Padre: Edward Ii, King Of England
Madre: Isabelle De France, Reine Consort D'angleterre
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16° Bisabuelo de: Edward III of England is your 16th great grandfather. → Carlos Juan Felipe Antonio Vicente De La Cruz Urdaneta Alamoo
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(Linea Paterna)
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Edward III of England is your 16th great grandfather.
You → Carlos Juan Felipe Antonio Vicente De La Cruz Urdaneta Alamo
→ Enrique Jorge Urdaneta Lecuna
your father → Elena Cecilia Lecuna Escobar
his mother → María Elena de la Concepción Escobar Llamosas
her mother → Cecilia Cayetana de la Merced Llamosas Vaamonde de Escobar
her mother → Cipriano Fernando de Las Llamosas y García
her father → José Lorenzo de las Llamozas Silva
his father → Joseph Julián Llamozas Ranero
his father → Manuel Llamosas y Requecens
his father → Isabel de Requesens
his mother → Luis de Requeséns y Zúñiga, Virrey de Holanda
her father → Juan de Zúñiga Avellaneda y Velasco
his father → Pedro de Zúñiga y Avellaneda, II conde de Miranda del Castañar
his father → Diego López de Zúñiga y Guzmán, I conde de Miranda del Castañar
his father → D. Pedro López de Zúñiga y García de Leyva, I Conde de Ledesma, Conde de Plasencia
his father → Dª. Juana García de Leyva, Señora de Hacinas, Quintanilla y Villavaquerín
his mother → Juan Martínez de Leyva, III
her father → Isabella Plantagenet
his mother → Edward III of England
her father
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Eduardo III rey de Inglaterra. Fue el penúltimo rey perteneciente a la dinastía Plantagenet; un hombre muy temperamental, aunque también capaz de dar numerosas muestras de clemencia.
En muchos aspectos era un rey convencional, interesado principalmente en asuntos bélicos, y convirtió el Reino de Inglaterra en una de las más importantes potencias militares de Europa.
Durante su reinado se emprendieron importantes reformas legislativas y gubernamentales entre las que destaca el desarrollo del parlamentarismo y estalló la peste negra. Los historiadores liberales rompieron con la visión tradicional de Eduardo - que le presentaba como un rey excelente - y le acusaron de ser un aventurero irresponsable.
En la actualidad este punto de vista ha sido abandonado y la moderna le valora muy positivamente.
Síntesis biográfica
Nació el 13 de noviembre de 1312 en el Castillo de Windsor (actual Reino Unido). Fue el primogénito de Eduardo II e Isabel de Francia y creció en un ambiente enrarecido por las disputas territoriales de sus progenitores. En su minoría de edad, Inglaterra estuvo gobernada por un consejo de regencia, aunque el verdadero poder residía en manos de Isabel y de su amante Roger de Mortimer.
En 1325, su madre abandonó Inglaterra y se trasladó a Francia, desde donde, con la ayuda de su amante Roger Mortimer, planeó invadir Inglaterra y deponer a su marido. En 1327, tras invadir Inglaterra y forzar la huida de Eduardo II, la reina y los nobles lo auparon al trono con el nombre de Eduardo III.
Cuando contaba solamente con catorce años la reina Isabel (apodada “La Loba”) y su amante el noble Roger Mortimer derrocaron al rey y Eduardo fue coronado como Eduardo III el 1 de febrero de 1327. Mortimer se convirtió en gobernante de facto de Inglaterra y se valió de su posición para someter al nuevo monarca a numerosas humillaciones, hecho que Eduardo nunca olvidó. El 24 de enero de 1328 contrae matrimonio con Phillippa de Hainault en la Catedral de York.
Años más tarde con el apoyo de la nobleza logra despojar a Mortimer de sus propiedades y títulos y después de asumir la autoridad real sobre el reino lo condena a muerte.
Reinado
Tomando ventaja de la guerra civil escocesa, invade el país en 1333, derrotando a los escoceses en Halidon Hill (Inglaterra) y restauró a Eduardo de Baliol en el trono de Escocia. Sin embargo, Baliol fue depuesto muy poco tiempo después y sus intentos posteriores para establecerle de forma permanente como rey de Escocia fueron infructuosos.
David II de Escocia, quien era rey de Escocia en aquellos momentos, se vio obligado a buscar refugio en Francia, y a partir de 1337 reclamó su derecho al trono francés, lo cual motivó el inicio de la Guerra de los Cien Años. Durante los primeros años de dicha confrontación, destruyó la flota francesa en Sluys (1340) y venció en la batalla de Crécy (1346).
De 1347 a 1453 ocurre la que es denominada Guerra de los Cien Años. Esta contienda armada cuyo origen fue sucesorio, tuvo implicaciones internacionales. Eduardo enfrentó a los Valois, la rama de los Capeto que se extingue en 1328 y los Platagenet, quienes en virtud del enlace entre Enrique Plantagenet con Leonor de Aquitania, tenía posesiones en Francia desde 1154.
Tomó la ciudad de Calais en 1347 y se reestableció una tregua. Se renovó la guerra con Francia en 1355 y de nuevo los ejércitos ingleses fueron los triunfadores. La Paz de Calais (1360) dio a Inglaterra toda la Aquitania y a cambio Eduardo renunció a su pretensión al trono de Francia.
En 1363, firmó un acuerdo con su cuñado David II de Escocia, por el que se unificarían ambos reinos en el caso de que David muriese sin dejar un heredero varón. Tres años más tarde, repudió la supremacía feudal del papado sobre Inglaterra, mantenida en calidad de feudo desde 1213.
Reinició la guerra con Francia al desconocer la Paz de Calais. En esta ocasión, los ejércitos ingleses fracasaron. Tras la tregua de 1375, retuvo pocas de sus antiguas posesiones en Francia. Ya entonces, y aquejado de senilidad, se hallaba por completo en manos de su amante, Alicia Perrers, que en unión de su cuarto hijo, Juan de Gante, se adueñaba de Inglaterra. El Parlamento proscribió a Perrers en 1376.
Finalmente, tras una larga pugna, el triunfo quedó en manos de Francia: en 1450, Inglaterra debió restituir Calais, y en 1453, Aquitania (ya en época del reinado de Enrique VI de Inglaterra).
Muerte
Tras morir Eduardo El Príncipe Negro, su hijo, en 1376, fue un duro embate del que su padre, Eduardo III, no pudo recuperarse Fallece al año de la muerte del Príncipe, el 21 de junio de 1377 en Sheen, cerca de Londres. Su nieto Ricardo II le sucedió en el trono.
Al siglo XIV se lo denominó la Época Oscura en razón de las guerras y de la Peste Negra que diezmó la población.
Durante un breve lapso de tiempo, visto así desde una perspectiva cronológica y en la distancia, Europa interrumpió su crecimiento iniciado con la revitalización del comercio alrededor de las jóvenes ciudades surgidas en el siglo XII.
Fuentes
Biografías y vidas
La guía 2000
Busca biografías
Biográfica info
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Eduardo III de Inglaterra
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Para otros usos de este término, véase Eduardo III.
Eduardo III de Inglaterra
Rey de Inglaterra y señor de Irlanda
Edward III of England (Order of the Garter).jpg
Eduardo III como Gran Maestre de la Orden de la Jarretera, fundada por él.
Información personal
Otros títulos Señor de Irlanda
Reinado 1 de febrero de 1327-21 de junio de 1377
Coronación 1 de febrero de 1327
Nacimiento 13 de noviembre de 1312
Castillo de Windsor, Berkshire
Fallecimiento 21 de junio de 1377 (64 años)
Palacio de Sheen, Surrey
Entierro Abadía de Westminster, Londres
Predecesor Eduardo II
Sucesor Ricardo II
Familia
Casa real Plantagenet
Padre Eduardo II de Inglaterra
Madre Isabel de Francia
Consorte Felipa de Henao
Regente Roger Mortimer e Isabel de Francia
Descendencia Eduardo, el Príncipe Negro
Isabella de Coucy
Juana de Inglaterra
Leonel de Amberes, I duque de Clarence
Juan de Gante, I duque de Lancaster
Edmundo de Langley, I duque de York
María Plantagenet, duquesa de Britania
Margarita Plantagenet, condesa de Pembroke
Tomás de Woodstock, I duque de Gloucester
Coat of Arms of Edward III of England (1327-1377).svg
Escudo de Eduardo III de Inglaterra
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Eduardo III Plantagenet (castillo de Windsor, 13 de noviembre de 1312-palacio de Sheen, 21 de junio de 1377) fue rey de Inglaterra desde el 1 de febrero de 1327 hasta su muerte. Restauró la autoridad real tras el desastroso reinado de su padre Eduardo II y convirtió el Reino de Inglaterra en una de las más importantes potencias militares de Europa. Durante su reinado se emprendieron importantes reformas legislativas y gubernamentales —entre las que destaca el desarrollo del parlamentarismo— y se produjo la epidemia de peste negra.
Fue coronado a los catorce años, tras el derrocamiento de su padre, y a los diecisiete encabezó un golpe de estado contra el regente y consorte de su madre, Roger Mortimer, e inició su reinado privativo. Una vez en el trono, luchó con éxito en Escocia, instalando en su trono a Eduardo de Balliol (1332-1336), y se proclamó heredero de la corona de Francia (1338), desencadenando la guerra de los Cien Años. Se impuso a Francia en las batallas de Crécy (1346) y Poitiers (1356) —donde capturaron al rey de Francia, Juan II— lo que le permitió acordar con este el Tratado de Brétigny (1360), por el cual el monarca francés cedía un tercio de su reino a Inglaterra, a cambio del homenaje de esos feudos y su renuncia a las pretensiones sobre el trono francés. No obstante, los últimos años de su reinado estuvieron marcados por reveses internacionales y luchas internas, causados en gran medida por la mala salud del monarca. El nuevo soberano francés, Carlos V, argumentando que Eduardo III había violado el Tratado de Bretigny al no rendirle homenaje, declaró de nuevo la guerra. Para 1377, año de la muerte de Eduardo, su hacienda estaba en bancarrota y los ingleses apenas si controlaban la Guyena.
Fue un hombre muy temperamental, aunque también capaz de dar numerosas muestras de clemencia. En muchos aspectos era un rey convencional, interesado principalmente en asuntos bélicos. Los historiadores liberales (whigs) rompieron con la visión tradicional de Eduardo —que le presentaba como un rey excelente— y le acusaron de ser un aventurero irresponsable. En la actualidad este punto de vista ha sido abandonado y la historiografía moderna le valora muy positivamente.1
Índice [ocultar]
1 Biografía
2 Juventud
2.1 Infancia
2.2 Derrocamiento de Eduardo II y ascenso al trono
2.3 Problemas sucesorios en Francia
2.3.1 Heredero de la corona francesa
2.3.2 Sucesión de Carlos IV
2.4 Toma del poder
3 Reinado
3.1 Primeros años del reinado
3.1.1 Homenaje por Guyena
3.1.2 Guerra de Escocia
3.2 Primera fase de la guerra de los Cien Años
3.2.1 Cabalgada de 1339
3.3 Campaña de Enrique de Lancaster en Aquitania
3.3.1 Victorias inglesas
3.4 Influencia de Carlos de Navarra
3.5 Reveses y tácticas fabianas francesas
3.6 Pérdida de las posesiones francesas
3.6.1 Conflicto diplomático
3.6.2 Cambio de bando de los gascones
3.6.3 Operaciones militares
3.6.4 Cabalgada del duque de Lancaster
3.7 Fin del reinado
4 Balance del reinado
4.1 Legislación
4.2 Inicios del reinado
4.3 Guerra con Francia
4.4 Final del reinado
4.5 La Guerra de los Cien Años
5 Administración
5.1 Legislación
6 Matrimonio y descendencia
7 Ancestros
8 Véase también
9 Notas
10 Referencias
11 Bibliografía
12 Enlaces externos
Biografía[editar]
Juventud[editar]
Infancia[editar]
Coronaión de d'Eduardo III. Miniatura de Loyset Liédet, Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643.
Eduardo nació en Windsor el 13 de noviembre de 1312. El nacimiento consolidó temporalmente la posición de su padre,2 Eduardo II, muy dañada por las numerosas derrotas militares, rebeliones de la aristocracia y corrupta administración que marcaron su reinado.nota 1 Entre las razones para la debilidad de su posición se contaba la indolencia y derrotas del monarca en la guerra con Escocia.3 Otra de las causas de la impopularidad del rey era su reducida camarilla de favoritos, en la que centraba sus mercedes.4 Probablemente como medida para restaurar la autoridad real tras años de crisis, el rey nombró a Eduardo conde de Chester con apenas doce días;5 menos de dos meses después, el monarca creó una corte propia para el recién nacido. El joven Eduardo gozó así de cierta autonomía como príncipe.6 Al igual que todos los reyes de Inglaterra desde los tiempos de Guillermo el Conquistador, se lo educó en francés y no hablaba inglés.7
En 1325, Carlos IV de Francia, cuñado de Eduardo II, le exigió que le prestase homenaje por su feudo de Aquitania.8 Eduardo II era reacio a dejar Inglaterra en un moento en que volvía a crecer el descontento, en especial por la relación del rey con su favorito Hugo Despenser el Joven.9 Por tanto, decidió otorgar a su hijo Eduard el título de duque de Aquitania y enviarlo en su lugar a Francia a prestar homenaje a Carlos.10 Al joven príncipe lo acompañó su madre, Isabel, hermana del rey Carlos; entre las tareas del príncipe y de su comitiva estaba la firma de un tratado de paz con los franceses.11
Derrocamiento de Eduardo II y ascenso al trono[editar]
En Francia, Isabel se dedicó a conspirar con el exiliado Roger Mortimer para derrocar a Eduardo.12 Para recabar apoyos para su maquinación, Isabel prometió al príncipe Eduardo con Felipa de Henao, que por entonces contaba doce años.13 Los confabulados desembarcaron en Inglaterra. El 20 de enero de 1327, cuando Eduardo contaba catorce años, la reina, Isabel de Francia, y su amante, Mortimer, encabezaron la revuelta de barones contra Eduardo II. Este, casi desprovisto de apoyo, fue apresado y obligado a abdicar en favor de su hijo el 25 de enero. Encarcelado, fue asesinado poco tiempo después.nota 2 Eduardo III fue coronado el 1 de febrero en la abadía de Westminster de Londres por Walter Reynolds, arzobispo de Canterbury, y quedó tutelado por los regentes, que fueron su madre y Mortimer.15 Este era el señor efectivo del reino y sometía al joven rey a constantes humillaciones y ofensas. El 24 de enero de 1328, el rey contrajo matrimonio con Felipa de Henao en la catedral de York.16
Problemas sucesorios en Francia[editar]
Heredero de la corona francesa[editar]
Pese a ser nieto de Felipe el Hermoso, fue excluido de la sucesión al trono francés en 1328. Este hecho se debió en la elección hecha al fallecer Luis X de Francia en 1316. En efecto, ese año aconteció un suceso con un único precedente: Luis falleció sin tener heredero varón, situación que no se daba desde los tiempos de Hugo Capeto; la heredera directa del reino era la hija del difunto rey, Juana, aún menor de edad.17 La infidelidad probada de la reina Margarita en 1314 —falleció en prisión el año siguiente— podía poner en duda la legitimidad de la princesa y hacía temer que cualquier pretendiente al trono la utilizase para acusar a Juana de bastarda y afirmar así su candidatura a la corona francesa.18 Sin embargo, la reina Clemencia, segunda esposa del rey fallecido, estaba embarazada. El hermano de Luis, el poderoso Felipe, conde de Poitiers, caballero aguerrido e instruido por su padre en las labores de soberano, obtuvo el cargo de regente.
La reina dio a luz un hijo varón al que bautizaron con el nombre de Juan. La dinastía parecía salvada y el niño obtuvo el título de Juan I de Francia, pero murió a los cuatro días de nacer. Entonces los grandes señores del reino declararon a Felipe de Poitiers el más apto para gobernar y este se hizo coronar, soslayando los derechos de Juana:17 si bien el título real en general se heredaba y se obtenía en el acto de coronación, en momentos críticos aún se podía emplear la elección para escoger al nuevo soberano.
Généalogie de la Guerre de Cent Ans
Acerca de esta imagen
Tras el breve reinado de Felipe V, que murió sin dejar heredero varón, obtuvo la corona el benjamín de los hermanos, Carlos IV, que aprovechó en este trance el ejemplo de Felipe. Su reinado resultó también corto.
Sucesión de Carlos IV[editar]
Artículo principal: Sucesión de Carlos IV el Hermoso
Cuando Carlos IV de Francia, tercer y último hijo de Felipe el Hermoso feneció sin heredero varón en 1328, la cuestión dinástica era la siguiente: Juana de Navarra aún no tenía hijos (Carlos de Navarra nació cuatro años más tarde) e Isabel de Francia, última hija de Felipe el Hermoso, tenía uno, Eduardo III, rey de Inglaterra. No estaba claro, empero, que pudiese transmitirle un derecho que ella misma no podía ejercer debido a la ley sálica.
Aunque Eduardo III aspirase al trono francés, quien lo ocupó fue Felipe VI de Valois.19 Era hijo de Carlos de Valois, el mayor de los hermanos menores de Felipe el Hermoso, lo que le hacía descender por línea paterna de los capetos. Su elección fue un acto geopolítico que expresaba claramente la conciencia nacional en formación, pues suponía el rechazo de la opción de un soberano extranjero, que obtuviese el título mediante casamiento con la reina viuda.20 Los pares de Francia rehusaron entregar la corona a un rey extranjero, como ya habían hecho diez años antes.21 La decisión de 1316 de apartar de la sucesión a la corona a las mujeres se confirmó en 1328 y derivaba de la ley sálica.
La noticia no sorprendió en Inglaterra: únicamente Isabel de Francia, hija de Felipe el Hermoso, protestó por la decisión que privaba a su hijo del trono francés; envió a dos obispos a París, que no fueron recibidos. El Parlamento inglés, reunido en 1329, declaró además que Eduardo no tenía derecho al trono del país vecino y debía rendir homenaje al soberano francés como señor de Aquitania.22 Al igual que Isabel, Juana de Navarra, eliminada de la sucesión en 1316, lo fue de nuevo en 1328. Su hijo Carlos, que era el descendiente varón más directo de Luis X de Francia, nació en 1332 y no pudo, por lo tanto, ser considerado aspirante en 1328.
Toma del poder[editar]
Mortimer era consciente de la precariedad de su poder, que se acentuó cuando Eduardo y su esposa, Felipa de Henao, tuvieron un vástago el 15 de junio de 1330.23 24 Mortimer empleó su posición para adquirir títulos y propiedades, como el condado de la marca del país de Gales; la mayoría de los títulos habían pertenecido a Edmund FitzAlan, noveno conde de Arundel, que había permanecido fiel a Eduardo II en la disputa con Isabel y Mortimer, y que había sido ajusticiado el 17 de noviembre de 1326. La derrota de las huestes inglesas ante los escoceses en la batalla de Stanhope Park y el subsiguiente Tratado de Edimburgo-Northampton de 1328 agudizaron el descontento con Mortimer.25
La ambición y arrogancia de Mortimer le granjearon el odio de los nobles, lo que favoreció al joven Eduardo. El príncipe rápidamente se percató de que la codicia del amante de su madre había provocado el descontento de la nobleza, y decidió buscar su apoyo. La ejecución de Edmundo de Woodstock, hermano de Eduardo II, en marzo de 1330 causó indignación entre la nobleza e inquietó intensamente a Eduardo, que se sintió amenazado.
Pese a su juventud, el rey era obstinado, estaba decidido a gobernar sin tutela, deseaba evitar la suerte que habían corrido su padre y su tío y ansiaba vengarse de las humillaciones que había sufrido. Con casi dieciocho años, Eduardo estaba listo para tomarse la revancha. El 19 de octubre de 1330, Mortimer e Isabel dormían en el castillo de Nottingham. Al amparo de la noche, un grupo de fieles a Eduardo penetraron en la fortaleza por un pasadizo secreto y alcanzaron la alcoba de Mortimer. Allí lo detuvieron en nombre del rey y luego lo condujeron a la torre de Londres. Se lo despojó de sus tierras y de sus títulos y se lo acusó de haber usurpado la autoridad real. La madre de Eduardo –posiblemente embarazada de Mortimer– solicitó clemencia en vano al rey. Eduardo condenó a Mortimer a muerte un mes después de haberle arrebatado el poder, sin juicio. Se lo ahorcó el 29 de noviembre de 1330. Isabel, por su parte, Isabel fue recluida en el castillo de Rising (Norfolk) donde se cree que abortó —murió en él el 22 de agosto de 1358—. Para su dieciocho cumpleaños, Eduardo había completado la venganza y se había hecho con el poder en Inglaterra.26
Reinado[editar]
Primeros años del reinado[editar]
Homenaje por Guyena[editar]
Homenaje a Felipe VI de Francia por la Guyena en 1329. Miniatura de las Grandes crónicas de Francia de Carlos V, BNF, Fr.2813.
