servidumbre» latente que se diferencia por el acceso a la justicia: sólo los hombres libres acceden a ella, mientras que los no libres son castigados y protegidos por sus amos.Nota 9 El rey y los príncipes del siglo x todavía usaban la Justicia para defender sus bienes y sus derechos, imponiendo multas como el Heriban (impuesto de 60 sous a quienes no acuden a servir en las huestes del señor) y confiscando los bienes de quienes los ofenden.82
El propio devenir económico y social carolingio, sumado a los cambios militares que impusieron las invasiones vikingas, provocaron que a partir del entorno de 920, la autoridad pública se comienza a ubicar en varios puntos estratégicos (rutas, ciudades, lugares defensivos, etcétera). Las alianzas matrimoniales unen los hijos reales con los de las familias condales desde el siglo ix: varias dinastías entran en juego, lo que hace decir a Adalberón de Laon:
Archivo:Hommage au Moyen Age-miniature.jpg
Un vasallo arrodillado realiza la inmixtio manum durante el homenaje a su señor, sentado. Un escribiente toma nota. Todos están sonrientes.
«Los linajes nobles, descienden de sangre de reyes»
Adalberón de Laon, Poema al rey Roberto, circa 1027-1030.83
Los textos ya hacen referencia a un juramento de fidelidad: el beso (osculum) generalmente usado como gesto de paz entre parientes o aliados. Por el contrario el homenaje (commandatio) era visto inicialmente como un gesto humillante y según parece sólo algunos condes lo llegaron a realizar como sumisión al rey.84
Del lado de los humildes, la fidelidad también pude ser de orden servil, como en el caso de los impuestos personales, que a lo largo del siglo ix se transforman en «homenaje servil».
Para hacer frente a los crecientes deberes condales, los condes comienzan a delegar parte de estas funciones en los lugartenientes de sus castillos antiguos o en construcción. Estos últimos a su vez, van delegando algunas de sus propias funciones en otros delegados más humildes (típicamente la asamblea judicial para los más humildes era la vicaría). De esta forma la sociedad se va estratificando o feudalizando.85
Surgimiento de los Señoríos (entorno a 1020-1040)®
La fortaleza de Montlhéry, símbolo de la revuelta castellana en la Île-de-France (ruinas de los siglos XII-XIII
Georges Duby explica que entre 980 y 1030 los pagus de la alta Edad Media se van transformando progresivamente en territorios centralizados por su fortaleza pública, que se transforma rápidamente en la sede del poder de las familias nobles. Por todo el reino se construyen castillos en madera primero y en piedra después, sobre motas naturales o artificiales (hay una verdadera proliferación a partir de 1020 y desde esta fecha la mayoría se construye en piedra o se sustituye en piedra la mota anterior de madera). La mota no es necesariamente la residencia principal, pero se constituye en un punto donde se afirma la legitimidad del poder señorial. También se verifican ciertos cambios de orden jurídico.86 87 Los señores, delegados por los condes en los castillos, privatizan la justicia pública y la hacen hereditaria. Esto es llamado por ciertos historiadores el «choc châtelain» y es visto como una verdadera revolución social. En los límites del dominio real de Roberto el Piadoso, es el propio rey quien ordena la construcción de fortalezas (como Montlhéry o Montfort-l'Amaury) para la defensa de los dudosos condes vecinos.88 Estas fortalezas son custodiadas por señores (como Guillermo de Monfort) quienes para hacer valer su justicia en el territorio (districtus) contratan militares (caballeros) de distintos extractos sociales (nobles sin herencia, hombres libre ricos, algunos campesinos con tierra e incluso algunos siervos) y establecen con ellos lazos de vasalleje. De esta manera se va completando la pirámide feudal:
La pirámide feudal entorno al año 103089 90
Rey Conde Señor Caballero Siervo
El primero entre pares (responsable del reino, de la guerra y de la paz). Príncipe territorial con sangre real. Originalmente funcionario del rey, se vuelve independiente en el curso del siglo ix (responsable del condado). Emparentados con las familias condales, inicialmente eran funcionarios del conde, que se independizan en el curso del siglo xi (responsables del señorío: castillo y su jurisdicción). Combatiente a caballo y auxiliar del señor, es responsable de asegurar los derechos del señor en escala local. Depende de un señor de la tierra, al que paga un impuesto fijo (censo) por su dependencia y derechos de uso de instalaciones banales (molino, prensa, horno,...) al mismo señor u otro que instalara dichos elementos en tierras del anterior.
Este nuevo sujeto, acumula fuerzas y legitima su poder enlazando siempre que puede con la nobleza de sangre. En el proceso, el conjunto de los poderes públicos se van privatizando: es el bannum. Algunos de estos nuevos señores, llegan a convertirse en condes y fundar familias condales. Georges Duby muestra en su tesis que entre 980 y 1030, los señores desertan de la corte del conde de Mâcon, se apropian del señorío y terminan acaparando todo el poder local.91 92 Si bien se refuerza la independencia de estos poderes locales, también se verifican homenajes del vasallo al señor y se desarrolla un conjunto de ayudas vasalláticas que se van precisando jurídicamente (fidelidad, apoyo y consejo militar...) y los señores tratan de hacer cumplir a sus vasallos por la fuerza. En definitiva, el beneficio se va transformando en feudo (feodum) y la propiedad completa (alodio) se hace cada vez más rara.
El establecimiento de los señoríos banales®
"Los cuatro caballeros". Apocalipsis de Valladolid, circa 970, Biblioteca de Valladolid, España.
El objetivo de los señores no es obtener una independencia política plena de los condes (lo que los expondría a las ambiciones de otros señores), sino asegurar un sólido dominio sobre sus siervos. En este sentido, entorno a 1030 en el condado de Provenza, los señores obligan a los campesinos libres (alodiales) a entrar en dependencia a cambio de algún bien o remuneración.93
Una de las características de la época feudal, es la proliferación de lo que los textos llaman «malos usos» (malas costumbres). Durante el reinado de Carlos el Calvo, el edicto de Pîtres (864) ya hace referencia a las costumbres, lo que hace pensar que habría una continuidad jurídica entre la época carolingia y el año mil. En general, la documentación no permite hacer una descripción detallada de los distintos tipos de ingresos, los derechos sobre la tierra, las casas o las parcelas ni de la población involucrada. Estos usos son reputados como nefastos y nuevos por las comunidades campesinas, pero hay casos en los que al parecer no eran tan nuevos o tan abusivos.Nota 10
Desde la época carolingia, el campesino vive en un mansus (o tenencia, casa con un terreno cultivable, en general de tamaño suficiente para mantener a una familia) al que trabaja a cambio de un impuesto y de corveas. El impuesto podía consistir en un pago por habitante (cens) o, más generalmente parte de la producción (champart) o ambas. La corvea consistía en trabajar gratuitamente en la producción del señor. El señor recurre a la justicia pública, la vicaría (condal o real) en los casos en que no obtuvo esa competencia. Este es el sistema del señorío territorial.
A partir de los años 1020-1030, junto al señorío territorial aparece un nuevo estamento jurídico. El campesino sigue pagando los derechos feudales (cens o champart) a su señor territorial, pero un nuevo señor (el caballero respldado por sus topas) se apodera de forma más o menos violenta de la justicia pública que toma de su conde. Ocupa la vicaría e impone a los campesinos del señorío sus derechos banales: la comunidad se ve obligada a someterse jurídicamenta a esta usurpador y pagarle regalías por el uso del molino, el horno, la prensa (aceite o vino), las vías (caminos o canales), que es lo que se denominan banalidades.
Para algunos historiadores (Duby, Bonnassie) los nuevos señores restablecieron la igualdad entre hombres libres y no libres sometiendo a todos a la condición de siervos. Para otros (Barthélemy), no hay más que un cambio de nombre en los textos, mientras la condición sigue incambiada desde los tiempos carolingios (es decir una especie de «homenaje servil», más que una situación de esclavitud). Este es el sistema del señorío banal.Nota 11
Los conflictos locales llamados «feudales» tienen su origen en la percepción de regalías por parte de tal señorío o tal otro, lo que representa un ingreso financiero considerable. Todos los caballeros son responsabilidad del castillo: el señorío. Sin embargo, no se corresponde con un espacio centralizado organizado entorno del castillo; es un territorio fluctuante a merced de guerras privadas. Antes de 1050, es difícil encontrar alguna propiedad perfectamente asociada a un señorío.97 El señor es muchas veces señor territorial y señor de banalidades y para controlar mejor esas funciones (ingresos y poder) delega muchas veces a sus vasallos los caballeros, tal o cual derecho (la vicaría de un señorío, el censo de otro, la corvea en otro...). Por este mecanismo se desarrolla una auténtica maraña de señoríos, que atomiza los derechos sobre la tierra poniendo en entredicho el concepto de propiedad y multiplicando las cargas a los campesinos.98
Roberto el Piadoso y la Paz de Dios®
Artículo principal: Paz de Dios
Institución de la Paz de Dios, Libro de los Macabeos, Biblia de Saint-Pierre-de-Roda, fines del siglo x o principios del siglo xi (Biblioteca Nacional, París).
La Paz de Dios es un «movimiento conciliar de iniciativa episcopal» que surge durante la segunda mitad del siglo x al sur de la Galia y que se propaga en las décadas siguientes (1010-1030) en ciertas regiones septentrionales.