Cuando Felipe VI de Francia ascendió al trono, Isabel de Francia adoptó una posición intransigente respecto del homenaje debido por la posesión de Guyena: respondió a los emisarios franceses que Eduardo «era hijo de rey y no prestaría homenaje al hijo de un conde». El rey de Inglaterra, que era par de Francia, no acudió a la coronación de Felipe ni le prestó homenaje. Pero la victoria aplastante de este sobre los flamencos en la batalla de Cassel inquietó a los ingleses, que no pudieron impedir la confiscación de Guyena por Carlos IV en 1323. Por ello Eduardo optó por someterse finalmente y prestar homenaje al rey francés el 6 de junio de 1329 en la catedral de Amiens. La ceremonia, sin embargo, resultó tensa: Eduardo rehusó juntar las manos ante Felipe, lo que suponía que le prestaba el homenaje simple, pero no el especial (hommage lige), de manera que lo reconocía como señor, pero no como soberano supremo. Su portavoz, el obispo de Lincoln, dio un discurso de protesta en el que presentó las razones jurídicas por las que Eduardo rechazaba a Felipe como soberano.27
Este concedió a Eduardo hasta el 30 de julio de 1330 para que se presentase ante él y realizase la ceremonia de homenaje especial; mientras, los ingleses reclamaban que se les devolviesen los territorios que habían perdido en la guerra de Saint-Sardos. Felipe se negó rotundamente a ello y cambió la fecha límite para recibir el reconocimiento de Eduardo: la fijó en el 15 de diciembre de 1330. Ante el nuevo rechazo inglés, el rey de Francia encargó a su hermano Carlos II de Alençon que se apoderase de Saintes, que este saqueó. Pero entonces Eduardo le arrebató el poder al regente Mortimer y comenzó a reinar por sí mismo. Envió una embajada a Felipe en febrero de 1331, se retractó de la actitud anterior y solicitó que su homenaje se considerase como especial. Felipe se mostró conciliador, aceptó la petición de Eduardo, retiró sus fuerzas de Saintes y prometió pagarle una indemnización por el saqueo de esta.28
Guerra de Escocia[editar]
Todos los esfuerzos de apaciguamiento de Eduardo quedaron desbaratados por Eduardo Balliol, hijo del exrey escocés proinglés Juan Balliol, que desembarcó con un ejército privado en Fife el 6 de agosto de 1332, al noroeste del país; este acto reavivó el conflicto anglo-escocés.28 Desde 1296 y aprovechando la muerte de Alejandro III de Escocia sin heredero varón y un intento de controlar el país mediante un casamiento, Inglaterra consideraba Escocia un Estado vasallo. Sin embargo, los escoceses habían rubricado con Francia la Auld Alliance el 23 de octubre de 1295 y Roberto Bruce (futuro Roberto I de Escocia) aplastó en la batalla de Bannockburn de 1314 a la caballería inglesa, pese a la gran superioridad numérica de esta, gracias a sus piqueros que, al clavar sus armas en el suelo, podían desbaratar las cargas enemigas como habían hecho antes los flamencos con los franceses en la batalla de Courtrai.29 Estas unidades de piqueros podían además emplearse en el ataque de la misma forma que las antiguas falanges griegas (la formación cerrada permitía concentrar la energía cinética de los soldados para quebrar las líneas enemigas), táctica que permitió en efecto a los escoceses infligir una grave derrota a los ingleses. En 1328, los ingleses reconocieron a Roberto Bruce como rey de Escocia en el Tratado de Edimburgo-Northampton. Este, sin embargo, murió al año siguiente y dejó el trono a David II, que apenas contaba ocho años; Eduardo Balliol aprovechó esta situación para reclamar el cetro escocés.30
Del desastre de Bannockburn, los ingleses aprendieron que había llegado el fin de la superioridad de la caballería y desarrollaron nuevas técnicas de combate. El rey Eduardo I aprobó una ley que instaba a los arqueros a entrenarse los domingos y prohibía el ejercicio de otros deportes; la práctica hizo de los ingleses temibles con el arco largo (long bow). Este se fabricaba con madera de tejo, que Inglaterra importaba de Italia y que dotaba a los arcos de cualidades superiores a los de los franceses, hechos de olmo blanco. Este nuevo tipo de arco, más potente, podía emplearse en descargas cerradas que enviaban los proyectiles a notable distancia. Los ingleses cambiaron la composición de sus ejércitos: redujeron la cantidad de caballería y aumentaron la de arqueros y peones, que se desplazaban a caballo pero combatían a pie y se protegían de las cargas de caballería enemiga con estacas.31 32
El uso del arco largo imponía además una estrategia defensiva, pues el arquero tenía que usarlo desde una posición protegida. Requería que el enemigo atacase las posiciones defendidas por los arqueros; para provocarlo, los ingleses emplearon en Escocia la táctica de la cabalgada. Esta consistía en desplegar el ejército en una zona que talaba hasta que esto obligaba al enemigo a atacarlo para acabar con la devastación del territorio. Mediante esta táctica, que auguraba ya la utilizada luego en la batalla de Crécy (soldados protegidos por estacas y arqueros dispuestos en los flancos para que sus flechas no rebotasen en los cascos y armaduras preparados para parar las que llegaban de frente), Balliol aplastó a los escoceses, pese a hallarse en inferioridad numérica muy acusada, en la batalla de Dupplin Moor del 11 de agosto de 1332. Tras otra victoria, fue coronado rey de Escocia en la Abadía de Scone en agosto de 1332. El triunfo de Balliol demostró la superioridad táctica del arco largo inglés. Eduardo no participó en la campaña, pero su pasividad le favoreció de todas formas, pues el nuevo monarca escocés era su aliado.30 .
Eduardo III ante Berwick. Miniatura de Loyset Liédet, Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643.
Cuando Balliol fue derrocado el 16 de diciembre de 1332, Eduardo intervino en su favor. Rescindió el Tratado de Edimburgo-Northampton que se había firmado durante su minoría de edad, lo que suponía recuperar la pretensión inglesa al trono escocés; esto desencadenó la segunda guerra de independencia escocesa. Trató de recuperar todo lo cedido por Inglaterra en el tratado: asedió y tomó Berwick y luego venció al ejército de socorro en la batalla de Halidon Hill con la misma táctica empleada antes en Dupplin Moor. Eduardo se mostró severo con el enemigo: ordenó pasar por las armas a todos los prisioneros.33 Devolvió el trono escocés a Balliol, que prestó homenaje al rey inglés en junio de 1334 en Newcastle y le cedió 2000 librates de tierras de los condados del sur (Lothian, Roxburghshire, Berwickshire, Dumfriesshire, Lanarkshire y Peebleshire).33
Estas guerras disgustaron a Felipe VI de Francia, que planeaba emprender una nueva cruzada con la ayuda de Eduardo III. Por consiguiente, acogió a David II en mayo de 1334 y le cedió el castillo Gaillard para que estableciese en el su corte.34 Eduardo trató de calmar al rey francés y de que este le devolviese las tierras que le había arrebatado Carlos IV en Aquitania; Felipe exigió para ello que Eduardo devolviese el trono escocés a David II, de manera que la cuestión de Guyena quedó ligada a la suerte de Escocia. Pese a las derrotas de Dupplin y Halidon, las fuerzas de David Bruce pronto comenzaron a recuperarse: a partir de julio de 1334, Balliol tuvo que refugiarse en Berwick y solicitar el auxilio de Eduardo. Gracias a los ingresos debidos a un impuesto aprobado por el Parlamento y a un empréstito de la banca Bardi, este retomó la guerra en Escocia.34 Realizó una cabalgada devastadora, pero los escoceses evitaron las batallas campales, habiendo aprendido la lección de los combates anteriores: aplicaron para contrarrestar su táctica la de la tierra quemada. La ocupación de los Plantagenêt era cada vez más débil y las fuerzas de Balliol perdían terreno frente a las enemigas. Eduardo reclutó entonces un nuevo ejército de trece mil hombres con el que llevó a cabo una segunda campaña en Escocia, de nuevo infructuosa. Los franceses reunieron un cuerpo expedicionario de seis mil soldados y combatieron a los ingleses en el canal de La Mancha.35 A finales de 1335, disputaron la batalla de Culblean con uno de los seguidores de Balliol. Fingieron una retirada para que los ingleses abandonasen sus posiciones defensivas: la treta dio resultado y los franceses pudieron atacarlos por los flancos y desbaratarlos.
En esta época, en 1336, falleció el hermano de Eduardo, Juan de Eltham, conde de Cornualles. En su obra gestia annalia, el historiador Juna de Fordun acusó a Eduardo de haberlo asesinado en un disputa que estalló en Perth.
A pesar de las grandes fuerzas que Eduardo destinó a la guerra escocesa, para 1337 las huestes de David II habían recuperado la mayor parte del territorio escocés. Solamente unos cuantos castillos como el de Edimburgo, el de Roxburgo y el de Stirling quedaban en poder de los Plantagenêt. El papa trató de mediar para que se firmase la paz: el pontífice proponía que Balliol conservase la corona escocesa hasta su muerte y que le sucediese en el trono David Bruce. Este, sin embargo, rechazó la propuesta a instancias de Felipe VI.36
Las pocas plazas fuertes que todavía conservaba no le bastaban a Eduardo para dominar el territorio y en 1338-1339 abandonó la táctica ofensiva por otra defensiva, que se centraba en mantener los puntos que aún controlaba. Tenía que combatir en dos frentes, ya que su deseo de apoderarse del trono francés requería el uso de fuerzas también en el continente. Los franceses le suponían tres problemas: sostenían constantemente a los escoceses con los que estaban aliados; atacaban las ciudades costeras inglesas; y propalaban rumores de una invasión de Gran Bretaña.37 En efecto, Felipe organizó una expedición de veinte mil peones y cinco mil ballesteros para invadir el reino vecino. Para transportar semejante hueste, tenía que alquilar galeras a los genoveses. Eduardo, noticioso del plan por sus espías, sobornó a los genoveses para que permaneciesen neutrales en el conflicto, privando a Felipe, incapaz de superar la oferta inglesa, del necesario transporte para sus tropas.36 Incluso así, las posesiones del rey de Inglaterra en Francia aún estaban amenazadas. En 1336, Eduardo prohibió exportar lana inglesa a Flandes (posesión de la Corona francesa). Esta provocación de tipo económico, que suponía un desafío inglés a Francia, fue una de las razones principales del estallido de la guerra de los Cien Años.
Primera fase de la guerra de los Cien Años[editar]
Artículo principal: Guerra de los Cien Años
Con el pretexto de que rechazaba entregarle a Roberto de Artois, enemigo declarado de la Corona, Felipe VI le arrebató el ducado de Aquitania al rey inglés el 24 de mayo de 1337. Aunque el rey de Inglaterra era como tal el igual del de Francia, era también su vasallo en tanto que duque de Aquitania, título que los monarcas ingleses habían obtenido por el casamiento de Enrique II Plantagenet con Leonor de Aquitania. Como vasallo, le debía a Felipe obediencia y fidelidad. En vez de tratar de resolver el conflicto pacíficamente prestando homenaje a Felipe, Eduardo reivindicó la corona francesa como único descendiente masculino vivo de su abuelo materno, Felipe el Hermoso. No obstante, los franceses invocaron la ley sálica, rechazaron sus pretensiones y reconocieron heredero legítimo al sobrino de Felipe IV, Felipe VI, de la casa de Valois. En respuesta, Eduardo se proclamó rey de Inglaterra y Francia. Como reflejo de esta pretensión, se creó un escudo propio, que unía a las armas inglesas (unos leones rampantes), las de Francia (las flores de lis).38 Para hacer valer sus derechos, se enfrentó a Francia y desencadenó la guerra de los Cien Años.
En el conflicto con Francia, Eduardo forjó diversas alianzas y empleó en su servicio a distintos señores franceses. En 1338, el emperador Luis IV le concedió el cargo de vicario general del Sacro Imperio Romano Germánico y le prometió su ayuda. Al principio del enfrentamiento anglo-francés, en 1339, su suegra Juana de Valois lo recibió en la abadía de Fontenelle y trató en vano de poner fin al conflicto.
Cabalgada de 1339[editar]
Aquitania se tenía por indefendible tras la conquista de Carlos IV en 1323. Por tanto, Eduardo decidió no combatir en ella sino en Flandes. Se había granjeado la alianza de las ciudades flamencas que dependían económicamente de la lana inglesa, así como la del emperador y los señores de la región, que desconfiaban de los avances franceses en territorio imperial. Estas alianzas se basaban en la promesa de compensaciones económicas del soberano inglés a sus nuevos coligados. Cuando desembarcó en Amberes el 22 de julio de 1338 al frente de mil cuatrocientos peones y tres mil arqueros, los aliados se apresuraron a solicitar que pagase lo que les debía, sin aportar los contingentes militares que a su vez le habían prometido. El rey tuvo que pasar el invierno en Brabante negociando con sus acreedores.39 Para detener a las fuerzas francesas que el 24 de agosto se habían reunido en Amiens, entabló negociaciones con el enemigo, que dejó en manos del arzobispo de Canterbury y del obispo de Durham. La argucia dio resultado y el rey de Francia retiró sus numerosas tropas de la región.
Por el contrario, Eduardo no puedo impedir los avances franceses en Aquitania; un ejército equipado con bombardas encadenó una serie de victorias y las plazas de Penne, Castelgaillard, Puyguilhem, Blaye y Bourg cayeron en su poder.40 Las huestes francesas estaban a punto de rematar la campaña con la toma de Burdeos, cuyo cerco emprendieron en julio de 1339. La ciudad, sin embargo, resistió el sitio: pese a que los sitiadores lograron conquistar una de las puertas, fueron repelidos por los defensores. Por entonces los sitiados resistían mejor las operaciones que los sitiadores a los que, al ser a menudo demasiado numerosos para ser abastecidos con facilidad, les aquejaba el hambre. En el caso de Burdeos, el ejército sitiador contaba con doce mil hombres, que agotaron los víveres disponibles en la comarca.
Primera fase de la guerra de los Cien Años:
Principales batallas de la primer fase de la guerra
Cabalgada de Eduardo III (1339)
Cabalgada de Eduardo III (1346)
Cabalgada del Príncipe negro (1355)
Cabalgada de Lancaster (1356)
Cabalgada del Príncipe negro (1356)
Cabalgada de Eduardo III (1359-1360)
Durante el verano de 1339, ante los avances franceses en Aquitania y el peligro de un desembarco francés en Inglaterra, Eduardo III decidió abrir un nuevo frente en Flandes y obligar así a Felipe VI a trasladar parte de sus fuerzas al norte. En efecto, los franceses abandonaron el asedio de Burdeos el 19 de julio de 1339.41 Con nuevos refuerzos llegados de Gran Bretaña y habiendo logrado avalar sus deudas con los aliados, Eduardo III marchó contra Cambray acompañado por estos a finales de septiembre de 1339; la ciudad era territorio imperial, pero su obispo se había coligado con Felipe. Para provocar a los franceses y que estos se decidiesen a entablar una batalla campal, taló el territorio a su paso, pero no consiguió atraer al enemigo. El 9 de octubre, cuando empezaban a escasear los recursos de la región, el rey inglés tuvo que forzar la situación. Marchó a sangre y fuego hacia el suroeste a través de la región de Cambrésis: arrasó cincuenta y cinco pueblos de la diócesis de Noyon.42 Mientras, Felipe había reunido a sus huestes y se había trasladado a Buironfosse. Los dos ejércitos comenzaron a acercarse y se encontraron en las cercanías de Péronne. Eduardo contaba con doce mil hombres y Felipe, con veinticinco mil. El primero, al hallarse en terreno desfavorable, decidió replegarse. Felipe le propuso encontrarse en campo abierto el 21 o 22 de octubre para que sus fuerzas pudiesen librar una lid según las reglas de la caballería. Eduardo III lo esperó cerca del pueblo de La Capelle, donde plantó sus reales en terreno que le favorecía, protegido por una línea de fosos y estacas, con los grupos de arqueros en los flancos de la posición. El rey francés descartó acometerlo con la caballería, maniobra que consideró suicida, y optó por fortificar también su posición y dejar al enemigo el honor de emprender el asalto. El 23 de octubre de 1339, como ninguno de los dos ejércitos se decidía a tomar la iniciativa y atacar al otro, ambos se retiraron. La caballería francesa que contaba obtener ingresos con los rescates de los cautivos que pensaba hacer en el combate, se disgustó y acusó al rey de cobardía.43
Las primeras maniobras de Eduardo en la guerra obtuvieron escasos resultados: la única victoria que obtuvo fue la del combate naval de La Esclusa, disputado cerca de Brujas el 24 de junio de 1340, en el que dieciséis mil soldados y marinos franceses perecieron. La flota de Felipe quedó aniquilada y su eliminación otorgó el control del canal de La Mancha a Eduardo y le permitió que el conflicto se librase en territorio francés.
Sin embargo, la presión fiscal creciente, debida a las onerosas alianzas del rey, causó descontento entre el pueblo inglés. Para contrarrestarlo, el rey regresó por sorpresa a Gran Bretaña el 30 de noviembre de 1340. Al comprobar el desorden de los asuntos públicos, realizó una purga de la administración real.44 Estas medidas no bastaron para asegurar la estabilidad del reino y a los problemas de Eduardo se añadió una disputa que sostuvo con Juan Stratford, arzobispo de Canterbury.
En las sesiones del Parlamento de abril de 1341, Eduardo tuvo que aceptar restricciones a sus prerrogativas fiscales y administrativas. En octubre, empero, el rey rechazó estas y apartó de la política a Stratford. Las circunstancias extraordinarias de 1341 habían obligado a Eduardo a someterse al principio a las exigencias del Parlamento, pese a que su poder como rey de Inglaterra era casi absoluto, de lo que este se aprovechó sin recato.45
Campaña de Enrique de Lancaster en Aquitania[editar]
La suerte de la guerra dependía de las finanzas. Aprovechando la Tregua de Malestroit, Eduardo convenció al Parlamento que era imposible librar el conflicto sin enviar copiosas fuerzas contra el enemigo.46 Dedicó grandes esfuerzos para persuadir a la población del peligro que suponía el rey francés.47 El Parlamento aprobó en junio de 1344 una contribución bianual que le permitió aprestar dos ejércitos bien equipados para emprender campañas tanto en Aquitania como en el norte de Francia y otros contingentes menores para influir en la guerra de sucesión de Bretaña.
A principios de agosto de 1345, Enrique de Lancaster desembarcó en Burdeos con quinientos hombes de armas, mil arqueros y quinientos infantes galeses. Con el título de teniente de Aquitania, gozaba de total autonomía. Su primer objetivo fue apoderarse de Bergerac, de la que partían periódicamente incursiones devastadoras. La conquistó el mismo mes de agosto y pidió rescate por los centenares de cautivos que hizo en la plaza. Con los refuerzos de tropas gasconas y los hombres de Stafford (dos mil hombres de armas y cinco mil arqueros y peones) marchó a asediar Périgueux.48 Juan el Bueno, encargado de la defensa de Aquitania, envió a Luis de Poitiers al frente de tres mil caballeros y seis mil peones para socorrer la plaza cercada. A quince kilómetros de esta, Juan detuvo su avance para apoderarse del castillo de Auberroche. Allí lo sorprendió Enrique el 21 de octubre: el ejército francés cayó derrotado en el choque y los ingleses volvieron a tomar abundantes cautivos.49 Tras esta victoria, Enrique se apoderó de varias bastidas, expulsó a las guarniciones francesas de las tierras comprendidas entre el Dordoña y el Garona y puso cerco a La Réole. La conquistó el 8 de noviembre, aunque no pudo hacerse con su ciudadela; esta prometió rendirse si no recibía socorros en cinco semanas.50 Juan no acudió en su auxilio, ya que gran parte de sus fuerzas habían sido vencidas en Auberroche y había licenciado al resto. Como consecuencia, La Réole capituló; luego lo hicieron también Langon y Sainte Bazeille, en enero de 1346. Esto tuvo un efecto catastrófico para los franceses: ante su pasividad, numerosos señores gascones cambiaron de bando, entre ellos las poderosas familias de los Durfort y los Duras; las comunidades de la región organizaron su propia defensa y dejaron de pagar los impuestos al rey.50 Así, la soberanía francesa en Aquitania se fue debilitando y se extendieron el poder de las compañías guerreras y los conflictos privados, que acentuaron el proceso. Además, los rescates de los cautivos de Bergerac y de Auberroche supusieron cerca de setenta mil libras de ingresos para Enrique de Lancaster, y sus lugartenientes también se beneficiaron; en Inglaterra se comenzó a percibir la guerra como un negocio, lo que atrajo a nuevos combatientes.50 Cuando Aiguillon cayó a comienzos de 1346, Felipe VI se decidió finalmente a actuar, aunque necesitaba fondos para reunir un ejército. Con grandes dificultades, los obtuvo de los estados del Languedoc y de las regiones occitanas, pero aun así tuvo que solicitar créditos a los bancos italianos de París y pedir al papa el 10 % de los ingresos eclesiásticos del reino (lo obtuvo, junto con un empréstito de treinta y tres mil florines).51 Gracias a ello, el rey reclutó mercenarios en Aragón y en Italia. Juan Se puso al frente de un nuevo ejército de quince mil soldados, de ellos mil cuatrocientos genoveses.51 Comenzó la campaña en Aquitania asediando Aiguillon el 1 de agosto.51 La plaza, sita en la confluencia de los ríos Garona y Lot, estaba excelentemente fortificada y contaba con una gran guarnición de seiscientos arqueros y trescientos hombres de armas.47 Pese a todo, Juan juró tomarla. Empleó grandes medios para lograrlo: ordenó cavar redes de trincheras para proteger las maniobras de cerco y la retaguardia y erigió puentes en el Garona y en el Lot para cortar el abastecimiento de la ciudad. Pese a estos esfuerzos, el asedio se alargó y pronto sus soldados comenzaron a pasar hambre, que se agudizó por la pérdida de parte de los víveres a manos de los cercados, que los arrebataron en audaces salidas.47 A finales de agosto, Juan tuvo que levantar el cerco, pues Eduardo III había penetrado en el norte del reino y el rey Felipe había requerido sus servicios para enfrentarse a la invasión.
Victorias inglesas[editar]
La batalla de Crécy, gran victoria de Eduardo, en una miniatura de Loyset Liédet en las Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643, f.165v.
Tras varias campañas infructuosas en el continente,Eduardo decidió emprender una gran ofensiva en 1346 y embarcó cuarenta mil hombre rumbo a Normandía.52 Este ejército saqueó Caen y recorrió el norte de Francia. El 26 de agosto, se enfrentó al ejército francés en la batalla campal de Crécy en la que las cargas de la caballería francesa quedaron desbaratadas por la lluvia de flechas de los arqueros galeses, protegidos por una franja de estacas. El combate acabó en una victoria inglesa aplastante. Mientras, en Inglaterra, William Zouche, arzobispo de York, aprestaba otro ejército para enfrentarse a David II de Escocia. Este ejército derrotó al soberano escocés y lo capturó en la batalla de Neville's Cross el 17 de octubre. Esta victoria aseguró la frontera escocesa y le permitió a Eduardo concentrarse en la campaña francesa; este asedió la ciudad portuaria de Calais, que cayó en su poder tras un larguísimo cerco de once meses –probablemente la mayor operación militar inglesa de la Edad Media– el 4 de agosto de 1347.
Tras la muerte del emperador Luis IV en octubre de 1347, el Sacro Imperio Romano Germánico iba a volver a manos de la Casa de Luxemburgo, fiel aliada de los franceses. Su pretendiente y nuevo rey de los romanos, Carlos IV era hijo de Juan el Ciego, que había perecido en Crécy en las filas francesas, y hermano de Bona de Luxemburgo, esposa de Juan el Bueno y madre de Carlos V. Luis V de Baviera (hijo de Luis IV) trató de obtener el respaldo de Eduardo para competir con Carlos por la corona de Alemania, pero Eduardo decidió finalmente, en mayo de 1348, desentenderse de la elección imperial.
En 1348, la peste negra se extendió por Europa y acabó con la vida de más de un tercio de la población inglesa.53 La pérdida de tal cantidad de mano de obra y, por consiguiente, de pecheros, supuso para la Corona una notable reducción de sus ingresos, que determinó que se detuviesen las operaciones militares. Los grandes terratenientes tuvieron que afrontar la escasez de mano de obra y la consiguiente alza del coste de esta. Para tratar de limitar el aumento de los salarios, el rey y el Parlamento promulgaron la Ordenanza de los Trabajadores (1349) y luego el Estatuto de los trabajadores (1351). No obstante, la peste no acabó con el gobierno real ni desencadenó una revolución social y la normalidad medieval se restableció pronto.54
Influencia de Carlos de Navarra[editar]
En enero de 1354, Carlos II de Navarra, excluido del favor de Juan II, que concentraba sus mercedes en el condestable Carlos de la Cerda, hizo asesinar al favorito real. Amenazado por el rey de Francia, solicitó la ayuda de Eduardo III, que se la concedió.55 Antes de que este pudiese intervenir, sin embargo, Carlos firmó el Tratado de Mantes el 22 de febrero de 1354.56
Este no supuso más que un tregua en el conflicto entre Carlos y el rey de Francia: el 5 de abril de 1356, Juan II hizo prender a Carlos en el castillo de Ruán y lo encarceló. Felipe de Navarra, hermano de Carlos, desafió al rey francés y buscó el auxilio del inglés.57 Emprendió además una cabalgada en Normandía en junio; el primogénito de Eduardo, apodado el Príncipe Negro, hizo lo propio un mes más tarde en la Guyena.58
En esta campaña, Eduardo de Woodstock obtuvo una gran victoria en la batalla de Poitiers. Las fuerzas inglesas, pese a ser inferiores en número a las del enemigo, no solo desbarataron al ejército francés, sino que apresaron al rey Juan II. Tras una serie de victorias, los ingleses se adueñaron de numerosos territorios franceses, tenían cautivo al monarca enemigo y se enfrentaban a un Gobierno central francés que se hallaba casi totalmente paralizado. Por añadidura, Francia se desgarraba por diversos problemas internos (las jacqueries y las acciones de Étienne Marcel y Carlos el Malo). Si al comienzo la pretensión de Eduardo III a la corona francesa había sido una mera estratagema política,59 por entonces parecía ya una meta alcanzable. El rey inglés impuso a Juan los tratados de Londres, gracias a los cuales obtuvo la mitad de las tierras de Francia y el derecho a cobrar un rescate de cuatro millones de libras.
Carlos II de Navarra se coligó varias veces con Eduardo III y llegó incluso a tratar con él el reparto de Francia si llegaban a conquistarla por completo.60 Pero en el verano de 1358, Carlos II no colaboró con los ingleses cuando estaba a punto de obtener la corona francesa; la falta de la ayuda inglesa resultó decisiva para impedirlo.61 . Pese a este revés, ingleses y navarros pudieron dedicarse a talar el territorio hasta 1359.
Reveses y tácticas fabianas francesas[editar]
Gracias a disponer de un ejército más moderno (profesional y bien organizado) y a la ventaja táctica que les confería a sus soldados el arco largo, Eduardo y su hijo vencieron en las principales batallas campales que disputaron con los franceses, entre ellas las de Crécy y Poitiers. Se labraron por ello fama de grandes tácticos. Por el contrario, resultaron peores estrategas que su enemigo Carlos V quien, ante la superioridad táctica inglesa, aplicó tácticas fabianas y asedios en todos los frentes, poniendo en marcha una depurada logística sufragada con impuestos. Eduardo empleaba, por su parte, las cabalgadas, pero no consolidaba sus conquistas mediante el dominio de plazas fuertes (con la notable excepción de Calais). Este método de guerra, basado en el pillaje, le indispuso con la población francesa.
Captura de Juan el Bueno en la batalla de Poitiers (1356). Miniatura del maestro de Bedford perteneciente a un manuscrito del El destino de hombres ilustres de Boccacio, BNF, Fr.226, f.274r.
Juan el Bueno disfrutaba de todos los honores de su título en su cautiverio en Burdeos; podía moverse con libertad y organizar una corte. En su ausencia, el partido reformista encabezado por Étienne Marcel y los seguidores de Carlos de Navarra intentaban instaurar una monarquía dominada por los estados generales]. En enero de 1358, Carlos, liberado, estaba en situación de apoderarse de la corona, pues se le consideraba mucho más apto y legitimado para enfrentarse a los ingleses que el enclenque delfín.62 Al percibir el riesgo de que el poder quedase en manos de Carlos, Juan decidió acelerar las negociaciones con Eduardo III, incluso a cambio de tener que cederle a este mayores territorios. Para tratar directamente con el rey inglés, Juan viajó de Burdeos a Londres. En Inglaterra las condiciones de su encarcelamiento siguieron siendo regias: le acompañaba un séquito de varios cientos de personas (algunos cautivos también en la batalla de Poitiers y otros venidos voluntariamente para acompañarlo), gozaba de libertad para desplazarse por Gran Bretaña y se alojaba en el palacio Savoy. Juan aceptó el primer Tratado de Londres, que disponía que Inglaterra recuperase el conjunto de sus antiguas posesiones aquitanas y recibiese un rescate de cuatro millones de escudos, sin que a cambio Eduardo renunciase a sus pretensiones al trono francés.63
Este pacto desató la ira popular, que aprovechó Étienne Marcel, el preboste de París, para hacerse con el poder en la capital. El 22 de febrero de 1358, encabezó un motín en el que tres mil hombres armados invadieron el Palais de la Cité para enfrentarse a los del delfín;64 este había traído a la capital mil hombres para presionar a los parisienses y que optasen por él en vez de por Carlos de Navarra. Marcel mandó asesinar en su presencia a los jefes de las tropas de delfín: al mariscal de Champaña Juan de Conflans y al de Normandía Roberto de Clermont.65 Convencido de tener en su poder al delfín, al que creía aterrorizado por su acción, hizo que este lo nombrase regente y mantuvo a Carlos lejos de París. Pero el delfín reaccionó, organizó a la nobleza —horrorizada por la muerte de los mariscales— contra Marcel y cercó la capital.66 Marcel contraatacó desatando la grande Jacquerie que le permitió conservar el contacto con las ciudades flamencas y septentrionales, que eran sus aliadas. Carlos de Navarra, que se sentía traicionado por el preboste de París, retomó la iniciativa, se puso al frente de la nobleza y abordó el aplastamiento de los campesinos rebeldes.67 Marcel no tuvo más remedio que pactar con él: le abrió las puertas de París y facilitó su acceso al poder.68 No obstante, el grueso de la nobleza no respaldó a Carlos, sino que permaneció junto al delfín, que seguía asediando la capital. El asesinato de los mariscales imposibilitaba el acuerdo con Étienne Marcel. Para compensar la escasez de apoyo nobiliario, Carlos reclutó mercenarios ingleses, cuya presencia en París originó motines;69 la llegada de nuevas tropas inglesas hizo que los parisienses se inclinasen definitivamente en favor del delfín:70 Marcel fue asesinado y la ciudad abrió sus puertas al regente el 2 de agosto de 1358.
reino de Francia entre 1356 y 1363 :
Jacqueries y et granes compañías
Territorios de Carlos de Navarra
Territorios dominados por Eduardo III antes del Tratado de Brétigny
Primer Tratado de Londres: cesión de Aquitania de los Plantagenet a Inglaterra y fin de la guerra de sucesión bretona mediante la liga de Bretaña e Inglaterra
Segundo Tratado de Londres: se añaden a las cesiones del primero Normandía y Maine
Cabalgada de Eduardo III en 1359-60
Territorios cedidos por Francia Inglaterra en el Tratado de Brétigny (coincide con los del primer Tratado de Londres)
En marzo de 1359, al creer que Juan iba a perder el poder en Francia, Eduardo aumentó sus exigencias y endureció las condiciones de su cautiverio. De ello obtuvo un nuevo tratado, más favorable, por el que no solo se le cedían las tierras aquitanas de los Plantagenet, sino todos los territorios que en algún momento habían sido feudos de estos: el Maine, Turena, Anjou y el Ducado de Normandía. Además, el rey de Inglaterra recibiría el homenaje del duque de Bretaña; se ponía fin a la guerra de sucesión bretona con la victoria del candidato coligado con Eduardo, Juan de Montfort. El rescate acordado de cuatro millones de escudos debía pagarse asimismo en plazos más cortos.
Las cesiones francesas suponían más de la mitad del territorio del reino y varios años de ingresos estatales. Aceptarlas hubiese desacreditado por completo a los Valois y podría haber sumido al reino en una nueva guerra civil que hubiese allanado el camino de Eduardo al trono francés. Por ello, el delfín y el regente Carlos (futuro Carlos V) convocaron los estados generales, que rehusaron ratificar el tratado, lo que libraba a Juan de toda responsabilidad en el rechazo del pacto y le protegía de las posibles represalias inglesas. Si un rechazo de la casa real hubiese supuesto arriesgarse a desatar una guerra civil, el descrédito de los Valois y una eventual victoria de Eduardo, la reunión de los estados y que la negativa proviniese de estos fueron, por el contrario, hábiles maniobras del regente que unieron al país contra los ingleses.
Por acuerdo entre el regente Carlos y el rey Juan y su cortejo londinense, que temían que se les castigase si Eduardo moría en la guerra en Francia, aquel rehuyó las batallas campales y aplicó las tácticas fabianas y las escaramuzas para enfrentarse a los ingleses. Por su parte, Eduardo emprendió el sitio de Reims, pero no pudo tomarla ya que carecía de máquinas de asedio, que no había llevado consigo para poder moverse con más celeridad y porque su objetivo inicial era batir a los franceses en campo abierto. Tras abandonar el asedio, se dirigió a Borgoña. La cabalgada resultó un fracaso para los ingleses, acosados por el enemigo, hambrientos y cada vez con menos monturas por la escasez del forraje. Al tiempo que Eduardo realizaba su incursión borgoñona, marineros normandos atacaron Winchelsea en marzo de 1360, acontecimiento que desató el pánico en Inglaterra.71
Eduardo III ante Reims. Miniatura de Loyset Liédet, Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643.
Encolerizado por ello, Eduardo III se dirigió hacia París y dio rienda suelta a sus soldados, que cometieron desmanes: estos no se limitaron ya a obtener abastos por la fuerza, sino que se dedicaron a arrasar las tierras por las que pasaban. Arrancaban las viñas, mataban el ganado y asesinaban a los labradores. Estas atrocidades suscitaron un intenso resentimiento contra los ingleses. Muchas de las tropelías se cometieron entre la Cuaresma y la Semana Santa por lo que, cuando el ejército inglés se vio diezmado por una granizada el lunes 13 de abril, algunos cronistas vieron en esta la venganza de Dios.72 Finalmente, Eduardo se avino a pactar: firmó la paz de Brétigny y licenció a su ejército de mercenarios. Estos, para cobrarse sus servicios, se dedicaron a saquear Borgoña, región en la que, al contrario que en Champaña y la Isla de Francia, no se los esperaba; estos mercenarios fueron el núcleo de las grandes compañías.
Eduardo había desistido de apoderarse del trono francés y por ello decretó en 1361 que la lengua oficial de Inglaterra fuese a partir de entonces el inglés, que sustituyó al francés, que lo había sido desde 1066 hasta entones. Esta decisión, sin embargo, le perjudicó en Francia: en Aquitania agudizó la percepción de los ingleses como meros conquistadores.
Aunque Francia, exangüe, acuciada por las compañías de mercenarios y arruinada temporalmente por el enorme rescate de Juan el Bueno no suponía por el momento un peligro para Eduardo, sus mandatarios habían aprendido la lección de los acontecimientos ocurridos durante la cautividad del soberano. Entre otras cosas, habían observado los beneficios de contar con una divisa fuerte y de descentralizar la Administración. Inmediatamente después de recobrar la libertad, el rey Juan creó el franco y dividió el reino en feudos que administraban sus hijos.73 Si bien careció de la reputación necesaria para que los estados aprobasen el impuesto indispensable para implantar un ejército profesional, esto lo logró su hijo, el futuro Carlos V, que gozaba de renombre haber llevado los asuntos de Estado durante la guerra civil.
Pérdida de las posesiones francesas[editar]
Conflicto diplomático[editar]
La batalla de Nájera en una miniatura de Loyset Liédet, Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643.
El delfín Carlos retraso el pago del rescate de Juan, que se había suspendido a la muerte de este en 1364. Pese a ello, Eduardo III tenía que respetar la tregua de Brétigny si deseaba adueñarse de los territorios que le otorgaba el tratado homónimo.74 . Carlos, que había ascendido al trono en 1364 al morir su padre, aprovechó el respiro militar para eliminar del reino a las bandas de mercenarios; para ello empleó ejércitos reclutados por sus hermanos en sus feudos respectivos.75 Para justificar la creación de un ejército permanente y conseguir que se aprobasen los impuestos necesarios para mantenerlo, alegó la necesidad que tenía el reino de librarse de los saqueos que seguían inevitablemente a cada licenciamiento de tropas. Preparó meticulosamente la reconquista de los territorios en poder de Eduardo: se coligó con Owen pretendiente al trono galés, Valdemar IV de Dinamarca y renovó la Auld Alliance con Escocia; todos estos tenían buenas razones para enfrentarse a Inglaterra. Aprovechó además la presencia del hijo de Eduardo, el Príncipe Negro, en Castilla, donde participaba en la guerra fratricida que libraban los dos pretendientes al trono; uno contaba con el respaldo inglés, y el otro, con el francés. Carlos envió a Bertrand du Guesclin y Guillermo Boitel con mercenarios que pagó gracias a las aportaciones del papa, al que presentó la expedición como una cruzada contra los musulmanes ibéricos.76 El papa aceptó sufragar la empresa con el fin de desembarazarse de las compañías mercenarias que talaban las tierras del Ródano y perjudicaban con ello la economía de Aviñón, donde residía. Al ayudar a Enrique de Trastamara a hacerse con el trono de Castilla, Carlos se granjeó un sólido aliado que contaba con algo de lo que carecía Francia por entonces: una flota temible. El príncipe de Gales tuvo que contraatacar y repuso a Pedro el Cruel en el trono castellano gracias a la grave derrota que infligió a Du Guesclin y Enrique de Trastamara en Nájera el 3 de abril de 1367, de nuevo gracias a la ventaja militar que confería a sus tropas el arco largo.77 La victoria quedó pronto anulada por la incapacidad de Pedro para saldar las deudas con el príncipe Eduardo; sin dinero para pagar a sus tropas, este tuvo que licenciarlas e imponer en Aquitania el pago de un fogaje (26 de enero de 1368), lo que originó la petición de ayuda de los gascones al rey de Francia.78
Margarita III de Flandes, cuadro del museo del Hospice Comtesse, Lille.
Moneda de oro acuñada en tiempos de Eduardo III en Calais.
Mientras esto sucedía en el sur, Eduardo III planeaba apoderarse de Flandes mediante el matrimonio. Deseaba casar a su hijo Edmundo de Langley con Margarita, la heredera de los condados de Flandes, Nevers, Rethel y Borgoña. En el desposorio, Edmundo recibiría además de su padre Calais y el condado de Ponthieu que, junto con los de Artois, Rethel y Flandes, constituirían un principado inglés al norte de Francia equivalente a la Guyena.79 El conde de de Flandes, Luis de Male, al principio se avino a ello por la influencia económica inglesa: los paños flamencos dependían de las importaciones de lana inglesa. Prometió a Margarita el 10 de octubre de 1364 pero, para poder celebrar la boda, necesitaba una dispensa papal, ya que los novios eran parientes de cuarto grado. Tras diversas maniobras de ingleses y franceses en Aviñón, el papa Urbano V decidió no concederla. La disputa diplomática continuó hasta 1367, año en el que Carlos V obtuvo una dispensa para casar a su hermano Felipe el Atrevido con Margarita. Para que se lograse el beneplácito del conde Luis a esta boda, que finalmente lo otorgó a regañadientes, tuvo que intervenir enérgicamente Margarita de Francia, madre del conde de Flandes e hija de Felipe V, y además Carlos tuvo que ceder Lille, Douai y Orchies.
Confiado en sus anteriores victorias sobre los dos monarcas franceses anteriores —Felipe VI y Juan el Bueno— Eduardo III, que desconocía a Carlos salvo por los rumores que circulaban acerca de su frágil salud y su debilidad física, se burló de él, declarando que no era más que un abogado. Los acontecimientos, sin embargo, le demostraron que había subestimado al nuevo rey de Francia.
Cambio de bando de los gascones[editar]
Eduardo III entrega la Guyena a su hijo Eduardo de Woodstock, apodado el Príncipe Negro, 1362 (Biblioteca británica, Londres.
Eduardo de Woodstock (el Príncipe Negro) regresó vencedor de la guerra de Castilla, pero arruinado e incapaz de pagar a sus tropas. En consecuencia, tuvo que imponer nuevos tributos en Aquitania, transformada en principado. Carecía de fondos para pagar a los señores gascones que le habían acompañado en la campaña castellana y las tropas licenciadas se dedicaron a talar Rouergue, que pertenecía al conde de Armañac. Este no solo no recibió dinero alguno por haber combatido junto al Príncipe Negro, sino que además tenía que recaudar un nuevo fogaje en sus tierras. Para evitarlo, solicitó la dispensa de Eduardo III, que se la negó.80 En consecuencia, en mayo de 1368 decidió acudir a Carlos V; según el Tratado de Brétigny, la soberanía de los territorios cedidos por los franceses cambiaba de manos únicamente tras el pago del rescate pactado y la entrega de los territorios, condiciones que aún no se habían cumplido.81 Al responder a la petición del conde el 3 de diciembre de 1368, Carlos V afirmó su soberanía sobre la Guyena.78 El rey dejó en manos del Tribunal de Justicia de París el proceso de condena al Príncipe Negro; la lentitud de este procedimiento le sirvió para tratar de ganar para sí la voluntad de otros señores gascones además de la del conde de Armañac. Por su parte, los ingleses trataron de anular la petición del conde al rey francés, de mantener la paz y de conservar lo obtenido en el Tratado de Brétigny. El cambio de bando de los señores gascones comenzó por los allegados al conde de Armañac: en mayo de 1368, el rey de Francia dotó a su sobrino, el conde de Albret, al que también le concedió una renta a cambio de que le rindiese homenaje especial.80 El rey francés eximió del pago de impuestos durante diez años a aquellos vasallos que volviesen a reconocerlo como señor, justificándolo por la necesidad que estos tendrían de fondos para luchar contra el príncipe de Gales. Carlos V supo atraerse ciudades, obispos y señores del Perigord mediante la diplomacia, habilidad que contrastaba con la altivez del príncipe Eduardo.82 . El conflicto anglo-francés se reavivó: el rey inglés volvió a proclamarse de Francia el 3 de junio de 1368 y Carlos V decretó al confiscación de Aquitania el 30 de noviembre. Carlos V, excelente jurista, supo presentarse como si el derecho le valiese, tras haberse ganado la lealtad de gran parte de los gascones.
Operaciones militares[editar]
Carlos, recordando la derrota de Poitiers en la que la caballería había cargado en desorden sin esperar la orden de su padre Juan el Bueno y transformado lo que podía haber sido una fácil victoria en un desastre, y consciente de su falta de talento militar, otorgó el mando de los pequeños ejércitos que formó, compuestos de voluntarios aguerridos, a jefes militares veteranos y fieles, como Bertrand Du Guesclin. Evitando las batallas campales, abordó la guerra con una estrategia de escaramuzas y asedios, que arrebataban poco a poco el territorio al enemigo. Las grandes compañías que habían regresado de la península ibérica en 1367 y talaban el Languedoc, se integraron en el ejército francés en 1369 y a partir de entonces centraron sus actividades en los territorios todavía leales al príncipe de Gales, mientras que los que se sometían al soberano francés se libraban de sus pillajes.83
La reconquista de Carlos V de los territorios perdidos en el Tratado de Brétigny.
Tierras del rey
Feudos de los hermanos del monarca
Condado autónomo de Foix-Béarn
Bretaña, coligada con Inglaterra
Posesiones de Carlos de Navarra, coligado con Inglaterra
Cabalgada de Lancaster en 1369
Cabalgada de Robert Knowles en 1370
Cabalgada de Lancaster en 1373
Por su parte, el endeudamiento le suponía un grave problema al Príncipe Negro. La recaudación de impuestos bajó debido al cambio de bando de los señores gascones y privó a Eduardo del dinero necesario para reclutar un ejército con el que enfrentarse a los franceses. Para hacer frente al apuro, Eduardo III le envió ciento treinta mil libras tornesas.84 Pero el Parlamento inglés era reacio a aprobar partidas para la Guyena, cuyo sostenimiento le parecía caro. Finalmente aprobó la recaudación de nuevos fondos para la defensa a cambio de abolir la obligación de que la lana pasase por Calais, lo que reducía los ingresos reales, pues el grueso de estos provenía de los tributos de la lana.85 Los ingresos fiscales cayeron un 25 % en 1369, por la gran peste que asoló Inglaterra. Los ingleses no podían competir con los impuestos —que podían alcanzar el millón seiscientos mil francos anuales— que Carlos V podía imponer para mantener ejércitos permanentes dedicados a asediar plazas, ejércitos que no se tornaban en grandes compañías de saqueadores en cuanto se firmaba una tregua. Por ello, los ingleses quedaron sometidos a una presión incesante en todos los frentes, que duró años.86 Pese a ello, trataron de revertir la situación creada por Carlos. Gran parte de los territorios que creían dominar se había rebelado, con la consiguiente pérdida de ingresos recaudados en estas tierras. Eduardo solicitó al Parlamento la financiación indispensable para acometer una contraofensiva, pero no logró fondos suficientes para sufragar las guarniciones de todas la ciudades de la Guyena. El rey inglés contaba con muchos menos medios financieros que el francés y el Parlamento únicamente le concedió los dineros necesarios para practicar operaciones que finalmente tenían que sostenerse mediante el pillaje, incluso si la cabalgada del duque de Lancaster hacia Harfleur de 1369 resultó fundamentalmente victoriosa. La meta inglesa seguía siendo debelar a los franceses en batalla campal, como había sucedido en Crécy, Poitiers o Nájera gracias a la superioridad táctica que confería el arco largo. Para ello, a comienzos de agosto de 1369, Juan de Gante desembarcó en Calais y emprendió una cabalgada hacia Harfleur, donde Felipe el Atrevido preparaba un ejército franco-flamenco para desembarcar en Inglaterra.87 Debido a las tácticas fabianas empleadas por el enemigo, no pudo conquistar la plaza. Acosadas por las fuerzas del duque de Borgoña y temiendo una celada, Juan retornó a Calais.87 Aunque las incursiones inglesas devastaban la campiña, no permitían recuperar el territorio perdido.