Durante mucho tiempo la historiografía la explicó como una respuesta al fracaso de las estructuras carolingias en un contexto de creciente violencia, durante un período que Georges Duby llamó «Primera Era Feudal» o «Mutación Feudal».99 Hoy se tiene una idea más relativa de la Paz de Dios, en particular por dos cuestiones para las que no se encuentran respuestas:
la imposibilidad de que la iglesia haya concebido en aquel momento una sociedad de lazos horizontales, cuando figuras como Adalberón de Laon y Gerardo de Cambrai despreciaban a los siervos del campo, a pesar de la necesidad de su trabajo;
las dificultades para que el desarrollo económico de los siglos X y XI se hubiera verificado, si efectivamente el marco general era de ese estado de violencia y anarquía.100
Se sabe que los movimientos por la paz ya existían en la Alta Edad Media. En este sentido, desde la época carolingia estaba presente la preocupación por la deshonra que implicaban los asesinatos y violaciones a la Iglesia. Según Christian Lauranson-Rosaz, los primeros signos de la Paz de Dios surgieron en las montañas de Auvernia entorno a Clermont donde la Iglesia predicaba que «la paz vale más que todo».
Características de su reinado®
Ya en el trono, Roberto II obtuvo el reconocimiento de su hijo primogénito Hugo, como sucesor suyo, pero la muerte de éste convertiría en futuro sucesor a Enrique.
Fue un defensor de la Iglesia y protector de la cultura, además de precursor fundamental de la expansión de la orden cluniaciense.
El piadoso Roberto hizo pocos amigos y muchos enemigos, que incluiría a sus propios hijos quienes más tarde se rebelarían.
Matrimonio y Descendencia®
Roberto II de Francia se había casado en primeras nupcias con su prima cuarta Berta de Borgoña, sobrina del duque Otón-Guillermo de Borgoña, aunque de este enlace no tuviera descendencia.101
Por medio de este matrimonio obtuvo el Ducado de Borgoña y le arrebató a la nobleza los condados de Dreux y Melun en el año 1017.102
Este matrimonio no era del agrado del papa Gregorio V, a causa del cercano parentesco y porque durante el pontificado del antecesor papa Juan XV, se había depuesto a Arnulfo del arzobispado de Reims que fue sustituido, con la oposición papal, por Gerberto quien fuera nombrado Silvestre II contando con el apoyo del anterior rey francés Hugo Capeto, y por lo cual exigió a Roberto que anulara el enlace. Éste al negarse provocó que fuera excomulgado, al igual que el arzobispo de Reims que había autorizado el casamiento.
Al final terminó por separarse el matrimonio y le quitara el apoyo al Silvestre II ya que deseaba un acercamiento con el papa. Esto provocó que en un concilio celebrado en Pavía en el año 997, se restituyera como arzobispo de Reims a Arnulfo y se condenara como usurpador a Gerberto, además de levantar la excomunión.101
Roberto se enlazó por segunda vez con Constanza de Arles —aunque al haber sido anulado el anterior matrimonio, estas fueron sus primeras nupcias— hija del príncipe de Provenza (desde 991), mujer muy temperamental cuyo carácter contrastaba intensamente con el de Roberto el Piadoso; pasó a la Historia por defender a ultranza los derechos de su hijo al trono.103 De este matrimonio nacieron siete hijos:
Hedwige de Francia (1003-1063), casada con Renauld, conde de Nevers.
Hugo (1007-1025). Asociado al trono por su padre, murió antes que lo pudiera suceder.
Enrique (1008-1060). Rey de Francia, con el nombre de Enrique I.
Adela de Flandes (1009-1079), casada con el conde Balduino V de Flandes. Su hija Matilde fue esposa de Guillermo I de Inglaterra.
Roberto el Viejo (1011-1076). Primer duque de Borgoña de la casa capetiana. Fue abuelo de Enrique de Borgoña, padre de Alfonso I de Portugal y padre de Constanza de Borgoña, esposa de Alfonso VI el Bravo, rey de Castilla y León.
Eudes de Francia (1013-1056) nació con retardo mental.
Constanza de Francia (1014-¿?), casada con Manasses Conde de Dammartín.
Guerras civiles y fallecimiento®
Sus hijos Hugo, Enrique y Roberto, se habían rebelado contra su padre dando lugar a una guerra civil, en la cual Hugo moriría en plena revuelta, en 1025.
En la continuación del conflicto con Enrique y el joven Roberto, las tropas del rey Roberto resultaron derrotadas y el rey se retiró a Beaugency, en las afueras de París, la capital.
Roberto murió en plena contienda contra sus hijos el 20 de julio de 1031 en Melun. Fue enterrado, junto con su esposa Constanza, en la Basílica de Saint Denis. Le sucedería su hijo Enrique.
Al terminar su reinado, Francia se encontraría en un proceso de importante evolución política.
Predecesor:
Hugo Capeto Rey de Francia
996-1031 Sucesor:
Enrique I
Predecesor:
Otón Guillermo Duque de Borgoña
1004-1016 Sucesor:
Enrique