La respuesta del soberano francés a las peticiones de los señores gascones le permitió recuperar gran parte de Aquitania. El conde de Armañac dominaba la mayoría de las fortalezas de su feudo y solo algunas ciudades permanecían fieles a los ingleses, principalmente por miedo a las represalias de estos; todas acabaron por cambiar de bando, aceptando las ventajosas condiciones que les ofrecían los enviados del rey francés (Juan de Berry, Luis de Anjou y la nobleza gascona que se había sometido a Carlos y que se encargaba de las operaciones militares). En apenas unos meses, más de sesenta ciudades se pasaron al bando francés. Millau fue la última en hacerlo, en diciembre, tras haber obtenido la exención de impuestos durante veinte años.88 Las desperdigadas guarniciones inglesas que aún resistían habían perdido el dominio del terreno; Luis de Anjou pudo así avanzar por Guyena mientras que Juan de Berry detenía al enemigo en Poitou, en la la Roche-sur-Yon.89
Mientras, en el norte los franceses conquistaron Ponthieu en una semana: el 29 de abril, Abbeville abrió las puertas a Hugo de Châtillon (maestre de ballesteros) y durante los días que siguieron se sometieron también las localidades vecinas; Carlos confirmó sus privilegios.89
En 1370 los ingleses trataron de recuperarse; para escarmentar a las ciudades que se pasaban al enemigo, hicieron ejemplo de Limoges, que se había pasado a Carlos, pero que el duque de Berry había dejado con exiguas defensas. El príncipe de Gales, acompañado por los duques de Lancaster y Cambridge, recobró la ciudad el 19 de septiembre, tras cinco días de asedio en los que socavó las murallas mediante minas y zapas; tras pasar a la población por las armas, ordenó incendiar la población.90 El objetivo de Eduardo era que Limoges sirviese de ejemplo a las ciudades tentadas de cambiar de bando, pero la consecuencia de su conducta en la ciudad fue la contraria: no solo no las disuadió, sino que fomentó la anglofobia y el naciente sentimiento nacionalista francés.91
En el norte, Eduardo III emprendió varias cabalgadas para tratar de distraer a los ejércitos franceses de la conquista metódica de la Guyena. La estrategia, que había dado fruto en 1346, fracasó en 1370: Robert Knolles, al frente de dos mil quinientos arqueros y mil seiscientos hombres de armas, partió de Calais a finales de julio de 1370 y taló las comarcas de Amiens, Noyon, Reims y Troyes. El rey francés, sin embargo, consideraba que las cabalgadas inglesas no le permitían al enemigo conquistar territorios y atizaban el odio hacia él en las tierras que las sufrían, por lo que las toleró y se concentró en los asedios de plazas y en realizar una propaganda que le permitía recuperar paulatinamente tierras y ciudades, a menudo sin tener que combatir.92 Estos triunfos reforzaban el prestigio de la Corona, pese a las penurias que causaban las tácticas fabianas empleadas contra las cabalgadas inglesas, que obligaban a la población a abandonar sus hogares y refugiarse en las fortalezas erigidas por todo el reino, y a la reaparición de la peste. La cabalgada de Knolles quedó desbaratada en Borgoña. La hueste inglesa pasó dos días ante las puertas de París, saqueando los arrabales, cuyos habitantes se habían encerrado en la capital.93 Para aparentar actividad, Carlos envió a Bertrand du Guesclin a perseguirlos cuando se retiraron. Este se limitó a acosar hábilmente al enemigo hasta lograr sorprenderlo en Pontvallain, cuando este se disponía a cruzar el Loir94 Las desavenencias entre los capitanes ingleses hicieron que el ejército se deshiciese al alcanzar Bretaña.
La flota inglesa fu destruida el 22 de junio de 1372 en la batalla de La Rochela, lo que privó a la Guyena de apoyo logístico. Imagen de las Crónicas de Jean Froissart.
La suerte continuó siendo adversa para los ingleses: en 1371, Carlos el Malo, aliado poco fiable, abandonó la liga con aquellos ante la evolución de la situación y se sometió al rey de Francia, prestando homenaje por sus tierras normandas.95 En 1372, la flota castellana interceptó un cuerpo expedicionario inglés en la La Rochela el 22 de junio y lo aniquiló al día siguiente, empleando cañones y brulotes (los castellanos esperaron a la bajamar para aprovechar el escaso calado de sus naves, que les permitió maniobrar mientras que los ingleses, cuyos pesados navíos eran de mayor calado, quedaron encerrados por los bajíos rocheleses).96 La derrota supuso un gravísimo contratiempo para Inglaterra, que perdió el señorío del mar.
Los barones poitevinos, que habían tomado partido en su gran mayoría por los ingleses (Poitou exportaba sal a Inglaterra) ya no pudieron contar con su ayuda.97 Aislados y acuciados por el ejército real francés llegado al territorio tras la victoria de La Rochela, claudicaron; los franceses recuperaron así las ciudades de Poitou y Saintonge.
En 1373, Eduardo III trató de aliviar la presión que sufría la Guyena reavivando el conflicto franco-bretón. El duque Juan IV se había criado en la corte inglesa y era yerno de Eduardo, pero la nobleza bretona prefería la neutralidad a la alianza con Inglaterra tras la larga guerra que había aquejado al ducado. En marzo de 1373, un gran ejército inglés desembarcó en Saint-Malo: lo componían dos mil hombres de armas y otros tantos arqueros a las órdenes del conde de Salisbury.98 Para tamaño desembarco, los ingleses tenían que contar con el beneplácito de duque bretón, lo que desató la ira francesa: Carlos V ordenó atacarlo. El ejército francés penetró en Bretaña con la colaboración de gran parte de la nobleza de la región, que se unió a las huestes que mandaba Bertrand du Guesclin. En apenas dos meses, los franceses se adueñaron de casi todo el ducado; para la fiesta de san Juan los ingleses no conservaban más que Brest, Auray, Bécherel y la fortaleza de Derval.98 Juan IV había abandonado Bretaña y zarpado hacia Inglaterra el 28 de abril.98
Cabalgada del duque de Lancaster[editar]
Al carecer de los medios logísticos y financieros para afrontar la guerra de asedios que Carlos V llevaba a cabo en Aquitania y que le estaba permitiendo apoderarse progresivamente de ella, Eduardo III trató de distraer la atención francesa abriendo nuevos frentes.
Juan de Gante, duque de Lancaster.
Ordenó una cabalgada que debía dejar exangüe a Francia. El 12 de junio de 1373, nombró a su hijo Juan de Gante, duque de Lancaster, lugarteniente especial y capital general en el reino de Francia.99 En compañía de Juan IV de Bretaña, este realizó una de las cabalgadas más destructivas de las llevadas a cabo por los ingleses en Francia. Pese a todo, su marcha estuvo controlada por el enemigo: Felipe II de Borgoña bloqueaba todo avance hacia el este mediante el control de los castillos y puentes de la zona, mientras que Du Guesclin seguía al ejército inglés e impedía que se replegase a Calais. Los ingleses recorrieron Picardía y el Vermandois y, al no poder virar hacia el oeste, se dirigieron hacia Reims y luego hacia Troyes, que les cerró las puertas.100 Al ser derrotado por Clisson en Sens, el duque de Lancaster no pudo dirigirse hacia Bretaña, por lo que trató de alcanzar Guyena a través de Limousin.100 Sus hombres sufrían hambre y se comieron algunos de los caballos, que se habían agotado por la expedición; menos de la mitad de los soldados acabaron la incursión, y lo hicieron a pie. Muchos desertaron y otros abandonaron las pesadas armaduras, que estorbaban la marcha.100 El socorro de las ciudades de Tulle, Martel y Brive, que acogieron al ejército, resultó crucial para evitar que fuese aniquilado. Con las tropas desanimadas, las disensiones cundieron entre los jefes de la expedición y Montfort abandonó la cabalgada.100 La penosa llegada de los restos de la hueste de Juan de Lancaster a Burdeos acabó con las esperanzas de los que se habían mantenido fieles al rey de Inglaterra y allanó las nuevas conquistas francesas; las fuerzas de Carlos se apoderaron de Tulle, Martel y Brive, además de La Réole, toma que bloqueó Burdeos, que quedó desamparada.101 En total, entre 1369 y 1375, los franceses arrebataron a los ingleses casi todos territorios que estos habían poseído antes de estallar la guerra y los que habían obtenido durante la contienda, salvo Calais, Cherburgo, Brest, Burdeos, Bayona y algunas fortalezas del Macizo Central. Pero Carlos V no pudo realizar nuevas conquistas, en especial por la determinación bordelesa de permanecer en el bando inglés, debida a los estrechos lazos comerciales con Inglaterra (Burdeos exportaba gran cantidad de vino a Gran Bretaña). El monarca francés, que había basado la reconquista en la persuasión de los que cambiaban de bando, hecho que había facilitado el avance de sus fuerzas, no deseaba conquistar una ciudad que habría de rebelarse en cuanto tuviese ocasión.101 Por tanto, los bandos se avinieron a negociar el final del conflicto en Brujas; el tratado que firmaron reconocía la soberanía francesa en los territorios recobrados por Carlos.
En 1375, Juan IV desembarcó en Saint-Mathieu-de-Fineterre con seis mil hombres que mandaba el conde de Cambridge.102 Poco después la firma de la Tregua de Brujas hizo que los ingleses evacuasen la región y las plazas que habían tomado volvieron a poder de los franceses.102 Juan IV volvió a exiliarse en Inglaterra.
Como los frentes se habían estancado, los dos bandos decidieron tratar en Brujas, si bien las negociaciones resultaron infructuosas. Gracias a la intercesión de Gregorio XI, los beligerantes firmaron el 1 de julio de 1375 una tregua que duró hasta junio de 1377. Para cuando se firmó el acuerdo, los ingleses no conservaban más que parte de la Guyena y Calais; Francia recuperó el ducado de Bretaña salvo tres ciudades.
Fin del reinado[editar]
Si durante los primeros años de su reinado Eduardo se había mostrado industrioso y había logrado numerosos triunfos, los últimos se caracterizaron por una cierta apatía, varias derrotas y el surgimiento de problemas políticos. Al rey le interesaba menos la gestión administrativa que las campañas militares. En consecuencia, en la década de 1360, fue delegando aquella en sus subordinados, en especial en Guillermo de Wykeham. Wykeham, un advenedizo, fue nombrado lord del Sello Privado en 1363 y lord canciller en 1367, aunque el Parlamento le obligó a renunciar a la cancillería en 1371 por los problemas políticos que había suscitado debido a su inexperiencia.103 104
Sin embargo, el principal problema de Eduardo fue el fallecimiento de sus colaboradores más estrechos, principalmente a causa de la epidemia de peste de 1361-1362. Guillermo de Montaigu, compañero de Eduardo en el golpe de Estado de 1330, pereció en 1344; Guillermo de Clinton, que también había acompañado al rey en la jornada de Nottingham, lo hizo en 1354; uno de los condes de 1337, Guillermo de Bohun, falleció en 1360; el año siguiente lo hizo Enrique de Grosmont, quizá el mejor de los capitanes del rey, probablemente debido a la peste. Los sustitutos de los fallecidos, más jóvenes, se sentían más cercanos a los príncipes que al soberano.
El segundogénito de Eduardo, Leonel de Amberes, trató de sojuzgar a los señores angloirlandeses, que gozaban de independencia en la práctica. El intento fracasó y su única consecuencia fueron los opresivos estatutos de Kilkenny de 1366.105
Los conflictos militares y la consiguiente presión fiscal necesaria para sufragar las campañas militares originaron descontento en el reino. Los problemas alcanzaron el apogeo en las sesiones parlamentarias de 1376, que se apodaron el «buen Parlamento». Se había reunido a este para que aprobase unos impuestos, pero la Cámara de los Comunes aprovechó la ocasión para presentar sus quejas. La crítica se centró en los consejeros del rey. El lord chambelán, Guillermo Latimer, y el lord intendente, Juan Neville, tercer barón Neville de Bary, fueron destituidos de sus cargos. La amante del monarca, Alicia Perrers, que se creía que gozaba de excesiva influencia con el anciano soberano, fue expulsada de la corte.106 107
Sin embargo, el adversario real de la Cámara de los Comunes, al que apoyaban algunos poderosos del reino como Wykeham y Edmundo de Mortimer, era Juan de Gante. Por entonces tanto el rey como el Príncipe Negro estaban enfermos, por lo que la gestión de los asuntos de Estado había quedado en manos de Juan. Este tuvo que aceptar en un principio las exigencias del Parlamento, pero en la siguiente sesión, la de 1377, logró abrogar lo aprobado por la anterior.108
Sin embargo, la disputa tampoco interesó especialmente a Eduardo, que a partir de 1375 abandonó en parte los asuntos de Estado.1 Hacia el 29 de septiembre de 1376, cayó enfermo y tuvo un absceso grave. Tras una breve convalecencia en febrero, falleció de congestión cerebral (algunos autores afirman sin embargo que fue de gonorrea)109 en Shene el 21 de junio.1 Le sucedió su nieto de diez años, que ascendió al trono con el nombre de Ricardo II de Inglaterra; era hijo del Príncipe Negro, que había fallecido poco antes que su padre, el 8 de junio de 1376.
Eduardo está enterrado en la capilla de san Eduardo de la abadía de Westminster de Londres.
Balance del reinado[editar]
Legislación[editar]
El reinado de Eduardo fue un periodo destacado en cuanto a legislación. La ley más famosa de esta época es quizá el Estatuto de los Trabajadores de 1351, con el que se trató de resolver la escasez de estos debida a las epidemias de peste. El estatuto fijó los salarios al nivel anterior a la peste, controló los desplazamientos de los labradores y concedió primacía a los intereses de los señores feudales. La ley, no obstante, acabó por fracasar debido a la competencia entre los terratenientes por los servicios de los escasos trabajadores.110 Como la ley trataba de influir en el equilibrio de oferta y demanda, algún autor la tildó de abocada al fracaso.111 La escasez de mano de obra, en todo caso, unió a los pequeños propietarios de la Cámara de los Comunes y a los grandes que copaban la de los Lores. Los intentos de legislar contra los intereses de los campesinos desencadenó finalmente la rebelión de Wat Tyler de 1381.112
Otra de las consecuencias de la peste negra fue la escasez de reclutas para sustituir las bajas. El rey se opuso claramente a permitir las actividades físicas que competían con los ejercicios marciales, en especial con el tiro con arco. Un decreto de 1363 prohibió, so pena de cárcel, los juegos de pelota con manos y pies, el hockey, las carreras, las peleas de gallos y todo juego considerado inútil.113 114
El reinado de Eduardo coincidió con el periodo aviñonense del papado. En las guerras con Francia, en Inglaterra creció el disgusto con este, que se creía dominado por la Corona francesa. Se sospechaba que los onerosos impuestos eclesiásticos que pagaba la Iglesia inglesa acababan financiando a los enemigos de la nación y también se veía con malos ojos las concesiones económicas que el papa hacía a algunos prelados, a menudo extranjeros, que avivaban la creciente xenofobia. Los statutes of provisors y los statutes of praemunire, de 1350 y 1353 respectivamente, trataron de cambiar la situación, eliminando los beneficios papales y limitando la autoridad de la corte papal sobre los súbditos ingleses.115 No obstante, los estatutos no cercenaron los lazos entre el rey y el papa, que eran dependían el uno del otro. El soberano nombraba a los obispos, que el papa se limitaba a ratificar en su cargo.116 Hasta el cisma de Occidente de 1378, la Corona inglesa no pudo sacudirse la influencia de los papas de Aviñón.
Otra ley destacada del reinado fue el Acta de Traición de 1351. La armonía imperante en e reino permitió precisar la naturaleza de este crimen, de por sí controvertida.117 Pero la principal reforma legislativa fue la implantación de los jueces de paz. Esta nueva figura, que se instauró en 1350, se encargaba de investigar delitos, detener a los sospechosos de haberlos cometido y juzgar algunos de ellos, como el de felonía. Los jueces de paz resultaron ser destacados partidarios del monarca en la administración local de justicia.118
Inicios del reinado[editar]
Escudo de Eduardo III, con la flor de lis que simbolizaba a la monarquía francesa para significar su reclamación del trono de Francia (c. 1350-1377).
Eduardo reanudó las hostilidades con Escocia —en las que se habían visto envueltos el padre y el abuelo del monarca— al repudiar el Tratado de Northampton y reivindicar la soberanía sobre el reino vecino, provocando de ese modo el estallido de una nueva guerra.
Con la intención de recuperar las cesiones inherentes al tratado antes mencionado conquistó Berwick y derrotó a David II en Halidon Hill (1333). Esta victoria puso a Eduardo en posición de disponer la coronación de Eduardo de Balliol y reclamar ciertos territorios en los condados escoceses meridionales —en Lothian, Roxburghshire, Berwickshire, Dumfriesshire, Lanarkshire y Peebleshire—. Las derrotas escocesas en Dupplin y Halidon no les impidieron recuperarse rápidamente y vencer a Eduardo en Culblean (1335) lo que desestabilizó considerablemente la posición de Balliol.
En 1336, murió el hermano de Eduardo, John de Eltham, conde de Cornualles, circunstancia que aprovechó el cronista escocés John de Fordun para acusar a Eduardo en su Gesta Annalia de haberle asesinado en una disputa en Perth.
Aunque las operaciones militares en Escocia involucraron a un enorme número de soldados ingleses, en 1337 las tropas de David II habían recuperado la mayor parte del territorio, a excepción de unos pocos castillos en Edimburgo, Roxburgo y Stirling, incapaces de mantener el control sobre la zona. En consecuencia, Eduardo reorientó su acción exterior (1338-1339) de una política de conquista a una de contención.
No obstante, Escocia no era el único territorio que preocupaba a Eduardo, pues Francia representaba otra importante amenaza. El reino europeo había proporcionado apoyo constante a los escoceses en cumplimiento de la auld alliance —rubricada entre Felipe IV y Juan de Balliol (1295)— dado asilo a David II en el exilio, apoyado las incursiones escocesas en el norte de Inglaterra, e incluso atacado varias ciudades costeras inglesas, lo que hizo temer el inicio de una invasión a gran escala.119 Por otro lado, en 1337 Felipe VI incautó las posesiones inglesas en Francia —el ducado de Aquitania y el condado de Ponthieu—.
Eduardo podría hacer acabado con la escalada de tensiones rindiendo homenaje al rey de Francia, pero decidió alimentar la disputa reclamando la corona del reino en su calidad de único descendiente vivo de Felipe IV —después de las muertes de Luis X, Felipe V y Carlos IV—. No obstante, los pares de Francia invocaron la ley sálica de la que se había valido Felipe V para excluir a Juana de la sucesión real y nombraron rey a Felipe VI, lo que provocó el estallido de la Guerra de los Cien Años. Eduardo concretó sus pretensiones incorporando a su propia heráldica los leones pasantes del escudo de armas de Inglaterra y las flores de lis del de Francia, y proclamándose a sí mismo monarca de ambos reinos.120
Rápidamente intentó construir una red de alianzas en el continente y aproximarse a los príncipes menores de Francia. En 1338, Luis IV le nombró vicario del Sacro Imperio Romano y le prometió su apoyo. No obstante la situación quedó estancada, pues esta primera etapa estuvo marcada por la ausencia de combates de entidad, a excepción de la victoria de las tropas de Eduardo en Sluys (24 de junio de 1340), en la que murieron 16 000 soldados franceses.
El mantenimiento de la red de alianzas continental comportó un aumento de los impuestos que causó protestas en el interior. El rey intentó detener el descontento mediante una depuración de la administración real,121 y eludiendo realizar los pagos relativos a la deuda externa del reino —la primera de las dos únicas veces que se llevaría a cabo esta práctica en toda la historia de Inglaterra122 — lo que pudo comportar la quiebra de la Compagnia dei Bardi. Estas medidas no resolvieron la situación del interior, tan inestable que el rey tuvo que soportar la abierta oposición de Juan de Stratford, arzobispo de Canterbury.
En abril de 1341, el Parlamento de Inglaterra limitó considerablemente las atribuciones económico-administrativas del monarca. No obstante, en octubre de ese mismo año el rey repudió la resolución parlamentaria y se encargó de que el arzobispo de Canterbury quedara condenado al ostracismo político. Cabe señalar que los cambios de 1341 estaban motivados por circunstancias extraordinarias, pues el poder de los monarcas en la Inglaterra medieval era virtualmente ilimitado, eventualidad que Eduardo aprovechará.123
Guerra con Francia[editar]
La inconclusa campaña de Europa Continental hizo que Eduardo lanzará un nuevo ataque sobre Francia en el que involucró a 15 000 hombres que desembarcaron en Normandía en 1346.124 Sus tropas —después de saquear Caen y marchar sobre Francia septentrional— derrotaron a Felipe VI en Crécy (26 de agosto). En el interior el arzobispo de York William Zouche derrotó y capturó a David II en Neville's Cross (17 de octubre). Controlado el norte, Eduardo continuó avanzando y puso sitio a la ciudad de Calais, que cayó en 1347.
En 1348, la peste negra devastó Europa, y acabó con un tercio de la población de Inglaterra.125 Las enormes pérdidas supusieron una paralización de todas las operaciones militares. Los grandes terratenientes tuvieron que lidiar con la escasez de mano de obra y la galopante inflación. En un intento de resolver la situación el rey y el Parlamento aprobaron la Ordinance of Labourers (1349) y el Statute of Labourers (1351), que ayudaron a que se diera una recuperación muy rápida.126
En 1356 el primogénito de Eduardo, Eduardo de Woodstock, conocido como el Príncipe Negro, derrotó y capturó en Poitiers a Juan II a pesar de la enorme superioridad numérica de éste. Tras estas victorias —Sluys, Caen, Crécy y Poitiers— Eduardo controlaba numerosos territorios en Francia, había capturado a su principal adversario, y había conducido al gobierno de Francia al colapso. La corona del reino, cuya pretensión por parte de Eduardo podía tratarse de un simple movimiento político en principio,127 parecía más cerca que nunca. No obstante, una nueva campaña en 1359 no resultó concluyente y Eduardo acabó aceptando el Tratado de Brétigny (1360), en el que renunciaba a la corona de Francia a cambio de la plena soberanía sobre extensos territorios continentales.
Final del reinado[editar]
El rey Eduardo III garantizando Aquitania a su hijo Eduardo, el Príncipe Negro (1390).
Si bien la primera parte del reinado de Eduardo estuvo marcado por la victoria y el éxito, los últimos años de éste se caracterizaron por la decadencia del país, problemas internos y derrotas militares. Como los asuntos domésticos del reino resultaban mucho menos atractivos para Eduardo que las campañas militares, el monarca cedió cada vez más atribuciones a sus subordinados, en particular a William Wykeham, a quien, a pesar de que era considerado un advenedizo por sus contemporáneos, nombró Lord del Sello Privado (1363) y Lord Canciller (1367); no obstante, debido a los problemas políticos causados por la inexperiencia de Wykeham, el Parlamento le hizo renunciar a la cancillería en 1371.128
Estos problemas estuvieron acompañados de las muertes de muchos de sus hombres de mayor confianza, algunos como consecuencia del rebrote de la peste bubónica (1361-1362). William de Montacute y William de Clinton, que acompañaron a Eduardo en el arresto de Mortimer, murieron en 1344 y 1360 respectivamente. El conde William de Bohun murió en 1360 y Enrique de Grosmont, uno de los más importantes comandantes del rey, un año después, víctima de la peste. Estas muertes comportaron el ascenso a los puestos de poder de hombres jóvenes, mucho más vinculados a los príncipes que al monarca.
En esa época el príncipe Leonel de Amberes intentó someter militarmente a los lores hiberno-normandos independientes de Irlanda, pero la empresa no tuvo éxito, y su única consecuencia sería la elaboración de los Estatutos de Kilkenny en 1366.129
En Francia el periodo de paz que abrió el Acuerdo de Brétigny se vio amenazado tras la muerte de Juan II (8 de abril de 1364). Fue sucedido Carlos V, que contó con la ayuda del condestable Bertrand du Guesclin.130 En 1369, las hostilidades se reanudaron y el príncipe Juan de Gante quedó al mando de las operaciones militares, pero en esta ocasión las tropas de Francia resultaron vencedoras, lo que permitió que con el Tratado de Brujas (1375) las posesiones de Eduardo III en el continente quedaran reducidas a las ciudades costeras de Calais, Burdeos y Bayona.131
Las derrotas en el exterior comportaron un aumento de los impuestos que aumentaron el descontento en el interior. En 1376, el monarca convocó al Parlamento —el conocido como Good Parliament (Buen Parlamento)— para implantar nuevos impuestos, pero la Cámara de los Comunes aprovechó la situación para criticar la labor de algunos asesores reales muy próximos a Eduardo III. El Lord Chambelán William Latimer y el Lord Steward John Neville tuvieron que presentar su dimisión, y la amante del monarca, Alice Perrers, cuyo ascendiente sobre el anciano rey era notable, acabó desterrada de la corte.132
En ese momento tanto el rey como Eduardo de Woodstock estaban incapacitados por una enfermedad, por lo que el duque de Lancaster, apoyado por hombres como Wykeham o Edmund de Mortimer, asumió el gobierno en funciones. El ímpetu de los Comunes hizo que el príncipe tuviera que ceder ante sus pretensiones, pero una nueva convocatoria en 1377 derogó la mayor parte de las medidas del Buen Parlamento.133
El propio Eduardo no tuvo mucho que ver con estas resoluciones, pues desde 1375 quedó apartado de la administración del reino.134 El 29 de septiembre, un absceso contribuyó notablemente al debilitamiento del rey. Tras un breve recuperación a inicios de 1377, el 21 de junio murió a causa de un derrame cerebral, aunque otros autores dicen que fue gonorrea135 —en Sheen—.134 Le sucedió su nieto Ricardo II —de tan solo diez años— nacido del matrimonio entre Eduardo de Woodstock, muerto en 1376, y Juana de Kent.
La Guerra de los Cien Años[editar]
El Gran Sello Real de Eduardo III.
Habiéndose extinguido la rama primaria de la dinastía Capeto a la que pertenecía en Francia (1328), Eduardo argumentó tener mayores derechos al trono francés a través de su madre Isabel, hermana de los últimos reyes de la dinastía: Luis X, Felipe V, y Carlos IV. Pero como la ley sálica excluye a las mujeres de la sucesión, sube al trono Felipe VI de Valois, miembro de una rama colateral de la familia.
Entonces, el hábil rey inglés afirmó que por la Fragilitas Sexus, las mujeres estaban, en efecto, excluidas del trono, pero que podían transmitir sus derechos sucesorios a sus hijos.
No obstante, Eduardo acepta el hecho consumado y presta homenaje al nuevo rey por su ducado de Guyena, para asegurar con ello la paz con Francia y la no intervención de este país en los asuntos de Escocia, donde el rey estaba en una ardua lucha por someter a dicho país, pero fracasa en esto, pues Francia decide seguir apoyando a su aliada escocesa.
Debido a la importancia económica y militar del ducado de Guyena, el rey francés decide poner en apuros a Eduardo al mantener su injerencia en los asuntos del ducado y apoyando la rebelión en Escocia, diplomáticamente primero, y con el envío de tropas para mantener su independencia.
Por su parte, Eduardo busca controlar el condado de Flandes, vasallo de Francia, cuya industria pañera dependía de la lana inglesa. Primero trata una unión personal, al querer casar a su hijo Edmundo con Margarita, condesa de Flandes y viuda de Felipe de Rouvres, duque de Borgoña, pero el papa Urbano VI se niega a dar la dispensa para el matrimonio por el parentesco de ambos. Luego, apoya la sublevación de Jacobo van Artevelde, que pacta con él, asegurándose el suministro de lana y mandando al exilio en Francia a Luis, conde de Flandes y en su ausencia nombra gobernador de Flandes al barón Simón de Mirabello (van Halen), cuñado de Luis y consuegro de van Artevelde
El rey francés consideró hostil este acto y, ante el Parlamento, procedió a confiscar el ducado de Guyena a Eduardo, y éste, en respuesta, renegó del vasallaje prestado al rey, reclamó sus derechos al trono francés y envió a París un desafío en el que escribió una frase que sería famosa: "para Felipe, el que se llama a sí mismo rey de Francia". La Guerra de los Cien Años estaba comenzando (1337).
El ejército inglés estaba mejor entrenado y equipado con su poderosa artillería y caballería. Gracias a su pacto con los burgueses flamencos, entra a Francia por el condado de Flandes, apoyado por éstos y por la ayuda convenida con el emperador de Alemania.
Felipe VI envió un ejército para frenarle el paso en el antepuerto de L'Ecluse, en Brujas, pero fue derrotado. El posterior asalto a Tournai fue un fracaso inglés, por el agotamiento de las tropas y la falta de la ayuda imperial convenida, por lo que tuvo que firmar las treguas de Esplachin.
La guerra pudo acabar allí, pero la disputa dinástica en el ducado de Bretaña fue la excusa para volver a la carga. Eduardo III desembarca en Normandía y comienza una feroz cabalgata por Francia. Felipe VI sale en su persecución y lo alcanza en Crêcy, donde, pese a no estar preparados, los ingleses consiguen una aplastante victoria (1346). Al año siguiente los ingleses toman Calais —que conservarán 200 años—, y la peste negra obligó a Felipe VI a establecer una tregua, que durará siete años (1347-1354).
Al recomenzar la lucha, había dos nuevos líderes en ambos bandos: en Francia, el rey Juan II el Bueno, sucesor de su padre Felipe VI, muerto en 1350, y en Inglaterra, Eduardo, príncipe de Gales, primogénito de Eduardo III, y conocido como el "Príncipe Negro".
Durante los siguientes seis años continuaron las depredaciones inglesas, que Juan II trató de frenar en la batalla de Poitiers (1356), donde fue completamente derrotado, pese a su superioridad numérica, gracias a la brillante acción militar del Príncipe Negro. Además, el propio monarca francés cayó prisionero, ante la total conmoción de Europa.
En 1360, se firmó el Tratado de Brétigny. Juan II fue liberado, y Eduardo III conservó la provincia de Calais y obtuvo los ducados de Guyena y Aquitania, nombrando lugarteniente de éstas al Príncipe Negro; pero también se estipuló que Eduardo renunciaba a todo derecho a la corona de Francia. En el lugar del rey Juan II quedan presos familiares suyos, pero como uno de ellos escapó, el monarca consideró su deber caballeresco el regresar al cautiverio, donde murió en 1364.
Entretanto, Eduardo III afirmaba su autoridad en Inglaterra: en 1363, firma un tratado con su cuñado David II, rey de Escocia, por el cual si éste moría sin herederos, la corona pasará a manos suyas. Tres años más tarde, en 1366, Eduardo desconoce la autoridad del papa en el reino de Inglaterra, vasallo de la Iglesia desde 1213.
Entonces, la suerte cambió para los ingleses: el delfín y ahora rey Carlos V el Sabio, regente del reino desde la batalla de Poitiers, aprovecha "la paz" para reorganizar el gobierno central y para evitar luchas internas, envía a Castilla las llamadas "Compañías Blancas", al mando de Bertrand du Guesclin, para apoyar a Enrique de Trastámara en su lucha contra su hermano Pedro I el Cruel. La excusa de Carlos V para intervenir en Castilla fue la muerte de Blanca de Borbón, hermana de su esposa, Juana de Borbón, primera esposa de Pedro I, asesinada por orden suya.
Eduardo III entonces encargó a su hijo el Príncipe Negro defender al rey Pedro I, con lo que la guerra continuaba, pero en diferente lugar. Du Guesclin derrotó a los ingleses y Trastámara se convirtió en el rey Enrique II de Castilla tras matar a Pedro I en los campos de Montiel (1369).
Al no recibir su sueldo de parte del asesinado monarca castellano, el Príncipe Negro exigió el tributo correspondiente a sus ducados de Guyena y Aquitania. Carlos V acudió en auxilio de ambos ducados, lo que provocó la furia del Príncipe Negro. Esta vez, los franceses obtuvieron una brillante victoria, con la ayuda de Castilla, en La Rochelle, por lo que tuvo que firmarse el Tratado de Brujas (1375), en el que Eduardo III renunció a todas sus posesiones francesas, conservando solamente Calais, Burdeos, y Bayona.
La reina Felipa había fallecido en el castillo de Windsor, el 15 de agosto de 1369. Desde su muerte, el rey cayó bajo el influjo de su amante, Alicia Perrers quien, en unión a Juan de Gante, tercer hijo del rey, controlaba el país, aún más desde la derrota en Francia, cuando el monarca, aquejado de senilidad, dejó el poder totalmente en sus manos.
El Príncipe Negro murió en el palacio de Westminster, el 8 de junio de 1376. Fue un golpe del cual el rey jamás se repondría. El Parlamento aprovechó para decretar el destierro de la Perrers.
Efigie de Eduardo III sobre su tumba en la Abadía de Westminster.
Eduardo III falleció en el palacio de Sheen, en Surrey, el 21 de junio de 1377, a los 64 años de edad, y sólo 13 días después del primer aniversario de la muerte de su hijo. Fue sepultado en la abadía de Westminster. Lo sucedió su nieto Ricardo, hijo de su hijo mayor.
Administración[editar]
Legislación[editar]
La aportación más importante de Eduardo a las leyes del reino es el Statute of Labourers (1351), que abordó el problema de la escasez de mano de obra después de que la población hubiera quedado diezmada a causa de la peste. El estatuto equiparaba los salarios al nivel del periodo pre-peste y decretaba que todo hombre capaz de desempeñar una ocupación lo hiciera, imponiendo importantes penas a los ociosos. No obstante, su aplicación no tuvo éxito a causa de las disputas entre los terratenientes por la mano de obra.136 La descripción de la ley como un intento de «legislar en contra de la ley de la oferta y la demanda» evidencia que estaba condenada al fracaso.137 Su aprobación coincidía con los intereses de los pequeños terratenientes de la Cámara de los Comunes y los más importantes de la Cámara de los Lores pero hizo aumentar el descontento del campesinado, que inició la conocida Rebelión de Wat Tyler (1381).138
El reinado de Eduardo III coincidió con la etapa del Papado de Aviñón (1309-77). Durante la guerra de los Cien Años un sector de la población inglesa comenzó a oponerse a un papado subordinado a los intereses de Francia cuyas resoluciones consideraba injustas. Por otro lado, existía la sospecha de que los impuestos papales sobre la iglesia de Inglaterra iban a parar a las arcas de los enemigos del reino, mientras que la provisión —práctica por la que el papa proveía beneficios para los clérigos— causó resentimiento entre los ingleses. Con los estatutos de Provisores y Praemunire —redactados en 1350 y 1353 respectivamente— se prohibieron los beneficios papales y se limitó el poder del papa sobre el reino de Inglaterra.139 Sin embargo, los estatutos no rompieron los lazos entre Eduardo y el papa, pues continuaban dependiendo el uno del otro.
Otra importante ley redactada durante el reinado de Eduardo es el Treason Act de 1351, cuya aprobación resultó posible por la notable estabilidad interna del propio reino.140 Destacables son también los cambios que incidieron sobre los jueces de paz, institución previa al reinado de Eduardo III que en 1350 amplió sus poderes; a partir de ese momento ésta no sólo sería competente para investigar crímenes y ordenar arrestos, sino también para instruir casos, incluyendo el de felonía. With this, an enduring fixture in the administration of local English justice had been created.141
Matrimonio y descendencia[editar]
Se casó en la ciudad de York el 24 de enero de 1328, con Felipa de Henao, hija de Guillermo III, conde de Henao y de Holanda, y de Juana de Valois. De este matrimonio nacieron 14 hijos:
Eduardo "el Príncipe Negro (palacio de Woodstock, 15.06.1330-Palacio de Westminster, 08.06.1376), nombrado duque de Cornualles (13.03.1337) y príncipe de Gales (1343).
Isabel (palacio de Woodstock, 16.06.1332-Londres, 04.05.1379), casada con Enguerrand VII de Coucy, conde de Soissons.
Juana (palacio de Woodstock, II.1335-de plaga, Loremo, Bayona, 02.09.1348), fallecida en camino a casarse con el rey Pedro I de Castilla.
Guillermo (Hatfield, 16.02.1337-8.07.1337).
Leonel de Amberes (Amberes, 29.11.1338-Alba, Piamonte, 17.10.1368), nombrado Lord-Teniente de Irlanda (1361-1367), y luego duque de Clarence (14.09.1361).
Juan de Gante (abadía de St. Bavon, Gante, 24.06.1340-castillo de Leicester, 03.02.1399), nombrado conde de Richmond (20.09.1343).
Edmundo de Langley (King's Langley, Hertfordshire, 05.06.1341-King's Langley, Hertfordshire, 1.8.1402), nombrado conde de Cambridge (13.11.1361) y duque de York (06.08.1385).
Blanca (n. y m. Torre de Londres, III.1342).
María (Waltham, cerca de Winchester, 10.10.1344-1362), casada con el duque Juan V de Bretaña.
Margarita (castillo de Windsor, 20.07.1346-01.10.1361), casada con Juan Hastings, conde de Pembroke.
Tomás (castillo de Windsor, 1347-1348).
Guillermo (castillo de Windsor, 24.06.1348-05.09.1348).
Juana (n. y m. 1349).
Tomás de Woodstock (palacio de Woodstock, 7.1.1355-asesinado, Calais, 08.09.1397), creado conde de Buckingham (1378) y duque de Gloucester (1386).
Ancestros[editar]
Ancestros de Eduardo III de Inglaterra[mostrar]
Títulos Reales
Predecesor:
Eduardo II Duque de Aquitania
1325-1360 Tratado de Brétigny
Se convierte en Señor de Aquitania
Conde de Ponthieu
1325-1369 Sucesor:
Jaime I
Rey de Inglaterra
Señor de Irlanda
1327-1377 Sucesor:
Ricardo II
Predecesor:
Eduardo, príncipe de Gales Duque de Aquitania
1372-1377
Tratado de Brétigny Señor de Aquitania
1360-1362 Sucesor:
Eduardo, príncipe de Gales
Título en pretensión
Predecesor:
Carlos IV de Francia —Titular—
Rey de Francia
1340-1360
1369-1377 Sucesor:
Ricardo II
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Linea Genetica N°1 FAMILIA |•••► EDWARD
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1.- 1312 EDWARD III PLANTAGENET, KING OF ENGLAND |•••► Pais:Reino Unido
PADRE: Edward Ii, King Of England
MADRE: Isabelle De France, Reine Consort D'angleterre
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2.- 1284 EDWARD II, KING OF ENGLAND |•••► Pais:Gales
PADRE: Edward I (Longshanks), King of England
MADRE: Eleanor of Castile, Queen consort of England
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3.- 1239 EDWARD I (LONGSHANKS), KING OF ENGLAND |•••► Pais:Reino Unido
PADRE: Henry III, king of England
MADRE: Eleanor of Provence, Queen Consort of England
_________________________________________________________________________________________________
4.- 1207 HENRY III, KING OF ENGLAND |•••► Pais:Reino Unido
PADRE: John I (Lackland), King of England
MADRE: Isabelle of Angoulême, Queen Consort of England
_________________________________________________________________________________________________
5.- 1166 JOHN I (LACKLAND), KING OF ENGLAND |•••► Pais:Reino Unido
PADRE: Henry II Plantagenet (Curtmantle), king of England
MADRE: Eleanor d'Aquitaine, Queen Consort Of England
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6.- 1133 HENRY II PLANTAGENET (CURTMANTLE), KING OF ENGLAND |•••► Pais:Francia
PADRE: Geoffroy V, Count of Anjou, Maine and Mortain
MADRE: Matilde de Inglaterra (1102-1167), reina de Inglaterra
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7.- 1113 GEOFFROY V, COUNT OF ANJOU, MAINE AND MORTAIN |•••► Pais:Francia
PADRE: Fulk V, King of Jerusalem
MADRE: Ermengarde, countess of Maine
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8.- 1089 FULK V, KING OF JERUSALEM |•••► Pais:Francia
PADRE: Fulk Iv The Surly, Count Of Anjou
MADRE: Bertrada Of Montfort, Queen Consort Of France
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9.- 1043 FULK IV THE SURLY, COUNT OF ANJOU |•••► Pais:Francia
PADRE: Gâtinais Godofredo conde de
MADRE: Anjou Ermengarda de
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10.- GÂTINAIS GODOFREDO CONDE DE |•••► Pais:
PADRE: Hugues Du Perche, Comte De Gatinais
MADRE: Beatrice of Mâcon
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Indice de Personas
Madre: Isabelle De France, Reine Consort D'angleterre
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16° Bisabuelo de: Edward III of England is your 16th great grandfather. → Carlos Juan Felipe Antonio Vicente De La Cruz Urdaneta Alamoo
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(Linea Paterna)
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Edward III of England is your 16th great grandfather.
You → Carlos Juan Felipe Antonio Vicente De La Cruz Urdaneta Alamo
→ Enrique Jorge Urdaneta Lecuna
your father → Elena Cecilia Lecuna Escobar
his mother → María Elena de la Concepción Escobar Llamosas
her mother → Cecilia Cayetana de la Merced Llamosas Vaamonde de Escobar
her mother → Cipriano Fernando de Las Llamosas y García
her father → José Lorenzo de las Llamozas Silva
his father → Joseph Julián Llamozas Ranero
his father → Manuel Llamosas y Requecens
his father → Isabel de Requesens
his mother → Luis de Requeséns y Zúñiga, Virrey de Holanda
her father → Juan de Zúñiga Avellaneda y Velasco
his father → Pedro de Zúñiga y Avellaneda, II conde de Miranda del Castañar
his father → Diego López de Zúñiga y Guzmán, I conde de Miranda del Castañar
his father → D. Pedro López de Zúñiga y García de Leyva, I Conde de Ledesma, Conde de Plasencia
his father → Dª. Juana García de Leyva, Señora de Hacinas, Quintanilla y Villavaquerín
his mother → Juan Martínez de Leyva, III
her father → Isabella Plantagenet
his mother → Edward III of England
her father
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Eduardo III rey de Inglaterra. Fue el penúltimo rey perteneciente a la dinastía Plantagenet; un hombre muy temperamental, aunque también capaz de dar numerosas muestras de clemencia.
En muchos aspectos era un rey convencional, interesado principalmente en asuntos bélicos, y convirtió el Reino de Inglaterra en una de las más importantes potencias militares de Europa.
Durante su reinado se emprendieron importantes reformas legislativas y gubernamentales entre las que destaca el desarrollo del parlamentarismo y estalló la peste negra. Los historiadores liberales rompieron con la visión tradicional de Eduardo - que le presentaba como un rey excelente - y le acusaron de ser un aventurero irresponsable.
En la actualidad este punto de vista ha sido abandonado y la moderna le valora muy positivamente.
Síntesis biográfica
Nació el 13 de noviembre de 1312 en el Castillo de Windsor (actual Reino Unido). Fue el primogénito de Eduardo II e Isabel de Francia y creció en un ambiente enrarecido por las disputas territoriales de sus progenitores. En su minoría de edad, Inglaterra estuvo gobernada por un consejo de regencia, aunque el verdadero poder residía en manos de Isabel y de su amante Roger de Mortimer.
En 1325, su madre abandonó Inglaterra y se trasladó a Francia, desde donde, con la ayuda de su amante Roger Mortimer, planeó invadir Inglaterra y deponer a su marido. En 1327, tras invadir Inglaterra y forzar la huida de Eduardo II, la reina y los nobles lo auparon al trono con el nombre de Eduardo III.
Cuando contaba solamente con catorce años la reina Isabel (apodada “La Loba”) y su amante el noble Roger Mortimer derrocaron al rey y Eduardo fue coronado como Eduardo III el 1 de febrero de 1327. Mortimer se convirtió en gobernante de facto de Inglaterra y se valió de su posición para someter al nuevo monarca a numerosas humillaciones, hecho que Eduardo nunca olvidó. El 24 de enero de 1328 contrae matrimonio con Phillippa de Hainault en la Catedral de York.
Años más tarde con el apoyo de la nobleza logra despojar a Mortimer de sus propiedades y títulos y después de asumir la autoridad real sobre el reino lo condena a muerte.
Reinado
Tomando ventaja de la guerra civil escocesa, invade el país en 1333, derrotando a los escoceses en Halidon Hill (Inglaterra) y restauró a Eduardo de Baliol en el trono de Escocia. Sin embargo, Baliol fue depuesto muy poco tiempo después y sus intentos posteriores para establecerle de forma permanente como rey de Escocia fueron infructuosos.
David II de Escocia, quien era rey de Escocia en aquellos momentos, se vio obligado a buscar refugio en Francia, y a partir de 1337 reclamó su derecho al trono francés, lo cual motivó el inicio de la Guerra de los Cien Años. Durante los primeros años de dicha confrontación, destruyó la flota francesa en Sluys (1340) y venció en la batalla de Crécy (1346).
De 1347 a 1453 ocurre la que es denominada Guerra de los Cien Años. Esta contienda armada cuyo origen fue sucesorio, tuvo implicaciones internacionales. Eduardo enfrentó a los Valois, la rama de los Capeto que se extingue en 1328 y los Platagenet, quienes en virtud del enlace entre Enrique Plantagenet con Leonor de Aquitania, tenía posesiones en Francia desde 1154.
Tomó la ciudad de Calais en 1347 y se reestableció una tregua. Se renovó la guerra con Francia en 1355 y de nuevo los ejércitos ingleses fueron los triunfadores. La Paz de Calais (1360) dio a Inglaterra toda la Aquitania y a cambio Eduardo renunció a su pretensión al trono de Francia.
En 1363, firmó un acuerdo con su cuñado David II de Escocia, por el que se unificarían ambos reinos en el caso de que David muriese sin dejar un heredero varón. Tres años más tarde, repudió la supremacía feudal del papado sobre Inglaterra, mantenida en calidad de feudo desde 1213.
Reinició la guerra con Francia al desconocer la Paz de Calais. En esta ocasión, los ejércitos ingleses fracasaron. Tras la tregua de 1375, retuvo pocas de sus antiguas posesiones en Francia. Ya entonces, y aquejado de senilidad, se hallaba por completo en manos de su amante, Alicia Perrers, que en unión de su cuarto hijo, Juan de Gante, se adueñaba de Inglaterra. El Parlamento proscribió a Perrers en 1376.
Finalmente, tras una larga pugna, el triunfo quedó en manos de Francia: en 1450, Inglaterra debió restituir Calais, y en 1453, Aquitania (ya en época del reinado de Enrique VI de Inglaterra).
Muerte
Tras morir Eduardo El Príncipe Negro, su hijo, en 1376, fue un duro embate del que su padre, Eduardo III, no pudo recuperarse Fallece al año de la muerte del Príncipe, el 21 de junio de 1377 en Sheen, cerca de Londres. Su nieto Ricardo II le sucedió en el trono.
Al siglo XIV se lo denominó la Época Oscura en razón de las guerras y de la Peste Negra que diezmó la población.
Durante un breve lapso de tiempo, visto así desde una perspectiva cronológica y en la distancia, Europa interrumpió su crecimiento iniciado con la revitalización del comercio alrededor de las jóvenes ciudades surgidas en el siglo XII.
Fuentes
Biografías y vidas
La guía 2000
Busca biografías
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Eduardo III de Inglaterra
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Para otros usos de este término, véase Eduardo III.
Eduardo III de Inglaterra
Rey de Inglaterra y señor de Irlanda
Edward III of England (Order of the Garter).jpg
Eduardo III como Gran Maestre de la Orden de la Jarretera, fundada por él.
Información personal
Otros títulos Señor de Irlanda
Reinado 1 de febrero de 1327-21 de junio de 1377
Coronación 1 de febrero de 1327
Nacimiento 13 de noviembre de 1312
Castillo de Windsor, Berkshire
Fallecimiento 21 de junio de 1377 (64 años)
Palacio de Sheen, Surrey
Entierro Abadía de Westminster, Londres
Predecesor Eduardo II
Sucesor Ricardo II
Familia
Casa real Plantagenet
Padre Eduardo II de Inglaterra
Madre Isabel de Francia
Consorte Felipa de Henao
Regente Roger Mortimer e Isabel de Francia
Descendencia Eduardo, el Príncipe Negro
Isabella de Coucy
Juana de Inglaterra
Leonel de Amberes, I duque de Clarence
Juan de Gante, I duque de Lancaster
Edmundo de Langley, I duque de York
María Plantagenet, duquesa de Britania
Margarita Plantagenet, condesa de Pembroke
Tomás de Woodstock, I duque de Gloucester
Coat of Arms of Edward III of England (1327-1377).svg
Escudo de Eduardo III de Inglaterra
[editar datos en Wikidata]
Eduardo III Plantagenet (castillo de Windsor, 13 de noviembre de 1312-palacio de Sheen, 21 de junio de 1377) fue rey de Inglaterra desde el 1 de febrero de 1327 hasta su muerte. Restauró la autoridad real tras el desastroso reinado de su padre Eduardo II y convirtió el Reino de Inglaterra en una de las más importantes potencias militares de Europa. Durante su reinado se emprendieron importantes reformas legislativas y gubernamentales —entre las que destaca el desarrollo del parlamentarismo— y se produjo la epidemia de peste negra.
Fue coronado a los catorce años, tras el derrocamiento de su padre, y a los diecisiete encabezó un golpe de estado contra el regente y consorte de su madre, Roger Mortimer, e inició su reinado privativo. Una vez en el trono, luchó con éxito en Escocia, instalando en su trono a Eduardo de Balliol (1332-1336), y se proclamó heredero de la corona de Francia (1338), desencadenando la guerra de los Cien Años. Se impuso a Francia en las batallas de Crécy (1346) y Poitiers (1356) —donde capturaron al rey de Francia, Juan II— lo que le permitió acordar con este el Tratado de Brétigny (1360), por el cual el monarca francés cedía un tercio de su reino a Inglaterra, a cambio del homenaje de esos feudos y su renuncia a las pretensiones sobre el trono francés. No obstante, los últimos años de su reinado estuvieron marcados por reveses internacionales y luchas internas, causados en gran medida por la mala salud del monarca. El nuevo soberano francés, Carlos V, argumentando que Eduardo III había violado el Tratado de Bretigny al no rendirle homenaje, declaró de nuevo la guerra. Para 1377, año de la muerte de Eduardo, su hacienda estaba en bancarrota y los ingleses apenas si controlaban la Guyena.
Fue un hombre muy temperamental, aunque también capaz de dar numerosas muestras de clemencia. En muchos aspectos era un rey convencional, interesado principalmente en asuntos bélicos. Los historiadores liberales (whigs) rompieron con la visión tradicional de Eduardo —que le presentaba como un rey excelente— y le acusaron de ser un aventurero irresponsable. En la actualidad este punto de vista ha sido abandonado y la historiografía moderna le valora muy positivamente.1
Índice [ocultar]
1 Biografía
2 Juventud
2.1 Infancia
2.2 Derrocamiento de Eduardo II y ascenso al trono
2.3 Problemas sucesorios en Francia
2.3.1 Heredero de la corona francesa
2.3.2 Sucesión de Carlos IV
2.4 Toma del poder
3 Reinado
3.1 Primeros años del reinado
3.1.1 Homenaje por Guyena
3.1.2 Guerra de Escocia
3.2 Primera fase de la guerra de los Cien Años
3.2.1 Cabalgada de 1339
3.3 Campaña de Enrique de Lancaster en Aquitania
3.3.1 Victorias inglesas
3.4 Influencia de Carlos de Navarra
3.5 Reveses y tácticas fabianas francesas
3.6 Pérdida de las posesiones francesas
3.6.1 Conflicto diplomático
3.6.2 Cambio de bando de los gascones
3.6.3 Operaciones militares
3.6.4 Cabalgada del duque de Lancaster
3.7 Fin del reinado
4 Balance del reinado
4.1 Legislación
4.2 Inicios del reinado
4.3 Guerra con Francia
4.4 Final del reinado
4.5 La Guerra de los Cien Años
5 Administración
5.1 Legislación
6 Matrimonio y descendencia
7 Ancestros
8 Véase también
9 Notas
10 Referencias
11 Bibliografía
12 Enlaces externos
Biografía[editar]
Juventud[editar]
Infancia[editar]
Coronaión de d'Eduardo III. Miniatura de Loyset Liédet, Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643.
Eduardo nació en Windsor el 13 de noviembre de 1312. El nacimiento consolidó temporalmente la posición de su padre,2 Eduardo II, muy dañada por las numerosas derrotas militares, rebeliones de la aristocracia y corrupta administración que marcaron su reinado.nota 1 Entre las razones para la debilidad de su posición se contaba la indolencia y derrotas del monarca en la guerra con Escocia.3 Otra de las causas de la impopularidad del rey era su reducida camarilla de favoritos, en la que centraba sus mercedes.4 Probablemente como medida para restaurar la autoridad real tras años de crisis, el rey nombró a Eduardo conde de Chester con apenas doce días;5 menos de dos meses después, el monarca creó una corte propia para el recién nacido. El joven Eduardo gozó así de cierta autonomía como príncipe.6 Al igual que todos los reyes de Inglaterra desde los tiempos de Guillermo el Conquistador, se lo educó en francés y no hablaba inglés.7
En 1325, Carlos IV de Francia, cuñado de Eduardo II, le exigió que le prestase homenaje por su feudo de Aquitania.8 Eduardo II era reacio a dejar Inglaterra en un moento en que volvía a crecer el descontento, en especial por la relación del rey con su favorito Hugo Despenser el Joven.9 Por tanto, decidió otorgar a su hijo Eduard el título de duque de Aquitania y enviarlo en su lugar a Francia a prestar homenaje a Carlos.10 Al joven príncipe lo acompañó su madre, Isabel, hermana del rey Carlos; entre las tareas del príncipe y de su comitiva estaba la firma de un tratado de paz con los franceses.11
Derrocamiento de Eduardo II y ascenso al trono[editar]
En Francia, Isabel se dedicó a conspirar con el exiliado Roger Mortimer para derrocar a Eduardo.12 Para recabar apoyos para su maquinación, Isabel prometió al príncipe Eduardo con Felipa de Henao, que por entonces contaba doce años.13 Los confabulados desembarcaron en Inglaterra. El 20 de enero de 1327, cuando Eduardo contaba catorce años, la reina, Isabel de Francia, y su amante, Mortimer, encabezaron la revuelta de barones contra Eduardo II. Este, casi desprovisto de apoyo, fue apresado y obligado a abdicar en favor de su hijo el 25 de enero. Encarcelado, fue asesinado poco tiempo después.nota 2 Eduardo III fue coronado el 1 de febrero en la abadía de Westminster de Londres por Walter Reynolds, arzobispo de Canterbury, y quedó tutelado por los regentes, que fueron su madre y Mortimer.15 Este era el señor efectivo del reino y sometía al joven rey a constantes humillaciones y ofensas. El 24 de enero de 1328, el rey contrajo matrimonio con Felipa de Henao en la catedral de York.16
Problemas sucesorios en Francia[editar]
Heredero de la corona francesa[editar]
Pese a ser nieto de Felipe el Hermoso, fue excluido de la sucesión al trono francés en 1328. Este hecho se debió en la elección hecha al fallecer Luis X de Francia en 1316. En efecto, ese año aconteció un suceso con un único precedente: Luis falleció sin tener heredero varón, situación que no se daba desde los tiempos de Hugo Capeto; la heredera directa del reino era la hija del difunto rey, Juana, aún menor de edad.17 La infidelidad probada de la reina Margarita en 1314 —falleció en prisión el año siguiente— podía poner en duda la legitimidad de la princesa y hacía temer que cualquier pretendiente al trono la utilizase para acusar a Juana de bastarda y afirmar así su candidatura a la corona francesa.18 Sin embargo, la reina Clemencia, segunda esposa del rey fallecido, estaba embarazada. El hermano de Luis, el poderoso Felipe, conde de Poitiers, caballero aguerrido e instruido por su padre en las labores de soberano, obtuvo el cargo de regente.
La reina dio a luz un hijo varón al que bautizaron con el nombre de Juan. La dinastía parecía salvada y el niño obtuvo el título de Juan I de Francia, pero murió a los cuatro días de nacer. Entonces los grandes señores del reino declararon a Felipe de Poitiers el más apto para gobernar y este se hizo coronar, soslayando los derechos de Juana:17 si bien el título real en general se heredaba y se obtenía en el acto de coronación, en momentos críticos aún se podía emplear la elección para escoger al nuevo soberano.
Généalogie de la Guerre de Cent Ans
Acerca de esta imagen
Tras el breve reinado de Felipe V, que murió sin dejar heredero varón, obtuvo la corona el benjamín de los hermanos, Carlos IV, que aprovechó en este trance el ejemplo de Felipe. Su reinado resultó también corto.
Sucesión de Carlos IV[editar]
Artículo principal: Sucesión de Carlos IV el Hermoso
Cuando Carlos IV de Francia, tercer y último hijo de Felipe el Hermoso feneció sin heredero varón en 1328, la cuestión dinástica era la siguiente: Juana de Navarra aún no tenía hijos (Carlos de Navarra nació cuatro años más tarde) e Isabel de Francia, última hija de Felipe el Hermoso, tenía uno, Eduardo III, rey de Inglaterra. No estaba claro, empero, que pudiese transmitirle un derecho que ella misma no podía ejercer debido a la ley sálica.
Aunque Eduardo III aspirase al trono francés, quien lo ocupó fue Felipe VI de Valois.19 Era hijo de Carlos de Valois, el mayor de los hermanos menores de Felipe el Hermoso, lo que le hacía descender por línea paterna de los capetos. Su elección fue un acto geopolítico que expresaba claramente la conciencia nacional en formación, pues suponía el rechazo de la opción de un soberano extranjero, que obtuviese el título mediante casamiento con la reina viuda.20 Los pares de Francia rehusaron entregar la corona a un rey extranjero, como ya habían hecho diez años antes.21 La decisión de 1316 de apartar de la sucesión a la corona a las mujeres se confirmó en 1328 y derivaba de la ley sálica.
La noticia no sorprendió en Inglaterra: únicamente Isabel de Francia, hija de Felipe el Hermoso, protestó por la decisión que privaba a su hijo del trono francés; envió a dos obispos a París, que no fueron recibidos. El Parlamento inglés, reunido en 1329, declaró además que Eduardo no tenía derecho al trono del país vecino y debía rendir homenaje al soberano francés como señor de Aquitania.22 Al igual que Isabel, Juana de Navarra, eliminada de la sucesión en 1316, lo fue de nuevo en 1328. Su hijo Carlos, que era el descendiente varón más directo de Luis X de Francia, nació en 1332 y no pudo, por lo tanto, ser considerado aspirante en 1328.
Toma del poder[editar]
Mortimer era consciente de la precariedad de su poder, que se acentuó cuando Eduardo y su esposa, Felipa de Henao, tuvieron un vástago el 15 de junio de 1330.23 24 Mortimer empleó su posición para adquirir títulos y propiedades, como el condado de la marca del país de Gales; la mayoría de los títulos habían pertenecido a Edmund FitzAlan, noveno conde de Arundel, que había permanecido fiel a Eduardo II en la disputa con Isabel y Mortimer, y que había sido ajusticiado el 17 de noviembre de 1326. La derrota de las huestes inglesas ante los escoceses en la batalla de Stanhope Park y el subsiguiente Tratado de Edimburgo-Northampton de 1328 agudizaron el descontento con Mortimer.25
La ambición y arrogancia de Mortimer le granjearon el odio de los nobles, lo que favoreció al joven Eduardo. El príncipe rápidamente se percató de que la codicia del amante de su madre había provocado el descontento de la nobleza, y decidió buscar su apoyo. La ejecución de Edmundo de Woodstock, hermano de Eduardo II, en marzo de 1330 causó indignación entre la nobleza e inquietó intensamente a Eduardo, que se sintió amenazado.
Pese a su juventud, el rey era obstinado, estaba decidido a gobernar sin tutela, deseaba evitar la suerte que habían corrido su padre y su tío y ansiaba vengarse de las humillaciones que había sufrido. Con casi dieciocho años, Eduardo estaba listo para tomarse la revancha. El 19 de octubre de 1330, Mortimer e Isabel dormían en el castillo de Nottingham. Al amparo de la noche, un grupo de fieles a Eduardo penetraron en la fortaleza por un pasadizo secreto y alcanzaron la alcoba de Mortimer. Allí lo detuvieron en nombre del rey y luego lo condujeron a la torre de Londres. Se lo despojó de sus tierras y de sus títulos y se lo acusó de haber usurpado la autoridad real. La madre de Eduardo –posiblemente embarazada de Mortimer– solicitó clemencia en vano al rey. Eduardo condenó a Mortimer a muerte un mes después de haberle arrebatado el poder, sin juicio. Se lo ahorcó el 29 de noviembre de 1330. Isabel, por su parte, Isabel fue recluida en el castillo de Rising (Norfolk) donde se cree que abortó —murió en él el 22 de agosto de 1358—. Para su dieciocho cumpleaños, Eduardo había completado la venganza y se había hecho con el poder en Inglaterra.26
Reinado[editar]
Primeros años del reinado[editar]
Homenaje por Guyena[editar]
Homenaje a Felipe VI de Francia por la Guyena en 1329. Miniatura de las Grandes crónicas de Francia de Carlos V, BNF, Fr.2813.
Cuando Felipe VI de Francia ascendió al trono, Isabel de Francia adoptó una posición intransigente respecto del homenaje debido por la posesión de Guyena: respondió a los emisarios franceses que Eduardo «era hijo de rey y no prestaría homenaje al hijo de un conde». El rey de Inglaterra, que era par de Francia, no acudió a la coronación de Felipe ni le prestó homenaje. Pero la victoria aplastante de este sobre los flamencos en la batalla de Cassel inquietó a los ingleses, que no pudieron impedir la confiscación de Guyena por Carlos IV en 1323. Por ello Eduardo optó por someterse finalmente y prestar homenaje al rey francés el 6 de junio de 1329 en la catedral de Amiens. La ceremonia, sin embargo, resultó tensa: Eduardo rehusó juntar las manos ante Felipe, lo que suponía que le prestaba el homenaje simple, pero no el especial (hommage lige), de manera que lo reconocía como señor, pero no como soberano supremo. Su portavoz, el obispo de Lincoln, dio un discurso de protesta en el que presentó las razones jurídicas por las que Eduardo rechazaba a Felipe como soberano.27
Este concedió a Eduardo hasta el 30 de julio de 1330 para que se presentase ante él y realizase la ceremonia de homenaje especial; mientras, los ingleses reclamaban que se les devolviesen los territorios que habían perdido en la guerra de Saint-Sardos. Felipe se negó rotundamente a ello y cambió la fecha límite para recibir el reconocimiento de Eduardo: la fijó en el 15 de diciembre de 1330. Ante el nuevo rechazo inglés, el rey de Francia encargó a su hermano Carlos II de Alençon que se apoderase de Saintes, que este saqueó. Pero entonces Eduardo le arrebató el poder al regente Mortimer y comenzó a reinar por sí mismo. Envió una embajada a Felipe en febrero de 1331, se retractó de la actitud anterior y solicitó que su homenaje se considerase como especial. Felipe se mostró conciliador, aceptó la petición de Eduardo, retiró sus fuerzas de Saintes y prometió pagarle una indemnización por el saqueo de esta.28
Guerra de Escocia[editar]
Todos los esfuerzos de apaciguamiento de Eduardo quedaron desbaratados por Eduardo Balliol, hijo del exrey escocés proinglés Juan Balliol, que desembarcó con un ejército privado en Fife el 6 de agosto de 1332, al noroeste del país; este acto reavivó el conflicto anglo-escocés.28 Desde 1296 y aprovechando la muerte de Alejandro III de Escocia sin heredero varón y un intento de controlar el país mediante un casamiento, Inglaterra consideraba Escocia un Estado vasallo. Sin embargo, los escoceses habían rubricado con Francia la Auld Alliance el 23 de octubre de 1295 y Roberto Bruce (futuro Roberto I de Escocia) aplastó en la batalla de Bannockburn de 1314 a la caballería inglesa, pese a la gran superioridad numérica de esta, gracias a sus piqueros que, al clavar sus armas en el suelo, podían desbaratar las cargas enemigas como habían hecho antes los flamencos con los franceses en la batalla de Courtrai.29 Estas unidades de piqueros podían además emplearse en el ataque de la misma forma que las antiguas falanges griegas (la formación cerrada permitía concentrar la energía cinética de los soldados para quebrar las líneas enemigas), táctica que permitió en efecto a los escoceses infligir una grave derrota a los ingleses. En 1328, los ingleses reconocieron a Roberto Bruce como rey de Escocia en el Tratado de Edimburgo-Northampton. Este, sin embargo, murió al año siguiente y dejó el trono a David II, que apenas contaba ocho años; Eduardo Balliol aprovechó esta situación para reclamar el cetro escocés.30
Del desastre de Bannockburn, los ingleses aprendieron que había llegado el fin de la superioridad de la caballería y desarrollaron nuevas técnicas de combate. El rey Eduardo I aprobó una ley que instaba a los arqueros a entrenarse los domingos y prohibía el ejercicio de otros deportes; la práctica hizo de los ingleses temibles con el arco largo (long bow). Este se fabricaba con madera de tejo, que Inglaterra importaba de Italia y que dotaba a los arcos de cualidades superiores a los de los franceses, hechos de olmo blanco. Este nuevo tipo de arco, más potente, podía emplearse en descargas cerradas que enviaban los proyectiles a notable distancia. Los ingleses cambiaron la composición de sus ejércitos: redujeron la cantidad de caballería y aumentaron la de arqueros y peones, que se desplazaban a caballo pero combatían a pie y se protegían de las cargas de caballería enemiga con estacas.31 32
El uso del arco largo imponía además una estrategia defensiva, pues el arquero tenía que usarlo desde una posición protegida. Requería que el enemigo atacase las posiciones defendidas por los arqueros; para provocarlo, los ingleses emplearon en Escocia la táctica de la cabalgada. Esta consistía en desplegar el ejército en una zona que talaba hasta que esto obligaba al enemigo a atacarlo para acabar con la devastación del territorio. Mediante esta táctica, que auguraba ya la utilizada luego en la batalla de Crécy (soldados protegidos por estacas y arqueros dispuestos en los flancos para que sus flechas no rebotasen en los cascos y armaduras preparados para parar las que llegaban de frente), Balliol aplastó a los escoceses, pese a hallarse en inferioridad numérica muy acusada, en la batalla de Dupplin Moor del 11 de agosto de 1332. Tras otra victoria, fue coronado rey de Escocia en la Abadía de Scone en agosto de 1332. El triunfo de Balliol demostró la superioridad táctica del arco largo inglés. Eduardo no participó en la campaña, pero su pasividad le favoreció de todas formas, pues el nuevo monarca escocés era su aliado.30 .
Eduardo III ante Berwick. Miniatura de Loyset Liédet, Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643.
Cuando Balliol fue derrocado el 16 de diciembre de 1332, Eduardo intervino en su favor. Rescindió el Tratado de Edimburgo-Northampton que se había firmado durante su minoría de edad, lo que suponía recuperar la pretensión inglesa al trono escocés; esto desencadenó la segunda guerra de independencia escocesa. Trató de recuperar todo lo cedido por Inglaterra en el tratado: asedió y tomó Berwick y luego venció al ejército de socorro en la batalla de Halidon Hill con la misma táctica empleada antes en Dupplin Moor. Eduardo se mostró severo con el enemigo: ordenó pasar por las armas a todos los prisioneros.33 Devolvió el trono escocés a Balliol, que prestó homenaje al rey inglés en junio de 1334 en Newcastle y le cedió 2000 librates de tierras de los condados del sur (Lothian, Roxburghshire, Berwickshire, Dumfriesshire, Lanarkshire y Peebleshire).33
Estas guerras disgustaron a Felipe VI de Francia, que planeaba emprender una nueva cruzada con la ayuda de Eduardo III. Por consiguiente, acogió a David II en mayo de 1334 y le cedió el castillo Gaillard para que estableciese en el su corte.34 Eduardo trató de calmar al rey francés y de que este le devolviese las tierras que le había arrebatado Carlos IV en Aquitania; Felipe exigió para ello que Eduardo devolviese el trono escocés a David II, de manera que la cuestión de Guyena quedó ligada a la suerte de Escocia. Pese a las derrotas de Dupplin y Halidon, las fuerzas de David Bruce pronto comenzaron a recuperarse: a partir de julio de 1334, Balliol tuvo que refugiarse en Berwick y solicitar el auxilio de Eduardo. Gracias a los ingresos debidos a un impuesto aprobado por el Parlamento y a un empréstito de la banca Bardi, este retomó la guerra en Escocia.34 Realizó una cabalgada devastadora, pero los escoceses evitaron las batallas campales, habiendo aprendido la lección de los combates anteriores: aplicaron para contrarrestar su táctica la de la tierra quemada. La ocupación de los Plantagenêt era cada vez más débil y las fuerzas de Balliol perdían terreno frente a las enemigas. Eduardo reclutó entonces un nuevo ejército de trece mil hombres con el que llevó a cabo una segunda campaña en Escocia, de nuevo infructuosa. Los franceses reunieron un cuerpo expedicionario de seis mil soldados y combatieron a los ingleses en el canal de La Mancha.35 A finales de 1335, disputaron la batalla de Culblean con uno de los seguidores de Balliol. Fingieron una retirada para que los ingleses abandonasen sus posiciones defensivas: la treta dio resultado y los franceses pudieron atacarlos por los flancos y desbaratarlos.
En esta época, en 1336, falleció el hermano de Eduardo, Juan de Eltham, conde de Cornualles. En su obra gestia annalia, el historiador Juna de Fordun acusó a Eduardo de haberlo asesinado en un disputa que estalló en Perth.
A pesar de las grandes fuerzas que Eduardo destinó a la guerra escocesa, para 1337 las huestes de David II habían recuperado la mayor parte del territorio escocés. Solamente unos cuantos castillos como el de Edimburgo, el de Roxburgo y el de Stirling quedaban en poder de los Plantagenêt. El papa trató de mediar para que se firmase la paz: el pontífice proponía que Balliol conservase la corona escocesa hasta su muerte y que le sucediese en el trono David Bruce. Este, sin embargo, rechazó la propuesta a instancias de Felipe VI.36
Las pocas plazas fuertes que todavía conservaba no le bastaban a Eduardo para dominar el territorio y en 1338-1339 abandonó la táctica ofensiva por otra defensiva, que se centraba en mantener los puntos que aún controlaba. Tenía que combatir en dos frentes, ya que su deseo de apoderarse del trono francés requería el uso de fuerzas también en el continente. Los franceses le suponían tres problemas: sostenían constantemente a los escoceses con los que estaban aliados; atacaban las ciudades costeras inglesas; y propalaban rumores de una invasión de Gran Bretaña.37 En efecto, Felipe organizó una expedición de veinte mil peones y cinco mil ballesteros para invadir el reino vecino. Para transportar semejante hueste, tenía que alquilar galeras a los genoveses. Eduardo, noticioso del plan por sus espías, sobornó a los genoveses para que permaneciesen neutrales en el conflicto, privando a Felipe, incapaz de superar la oferta inglesa, del necesario transporte para sus tropas.36 Incluso así, las posesiones del rey de Inglaterra en Francia aún estaban amenazadas. En 1336, Eduardo prohibió exportar lana inglesa a Flandes (posesión de la Corona francesa). Esta provocación de tipo económico, que suponía un desafío inglés a Francia, fue una de las razones principales del estallido de la guerra de los Cien Años.
Primera fase de la guerra de los Cien Años[editar]
Artículo principal: Guerra de los Cien Años
Con el pretexto de que rechazaba entregarle a Roberto de Artois, enemigo declarado de la Corona, Felipe VI le arrebató el ducado de Aquitania al rey inglés el 24 de mayo de 1337. Aunque el rey de Inglaterra era como tal el igual del de Francia, era también su vasallo en tanto que duque de Aquitania, título que los monarcas ingleses habían obtenido por el casamiento de Enrique II Plantagenet con Leonor de Aquitania. Como vasallo, le debía a Felipe obediencia y fidelidad. En vez de tratar de resolver el conflicto pacíficamente prestando homenaje a Felipe, Eduardo reivindicó la corona francesa como único descendiente masculino vivo de su abuelo materno, Felipe el Hermoso. No obstante, los franceses invocaron la ley sálica, rechazaron sus pretensiones y reconocieron heredero legítimo al sobrino de Felipe IV, Felipe VI, de la casa de Valois. En respuesta, Eduardo se proclamó rey de Inglaterra y Francia. Como reflejo de esta pretensión, se creó un escudo propio, que unía a las armas inglesas (unos leones rampantes), las de Francia (las flores de lis).38 Para hacer valer sus derechos, se enfrentó a Francia y desencadenó la guerra de los Cien Años.
En el conflicto con Francia, Eduardo forjó diversas alianzas y empleó en su servicio a distintos señores franceses. En 1338, el emperador Luis IV le concedió el cargo de vicario general del Sacro Imperio Romano Germánico y le prometió su ayuda. Al principio del enfrentamiento anglo-francés, en 1339, su suegra Juana de Valois lo recibió en la abadía de Fontenelle y trató en vano de poner fin al conflicto.
Cabalgada de 1339[editar]
Aquitania se tenía por indefendible tras la conquista de Carlos IV en 1323. Por tanto, Eduardo decidió no combatir en ella sino en Flandes. Se había granjeado la alianza de las ciudades flamencas que dependían económicamente de la lana inglesa, así como la del emperador y los señores de la región, que desconfiaban de los avances franceses en territorio imperial. Estas alianzas se basaban en la promesa de compensaciones económicas del soberano inglés a sus nuevos coligados. Cuando desembarcó en Amberes el 22 de julio de 1338 al frente de mil cuatrocientos peones y tres mil arqueros, los aliados se apresuraron a solicitar que pagase lo que les debía, sin aportar los contingentes militares que a su vez le habían prometido. El rey tuvo que pasar el invierno en Brabante negociando con sus acreedores.39 Para detener a las fuerzas francesas que el 24 de agosto se habían reunido en Amiens, entabló negociaciones con el enemigo, que dejó en manos del arzobispo de Canterbury y del obispo de Durham. La argucia dio resultado y el rey de Francia retiró sus numerosas tropas de la región.
Por el contrario, Eduardo no puedo impedir los avances franceses en Aquitania; un ejército equipado con bombardas encadenó una serie de victorias y las plazas de Penne, Castelgaillard, Puyguilhem, Blaye y Bourg cayeron en su poder.40 Las huestes francesas estaban a punto de rematar la campaña con la toma de Burdeos, cuyo cerco emprendieron en julio de 1339. La ciudad, sin embargo, resistió el sitio: pese a que los sitiadores lograron conquistar una de las puertas, fueron repelidos por los defensores. Por entonces los sitiados resistían mejor las operaciones que los sitiadores a los que, al ser a menudo demasiado numerosos para ser abastecidos con facilidad, les aquejaba el hambre. En el caso de Burdeos, el ejército sitiador contaba con doce mil hombres, que agotaron los víveres disponibles en la comarca.
Primera fase de la guerra de los Cien Años:
Principales batallas de la primer fase de la guerra
Cabalgada de Eduardo III (1339)
Cabalgada de Eduardo III (1346)
Cabalgada del Príncipe negro (1355)
Cabalgada de Lancaster (1356)
Cabalgada del Príncipe negro (1356)
Cabalgada de Eduardo III (1359-1360)
Durante el verano de 1339, ante los avances franceses en Aquitania y el peligro de un desembarco francés en Inglaterra, Eduardo III decidió abrir un nuevo frente en Flandes y obligar así a Felipe VI a trasladar parte de sus fuerzas al norte. En efecto, los franceses abandonaron el asedio de Burdeos el 19 de julio de 1339.41 Con nuevos refuerzos llegados de Gran Bretaña y habiendo logrado avalar sus deudas con los aliados, Eduardo III marchó contra Cambray acompañado por estos a finales de septiembre de 1339; la ciudad era territorio imperial, pero su obispo se había coligado con Felipe. Para provocar a los franceses y que estos se decidiesen a entablar una batalla campal, taló el territorio a su paso, pero no consiguió atraer al enemigo. El 9 de octubre, cuando empezaban a escasear los recursos de la región, el rey inglés tuvo que forzar la situación. Marchó a sangre y fuego hacia el suroeste a través de la región de Cambrésis: arrasó cincuenta y cinco pueblos de la diócesis de Noyon.42 Mientras, Felipe había reunido a sus huestes y se había trasladado a Buironfosse. Los dos ejércitos comenzaron a acercarse y se encontraron en las cercanías de Péronne. Eduardo contaba con doce mil hombres y Felipe, con veinticinco mil. El primero, al hallarse en terreno desfavorable, decidió replegarse. Felipe le propuso encontrarse en campo abierto el 21 o 22 de octubre para que sus fuerzas pudiesen librar una lid según las reglas de la caballería. Eduardo III lo esperó cerca del pueblo de La Capelle, donde plantó sus reales en terreno que le favorecía, protegido por una línea de fosos y estacas, con los grupos de arqueros en los flancos de la posición. El rey francés descartó acometerlo con la caballería, maniobra que consideró suicida, y optó por fortificar también su posición y dejar al enemigo el honor de emprender el asalto. El 23 de octubre de 1339, como ninguno de los dos ejércitos se decidía a tomar la iniciativa y atacar al otro, ambos se retiraron. La caballería francesa que contaba obtener ingresos con los rescates de los cautivos que pensaba hacer en el combate, se disgustó y acusó al rey de cobardía.43
Las primeras maniobras de Eduardo en la guerra obtuvieron escasos resultados: la única victoria que obtuvo fue la del combate naval de La Esclusa, disputado cerca de Brujas el 24 de junio de 1340, en el que dieciséis mil soldados y marinos franceses perecieron. La flota de Felipe quedó aniquilada y su eliminación otorgó el control del canal de La Mancha a Eduardo y le permitió que el conflicto se librase en territorio francés.
Sin embargo, la presión fiscal creciente, debida a las onerosas alianzas del rey, causó descontento entre el pueblo inglés. Para contrarrestarlo, el rey regresó por sorpresa a Gran Bretaña el 30 de noviembre de 1340. Al comprobar el desorden de los asuntos públicos, realizó una purga de la administración real.44 Estas medidas no bastaron para asegurar la estabilidad del reino y a los problemas de Eduardo se añadió una disputa que sostuvo con Juan Stratford, arzobispo de Canterbury.
En las sesiones del Parlamento de abril de 1341, Eduardo tuvo que aceptar restricciones a sus prerrogativas fiscales y administrativas. En octubre, empero, el rey rechazó estas y apartó de la política a Stratford. Las circunstancias extraordinarias de 1341 habían obligado a Eduardo a someterse al principio a las exigencias del Parlamento, pese a que su poder como rey de Inglaterra era casi absoluto, de lo que este se aprovechó sin recato.45
Campaña de Enrique de Lancaster en Aquitania[editar]
La suerte de la guerra dependía de las finanzas. Aprovechando la Tregua de Malestroit, Eduardo convenció al Parlamento que era imposible librar el conflicto sin enviar copiosas fuerzas contra el enemigo.46 Dedicó grandes esfuerzos para persuadir a la población del peligro que suponía el rey francés.47 El Parlamento aprobó en junio de 1344 una contribución bianual que le permitió aprestar dos ejércitos bien equipados para emprender campañas tanto en Aquitania como en el norte de Francia y otros contingentes menores para influir en la guerra de sucesión de Bretaña.
A principios de agosto de 1345, Enrique de Lancaster desembarcó en Burdeos con quinientos hombes de armas, mil arqueros y quinientos infantes galeses. Con el título de teniente de Aquitania, gozaba de total autonomía. Su primer objetivo fue apoderarse de Bergerac, de la que partían periódicamente incursiones devastadoras. La conquistó el mismo mes de agosto y pidió rescate por los centenares de cautivos que hizo en la plaza. Con los refuerzos de tropas gasconas y los hombres de Stafford (dos mil hombres de armas y cinco mil arqueros y peones) marchó a asediar Périgueux.48 Juan el Bueno, encargado de la defensa de Aquitania, envió a Luis de Poitiers al frente de tres mil caballeros y seis mil peones para socorrer la plaza cercada. A quince kilómetros de esta, Juan detuvo su avance para apoderarse del castillo de Auberroche. Allí lo sorprendió Enrique el 21 de octubre: el ejército francés cayó derrotado en el choque y los ingleses volvieron a tomar abundantes cautivos.49 Tras esta victoria, Enrique se apoderó de varias bastidas, expulsó a las guarniciones francesas de las tierras comprendidas entre el Dordoña y el Garona y puso cerco a La Réole. La conquistó el 8 de noviembre, aunque no pudo hacerse con su ciudadela; esta prometió rendirse si no recibía socorros en cinco semanas.50 Juan no acudió en su auxilio, ya que gran parte de sus fuerzas habían sido vencidas en Auberroche y había licenciado al resto. Como consecuencia, La Réole capituló; luego lo hicieron también Langon y Sainte Bazeille, en enero de 1346. Esto tuvo un efecto catastrófico para los franceses: ante su pasividad, numerosos señores gascones cambiaron de bando, entre ellos las poderosas familias de los Durfort y los Duras; las comunidades de la región organizaron su propia defensa y dejaron de pagar los impuestos al rey.50 Así, la soberanía francesa en Aquitania se fue debilitando y se extendieron el poder de las compañías guerreras y los conflictos privados, que acentuaron el proceso. Además, los rescates de los cautivos de Bergerac y de Auberroche supusieron cerca de setenta mil libras de ingresos para Enrique de Lancaster, y sus lugartenientes también se beneficiaron; en Inglaterra se comenzó a percibir la guerra como un negocio, lo que atrajo a nuevos combatientes.50 Cuando Aiguillon cayó a comienzos de 1346, Felipe VI se decidió finalmente a actuar, aunque necesitaba fondos para reunir un ejército. Con grandes dificultades, los obtuvo de los estados del Languedoc y de las regiones occitanas, pero aun así tuvo que solicitar créditos a los bancos italianos de París y pedir al papa el 10 % de los ingresos eclesiásticos del reino (lo obtuvo, junto con un empréstito de treinta y tres mil florines).51 Gracias a ello, el rey reclutó mercenarios en Aragón y en Italia. Juan Se puso al frente de un nuevo ejército de quince mil soldados, de ellos mil cuatrocientos genoveses.51 Comenzó la campaña en Aquitania asediando Aiguillon el 1 de agosto.51 La plaza, sita en la confluencia de los ríos Garona y Lot, estaba excelentemente fortificada y contaba con una gran guarnición de seiscientos arqueros y trescientos hombres de armas.47 Pese a todo, Juan juró tomarla. Empleó grandes medios para lograrlo: ordenó cavar redes de trincheras para proteger las maniobras de cerco y la retaguardia y erigió puentes en el Garona y en el Lot para cortar el abastecimiento de la ciudad. Pese a estos esfuerzos, el asedio se alargó y pronto sus soldados comenzaron a pasar hambre, que se agudizó por la pérdida de parte de los víveres a manos de los cercados, que los arrebataron en audaces salidas.47 A finales de agosto, Juan tuvo que levantar el cerco, pues Eduardo III había penetrado en el norte del reino y el rey Felipe había requerido sus servicios para enfrentarse a la invasión.
Victorias inglesas[editar]
La batalla de Crécy, gran victoria de Eduardo, en una miniatura de Loyset Liédet en las Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643, f.165v.
Tras varias campañas infructuosas en el continente,Eduardo decidió emprender una gran ofensiva en 1346 y embarcó cuarenta mil hombre rumbo a Normandía.52 Este ejército saqueó Caen y recorrió el norte de Francia. El 26 de agosto, se enfrentó al ejército francés en la batalla campal de Crécy en la que las cargas de la caballería francesa quedaron desbaratadas por la lluvia de flechas de los arqueros galeses, protegidos por una franja de estacas. El combate acabó en una victoria inglesa aplastante. Mientras, en Inglaterra, William Zouche, arzobispo de York, aprestaba otro ejército para enfrentarse a David II de Escocia. Este ejército derrotó al soberano escocés y lo capturó en la batalla de Neville's Cross el 17 de octubre. Esta victoria aseguró la frontera escocesa y le permitió a Eduardo concentrarse en la campaña francesa; este asedió la ciudad portuaria de Calais, que cayó en su poder tras un larguísimo cerco de once meses –probablemente la mayor operación militar inglesa de la Edad Media– el 4 de agosto de 1347.
Tras la muerte del emperador Luis IV en octubre de 1347, el Sacro Imperio Romano Germánico iba a volver a manos de la Casa de Luxemburgo, fiel aliada de los franceses. Su pretendiente y nuevo rey de los romanos, Carlos IV era hijo de Juan el Ciego, que había perecido en Crécy en las filas francesas, y hermano de Bona de Luxemburgo, esposa de Juan el Bueno y madre de Carlos V. Luis V de Baviera (hijo de Luis IV) trató de obtener el respaldo de Eduardo para competir con Carlos por la corona de Alemania, pero Eduardo decidió finalmente, en mayo de 1348, desentenderse de la elección imperial.
En 1348, la peste negra se extendió por Europa y acabó con la vida de más de un tercio de la población inglesa.53 La pérdida de tal cantidad de mano de obra y, por consiguiente, de pecheros, supuso para la Corona una notable reducción de sus ingresos, que determinó que se detuviesen las operaciones militares. Los grandes terratenientes tuvieron que afrontar la escasez de mano de obra y la consiguiente alza del coste de esta. Para tratar de limitar el aumento de los salarios, el rey y el Parlamento promulgaron la Ordenanza de los Trabajadores (1349) y luego el Estatuto de los trabajadores (1351). No obstante, la peste no acabó con el gobierno real ni desencadenó una revolución social y la normalidad medieval se restableció pronto.54
Influencia de Carlos de Navarra[editar]
En enero de 1354, Carlos II de Navarra, excluido del favor de Juan II, que concentraba sus mercedes en el condestable Carlos de la Cerda, hizo asesinar al favorito real. Amenazado por el rey de Francia, solicitó la ayuda de Eduardo III, que se la concedió.55 Antes de que este pudiese intervenir, sin embargo, Carlos firmó el Tratado de Mantes el 22 de febrero de 1354.56
Este no supuso más que un tregua en el conflicto entre Carlos y el rey de Francia: el 5 de abril de 1356, Juan II hizo prender a Carlos en el castillo de Ruán y lo encarceló. Felipe de Navarra, hermano de Carlos, desafió al rey francés y buscó el auxilio del inglés.57 Emprendió además una cabalgada en Normandía en junio; el primogénito de Eduardo, apodado el Príncipe Negro, hizo lo propio un mes más tarde en la Guyena.58
En esta campaña, Eduardo de Woodstock obtuvo una gran victoria en la batalla de Poitiers. Las fuerzas inglesas, pese a ser inferiores en número a las del enemigo, no solo desbarataron al ejército francés, sino que apresaron al rey Juan II. Tras una serie de victorias, los ingleses se adueñaron de numerosos territorios franceses, tenían cautivo al monarca enemigo y se enfrentaban a un Gobierno central francés que se hallaba casi totalmente paralizado. Por añadidura, Francia se desgarraba por diversos problemas internos (las jacqueries y las acciones de Étienne Marcel y Carlos el Malo). Si al comienzo la pretensión de Eduardo III a la corona francesa había sido una mera estratagema política,59 por entonces parecía ya una meta alcanzable. El rey inglés impuso a Juan los tratados de Londres, gracias a los cuales obtuvo la mitad de las tierras de Francia y el derecho a cobrar un rescate de cuatro millones de libras.
Carlos II de Navarra se coligó varias veces con Eduardo III y llegó incluso a tratar con él el reparto de Francia si llegaban a conquistarla por completo.60 Pero en el verano de 1358, Carlos II no colaboró con los ingleses cuando estaba a punto de obtener la corona francesa; la falta de la ayuda inglesa resultó decisiva para impedirlo.61 . Pese a este revés, ingleses y navarros pudieron dedicarse a talar el territorio hasta 1359.
Reveses y tácticas fabianas francesas[editar]
Gracias a disponer de un ejército más moderno (profesional y bien organizado) y a la ventaja táctica que les confería a sus soldados el arco largo, Eduardo y su hijo vencieron en las principales batallas campales que disputaron con los franceses, entre ellas las de Crécy y Poitiers. Se labraron por ello fama de grandes tácticos. Por el contrario, resultaron peores estrategas que su enemigo Carlos V quien, ante la superioridad táctica inglesa, aplicó tácticas fabianas y asedios en todos los frentes, poniendo en marcha una depurada logística sufragada con impuestos. Eduardo empleaba, por su parte, las cabalgadas, pero no consolidaba sus conquistas mediante el dominio de plazas fuertes (con la notable excepción de Calais). Este método de guerra, basado en el pillaje, le indispuso con la población francesa.
Captura de Juan el Bueno en la batalla de Poitiers (1356). Miniatura del maestro de Bedford perteneciente a un manuscrito del El destino de hombres ilustres de Boccacio, BNF, Fr.226, f.274r.
Juan el Bueno disfrutaba de todos los honores de su título en su cautiverio en Burdeos; podía moverse con libertad y organizar una corte. En su ausencia, el partido reformista encabezado por Étienne Marcel y los seguidores de Carlos de Navarra intentaban instaurar una monarquía dominada por los estados generales]. En enero de 1358, Carlos, liberado, estaba en situación de apoderarse de la corona, pues se le consideraba mucho más apto y legitimado para enfrentarse a los ingleses que el enclenque delfín.62 Al percibir el riesgo de que el poder quedase en manos de Carlos, Juan decidió acelerar las negociaciones con Eduardo III, incluso a cambio de tener que cederle a este mayores territorios. Para tratar directamente con el rey inglés, Juan viajó de Burdeos a Londres. En Inglaterra las condiciones de su encarcelamiento siguieron siendo regias: le acompañaba un séquito de varios cientos de personas (algunos cautivos también en la batalla de Poitiers y otros venidos voluntariamente para acompañarlo), gozaba de libertad para desplazarse por Gran Bretaña y se alojaba en el palacio Savoy. Juan aceptó el primer Tratado de Londres, que disponía que Inglaterra recuperase el conjunto de sus antiguas posesiones aquitanas y recibiese un rescate de cuatro millones de escudos, sin que a cambio Eduardo renunciase a sus pretensiones al trono francés.63
Este pacto desató la ira popular, que aprovechó Étienne Marcel, el preboste de París, para hacerse con el poder en la capital. El 22 de febrero de 1358, encabezó un motín en el que tres mil hombres armados invadieron el Palais de la Cité para enfrentarse a los del delfín;64 este había traído a la capital mil hombres para presionar a los parisienses y que optasen por él en vez de por Carlos de Navarra. Marcel mandó asesinar en su presencia a los jefes de las tropas de delfín: al mariscal de Champaña Juan de Conflans y al de Normandía Roberto de Clermont.65 Convencido de tener en su poder al delfín, al que creía aterrorizado por su acción, hizo que este lo nombrase regente y mantuvo a Carlos lejos de París. Pero el delfín reaccionó, organizó a la nobleza —horrorizada por la muerte de los mariscales— contra Marcel y cercó la capital.66 Marcel contraatacó desatando la grande Jacquerie que le permitió conservar el contacto con las ciudades flamencas y septentrionales, que eran sus aliadas. Carlos de Navarra, que se sentía traicionado por el preboste de París, retomó la iniciativa, se puso al frente de la nobleza y abordó el aplastamiento de los campesinos rebeldes.67 Marcel no tuvo más remedio que pactar con él: le abrió las puertas de París y facilitó su acceso al poder.68 No obstante, el grueso de la nobleza no respaldó a Carlos, sino que permaneció junto al delfín, que seguía asediando la capital. El asesinato de los mariscales imposibilitaba el acuerdo con Étienne Marcel. Para compensar la escasez de apoyo nobiliario, Carlos reclutó mercenarios ingleses, cuya presencia en París originó motines;69 la llegada de nuevas tropas inglesas hizo que los parisienses se inclinasen definitivamente en favor del delfín:70 Marcel fue asesinado y la ciudad abrió sus puertas al regente el 2 de agosto de 1358.
reino de Francia entre 1356 y 1363 :
Jacqueries y et granes compañías
Territorios de Carlos de Navarra
Territorios dominados por Eduardo III antes del Tratado de Brétigny
Primer Tratado de Londres: cesión de Aquitania de los Plantagenet a Inglaterra y fin de la guerra de sucesión bretona mediante la liga de Bretaña e Inglaterra
Segundo Tratado de Londres: se añaden a las cesiones del primero Normandía y Maine
Cabalgada de Eduardo III en 1359-60
Territorios cedidos por Francia Inglaterra en el Tratado de Brétigny (coincide con los del primer Tratado de Londres)
En marzo de 1359, al creer que Juan iba a perder el poder en Francia, Eduardo aumentó sus exigencias y endureció las condiciones de su cautiverio. De ello obtuvo un nuevo tratado, más favorable, por el que no solo se le cedían las tierras aquitanas de los Plantagenet, sino todos los territorios que en algún momento habían sido feudos de estos: el Maine, Turena, Anjou y el Ducado de Normandía. Además, el rey de Inglaterra recibiría el homenaje del duque de Bretaña; se ponía fin a la guerra de sucesión bretona con la victoria del candidato coligado con Eduardo, Juan de Montfort. El rescate acordado de cuatro millones de escudos debía pagarse asimismo en plazos más cortos.
Las cesiones francesas suponían más de la mitad del territorio del reino y varios años de ingresos estatales. Aceptarlas hubiese desacreditado por completo a los Valois y podría haber sumido al reino en una nueva guerra civil que hubiese allanado el camino de Eduardo al trono francés. Por ello, el delfín y el regente Carlos (futuro Carlos V) convocaron los estados generales, que rehusaron ratificar el tratado, lo que libraba a Juan de toda responsabilidad en el rechazo del pacto y le protegía de las posibles represalias inglesas. Si un rechazo de la casa real hubiese supuesto arriesgarse a desatar una guerra civil, el descrédito de los Valois y una eventual victoria de Eduardo, la reunión de los estados y que la negativa proviniese de estos fueron, por el contrario, hábiles maniobras del regente que unieron al país contra los ingleses.
Por acuerdo entre el regente Carlos y el rey Juan y su cortejo londinense, que temían que se les castigase si Eduardo moría en la guerra en Francia, aquel rehuyó las batallas campales y aplicó las tácticas fabianas y las escaramuzas para enfrentarse a los ingleses. Por su parte, Eduardo emprendió el sitio de Reims, pero no pudo tomarla ya que carecía de máquinas de asedio, que no había llevado consigo para poder moverse con más celeridad y porque su objetivo inicial era batir a los franceses en campo abierto. Tras abandonar el asedio, se dirigió a Borgoña. La cabalgada resultó un fracaso para los ingleses, acosados por el enemigo, hambrientos y cada vez con menos monturas por la escasez del forraje. Al tiempo que Eduardo realizaba su incursión borgoñona, marineros normandos atacaron Winchelsea en marzo de 1360, acontecimiento que desató el pánico en Inglaterra.71
Eduardo III ante Reims. Miniatura de Loyset Liédet, Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643.
Encolerizado por ello, Eduardo III se dirigió hacia París y dio rienda suelta a sus soldados, que cometieron desmanes: estos no se limitaron ya a obtener abastos por la fuerza, sino que se dedicaron a arrasar las tierras por las que pasaban. Arrancaban las viñas, mataban el ganado y asesinaban a los labradores. Estas atrocidades suscitaron un intenso resentimiento contra los ingleses. Muchas de las tropelías se cometieron entre la Cuaresma y la Semana Santa por lo que, cuando el ejército inglés se vio diezmado por una granizada el lunes 13 de abril, algunos cronistas vieron en esta la venganza de Dios.72 Finalmente, Eduardo se avino a pactar: firmó la paz de Brétigny y licenció a su ejército de mercenarios. Estos, para cobrarse sus servicios, se dedicaron a saquear Borgoña, región en la que, al contrario que en Champaña y la Isla de Francia, no se los esperaba; estos mercenarios fueron el núcleo de las grandes compañías.
Eduardo había desistido de apoderarse del trono francés y por ello decretó en 1361 que la lengua oficial de Inglaterra fuese a partir de entonces el inglés, que sustituyó al francés, que lo había sido desde 1066 hasta entones. Esta decisión, sin embargo, le perjudicó en Francia: en Aquitania agudizó la percepción de los ingleses como meros conquistadores.
Aunque Francia, exangüe, acuciada por las compañías de mercenarios y arruinada temporalmente por el enorme rescate de Juan el Bueno no suponía por el momento un peligro para Eduardo, sus mandatarios habían aprendido la lección de los acontecimientos ocurridos durante la cautividad del soberano. Entre otras cosas, habían observado los beneficios de contar con una divisa fuerte y de descentralizar la Administración. Inmediatamente después de recobrar la libertad, el rey Juan creó el franco y dividió el reino en feudos que administraban sus hijos.73 Si bien careció de la reputación necesaria para que los estados aprobasen el impuesto indispensable para implantar un ejército profesional, esto lo logró su hijo, el futuro Carlos V, que gozaba de renombre haber llevado los asuntos de Estado durante la guerra civil.
Pérdida de las posesiones francesas[editar]
Conflicto diplomático[editar]
La batalla de Nájera en una miniatura de Loyset Liédet, Crónicas de Froissart, BNF, Fr.2643.
El delfín Carlos retraso el pago del rescate de Juan, que se había suspendido a la muerte de este en 1364. Pese a ello, Eduardo III tenía que respetar la tregua de Brétigny si deseaba adueñarse de los territorios que le otorgaba el tratado homónimo.74 . Carlos, que había ascendido al trono en 1364 al morir su padre, aprovechó el respiro militar para eliminar del reino a las bandas de mercenarios; para ello empleó ejércitos reclutados por sus hermanos en sus feudos respectivos.75 Para justificar la creación de un ejército permanente y conseguir que se aprobasen los impuestos necesarios para mantenerlo, alegó la necesidad que tenía el reino de librarse de los saqueos que seguían inevitablemente a cada licenciamiento de tropas. Preparó meticulosamente la reconquista de los territorios en poder de Eduardo: se coligó con Owen pretendiente al trono galés, Valdemar IV de Dinamarca y renovó la Auld Alliance con Escocia; todos estos tenían buenas razones para enfrentarse a Inglaterra. Aprovechó además la presencia del hijo de Eduardo, el Príncipe Negro, en Castilla, donde participaba en la guerra fratricida que libraban los dos pretendientes al trono; uno contaba con el respaldo inglés, y el otro, con el francés. Carlos envió a Bertrand du Guesclin y Guillermo Boitel con mercenarios que pagó gracias a las aportaciones del papa, al que presentó la expedición como una cruzada contra los musulmanes ibéricos.76 El papa aceptó sufragar la empresa con el fin de desembarazarse de las compañías mercenarias que talaban las tierras del Ródano y perjudicaban con ello la economía de Aviñón, donde residía. Al ayudar a Enrique de Trastamara a hacerse con el trono de Castilla, Carlos se granjeó un sólido aliado que contaba con algo de lo que carecía Francia por entonces: una flota temible. El príncipe de Gales tuvo que contraatacar y repuso a Pedro el Cruel en el trono castellano gracias a la grave derrota que infligió a Du Guesclin y Enrique de Trastamara en Nájera el 3 de abril de 1367, de nuevo gracias a la ventaja militar que confería a sus tropas el arco largo.77 La victoria quedó pronto anulada por la incapacidad de Pedro para saldar las deudas con el príncipe Eduardo; sin dinero para pagar a sus tropas, este tuvo que licenciarlas e imponer en Aquitania el pago de un fogaje (26 de enero de 1368), lo que originó la petición de ayuda de los gascones al rey de Francia.78
Margarita III de Flandes, cuadro del museo del Hospice Comtesse, Lille.
Moneda de oro acuñada en tiempos de Eduardo III en Calais.
Mientras esto sucedía en el sur, Eduardo III planeaba apoderarse de Flandes mediante el matrimonio. Deseaba casar a su hijo Edmundo de Langley con Margarita, la heredera de los condados de Flandes, Nevers, Rethel y Borgoña. En el desposorio, Edmundo recibiría además de su padre Calais y el condado de Ponthieu que, junto con los de Artois, Rethel y Flandes, constituirían un principado inglés al norte de Francia equivalente a la Guyena.79 El conde de de Flandes, Luis de Male, al principio se avino a ello por la influencia económica inglesa: los paños flamencos dependían de las importaciones de lana inglesa. Prometió a Margarita el 10 de octubre de 1364 pero, para poder celebrar la boda, necesitaba una dispensa papal, ya que los novios eran parientes de cuarto grado. Tras diversas maniobras de ingleses y franceses en Aviñón, el papa Urbano V decidió no concederla. La disputa diplomática continuó hasta 1367, año en el que Carlos V obtuvo una dispensa para casar a su hermano Felipe el Atrevido con Margarita. Para que se lograse el beneplácito del conde Luis a esta boda, que finalmente lo otorgó a regañadientes, tuvo que intervenir enérgicamente Margarita de Francia, madre del conde de Flandes e hija de Felipe V, y además Carlos tuvo que ceder Lille, Douai y Orchies.
Confiado en sus anteriores victorias sobre los dos monarcas franceses anteriores —Felipe VI y Juan el Bueno— Eduardo III, que desconocía a Carlos salvo por los rumores que circulaban acerca de su frágil salud y su debilidad física, se burló de él, declarando que no era más que un abogado. Los acontecimientos, sin embargo, le demostraron que había subestimado al nuevo rey de Francia.
Cambio de bando de los gascones[editar]
Eduardo III entrega la Guyena a su hijo Eduardo de Woodstock, apodado el Príncipe Negro, 1362 (Biblioteca británica, Londres.
Eduardo de Woodstock (el Príncipe Negro) regresó vencedor de la guerra de Castilla, pero arruinado e incapaz de pagar a sus tropas. En consecuencia, tuvo que imponer nuevos tributos en Aquitania, transformada en principado. Carecía de fondos para pagar a los señores gascones que le habían acompañado en la campaña castellana y las tropas licenciadas se dedicaron a talar Rouergue, que pertenecía al conde de Armañac. Este no solo no recibió dinero alguno por haber combatido junto al Príncipe Negro, sino que además tenía que recaudar un nuevo fogaje en sus tierras. Para evitarlo, solicitó la dispensa de Eduardo III, que se la negó.80 En consecuencia, en mayo de 1368 decidió acudir a Carlos V; según el Tratado de Brétigny, la soberanía de los territorios cedidos por los franceses cambiaba de manos únicamente tras el pago del rescate pactado y la entrega de los territorios, condiciones que aún no se habían cumplido.81 Al responder a la petición del conde el 3 de diciembre de 1368, Carlos V afirmó su soberanía sobre la Guyena.78 El rey dejó en manos del Tribunal de Justicia de París el proceso de condena al Príncipe Negro; la lentitud de este procedimiento le sirvió para tratar de ganar para sí la voluntad de otros señores gascones además de la del conde de Armañac. Por su parte, los ingleses trataron de anular la petición del conde al rey francés, de mantener la paz y de conservar lo obtenido en el Tratado de Brétigny. El cambio de bando de los señores gascones comenzó por los allegados al conde de Armañac: en mayo de 1368, el rey de Francia dotó a su sobrino, el conde de Albret, al que también le concedió una renta a cambio de que le rindiese homenaje especial.80 El rey francés eximió del pago de impuestos durante diez años a aquellos vasallos que volviesen a reconocerlo como señor, justificándolo por la necesidad que estos tendrían de fondos para luchar contra el príncipe de Gales. Carlos V supo atraerse ciudades, obispos y señores del Perigord mediante la diplomacia, habilidad que contrastaba con la altivez del príncipe Eduardo.82 . El conflicto anglo-francés se reavivó: el rey inglés volvió a proclamarse de Francia el 3 de junio de 1368 y Carlos V decretó al confiscación de Aquitania el 30 de noviembre. Carlos V, excelente jurista, supo presentarse como si el derecho le valiese, tras haberse ganado la lealtad de gran parte de los gascones.
Operaciones militares[editar]
Carlos, recordando la derrota de Poitiers en la que la caballería había cargado en desorden sin esperar la orden de su padre Juan el Bueno y transformado lo que podía haber sido una fácil victoria en un desastre, y consciente de su falta de talento militar, otorgó el mando de los pequeños ejércitos que formó, compuestos de voluntarios aguerridos, a jefes militares veteranos y fieles, como Bertrand Du Guesclin. Evitando las batallas campales, abordó la guerra con una estrategia de escaramuzas y asedios, que arrebataban poco a poco el territorio al enemigo. Las grandes compañías que habían regresado de la península ibérica en 1367 y talaban el Languedoc, se integraron en el ejército francés en 1369 y a partir de entonces centraron sus actividades en los territorios todavía leales al príncipe de Gales, mientras que los que se sometían al soberano francés se libraban de sus pillajes.83
La reconquista de Carlos V de los territorios perdidos en el Tratado de Brétigny.
Tierras del rey
Feudos de los hermanos del monarca
Condado autónomo de Foix-Béarn
Bretaña, coligada con Inglaterra
Posesiones de Carlos de Navarra, coligado con Inglaterra
Cabalgada de Lancaster en 1369
Cabalgada de Robert Knowles en 1370
Cabalgada de Lancaster en 1373
Por su parte, el endeudamiento le suponía un grave problema al Príncipe Negro. La recaudación de impuestos bajó debido al cambio de bando de los señores gascones y privó a Eduardo del dinero necesario para reclutar un ejército con el que enfrentarse a los franceses. Para hacer frente al apuro, Eduardo III le envió ciento treinta mil libras tornesas.84 Pero el Parlamento inglés era reacio a aprobar partidas para la Guyena, cuyo sostenimiento le parecía caro. Finalmente aprobó la recaudación de nuevos fondos para la defensa a cambio de abolir la obligación de que la lana pasase por Calais, lo que reducía los ingresos reales, pues el grueso de estos provenía de los tributos de la lana.85 Los ingresos fiscales cayeron un 25 % en 1369, por la gran peste que asoló Inglaterra. Los ingleses no podían competir con los impuestos —que podían alcanzar el millón seiscientos mil francos anuales— que Carlos V podía imponer para mantener ejércitos permanentes dedicados a asediar plazas, ejércitos que no se tornaban en grandes compañías de saqueadores en cuanto se firmaba una tregua. Por ello, los ingleses quedaron sometidos a una presión incesante en todos los frentes, que duró años.86 Pese a ello, trataron de revertir la situación creada por Carlos. Gran parte de los territorios que creían dominar se había rebelado, con la consiguiente pérdida de ingresos recaudados en estas tierras. Eduardo solicitó al Parlamento la financiación indispensable para acometer una contraofensiva, pero no logró fondos suficientes para sufragar las guarniciones de todas la ciudades de la Guyena. El rey inglés contaba con muchos menos medios financieros que el francés y el Parlamento únicamente le concedió los dineros necesarios para practicar operaciones que finalmente tenían que sostenerse mediante el pillaje, incluso si la cabalgada del duque de Lancaster hacia Harfleur de 1369 resultó fundamentalmente victoriosa. La meta inglesa seguía siendo debelar a los franceses en batalla campal, como había sucedido en Crécy, Poitiers o Nájera gracias a la superioridad táctica que confería el arco largo. Para ello, a comienzos de agosto de 1369, Juan de Gante desembarcó en Calais y emprendió una cabalgada hacia Harfleur, donde Felipe el Atrevido preparaba un ejército franco-flamenco para desembarcar en Inglaterra.87 Debido a las tácticas fabianas empleadas por el enemigo, no pudo conquistar la plaza. Acosadas por las fuerzas del duque de Borgoña y temiendo una celada, Juan retornó a Calais.87 Aunque las incursiones inglesas devastaban la campiña, no permitían recuperar el territorio perdido.
La respuesta del soberano francés a las peticiones de los señores gascones le permitió recuperar gran parte de Aquitania. El conde de Armañac dominaba la mayoría de las fortalezas de su feudo y solo algunas ciudades permanecían fieles a los ingleses, principalmente por miedo a las represalias de estos; todas acabaron por cambiar de bando, aceptando las ventajosas condiciones que les ofrecían los enviados del rey francés (Juan de Berry, Luis de Anjou y la nobleza gascona que se había sometido a Carlos y que se encargaba de las operaciones militares). En apenas unos meses, más de sesenta ciudades se pasaron al bando francés. Millau fue la última en hacerlo, en diciembre, tras haber obtenido la exención de impuestos durante veinte años.88 Las desperdigadas guarniciones inglesas que aún resistían habían perdido el dominio del terreno; Luis de Anjou pudo así avanzar por Guyena mientras que Juan de Berry detenía al enemigo en Poitou, en la la Roche-sur-Yon.89
Mientras, en el norte los franceses conquistaron Ponthieu en una semana: el 29 de abril, Abbeville abrió las puertas a Hugo de Châtillon (maestre de ballesteros) y durante los días que siguieron se sometieron también las localidades vecinas; Carlos confirmó sus privilegios.89
En 1370 los ingleses trataron de recuperarse; para escarmentar a las ciudades que se pasaban al enemigo, hicieron ejemplo de Limoges, que se había pasado a Carlos, pero que el duque de Berry había dejado con exiguas defensas. El príncipe de Gales, acompañado por los duques de Lancaster y Cambridge, recobró la ciudad el 19 de septiembre, tras cinco días de asedio en los que socavó las murallas mediante minas y zapas; tras pasar a la población por las armas, ordenó incendiar la población.90 El objetivo de Eduardo era que Limoges sirviese de ejemplo a las ciudades tentadas de cambiar de bando, pero la consecuencia de su conducta en la ciudad fue la contraria: no solo no las disuadió, sino que fomentó la anglofobia y el naciente sentimiento nacionalista francés.91
En el norte, Eduardo III emprendió varias cabalgadas para tratar de distraer a los ejércitos franceses de la conquista metódica de la Guyena. La estrategia, que había dado fruto en 1346, fracasó en 1370: Robert Knolles, al frente de dos mil quinientos arqueros y mil seiscientos hombres de armas, partió de Calais a finales de julio de 1370 y taló las comarcas de Amiens, Noyon, Reims y Troyes. El rey francés, sin embargo, consideraba que las cabalgadas inglesas no le permitían al enemigo conquistar territorios y atizaban el odio hacia él en las tierras que las sufrían, por lo que las toleró y se concentró en los asedios de plazas y en realizar una propaganda que le permitía recuperar paulatinamente tierras y ciudades, a menudo sin tener que combatir.92 Estos triunfos reforzaban el prestigio de la Corona, pese a las penurias que causaban las tácticas fabianas empleadas contra las cabalgadas inglesas, que obligaban a la población a abandonar sus hogares y refugiarse en las fortalezas erigidas por todo el reino, y a la reaparición de la peste. La cabalgada de Knolles quedó desbaratada en Borgoña. La hueste inglesa pasó dos días ante las puertas de París, saqueando los arrabales, cuyos habitantes se habían encerrado en la capital.93 Para aparentar actividad, Carlos envió a Bertrand du Guesclin a perseguirlos cuando se retiraron. Este se limitó a acosar hábilmente al enemigo hasta lograr sorprenderlo en Pontvallain, cuando este se disponía a cruzar el Loir94 Las desavenencias entre los capitanes ingleses hicieron que el ejército se deshiciese al alcanzar Bretaña.
La flota inglesa fu destruida el 22 de junio de 1372 en la batalla de La Rochela, lo que privó a la Guyena de apoyo logístico. Imagen de las Crónicas de Jean Froissart.
La suerte continuó siendo adversa para los ingleses: en 1371, Carlos el Malo, aliado poco fiable, abandonó la liga con aquellos ante la evolución de la situación y se sometió al rey de Francia, prestando homenaje por sus tierras normandas.95 En 1372, la flota castellana interceptó un cuerpo expedicionario inglés en la La Rochela el 22 de junio y lo aniquiló al día siguiente, empleando cañones y brulotes (los castellanos esperaron a la bajamar para aprovechar el escaso calado de sus naves, que les permitió maniobrar mientras que los ingleses, cuyos pesados navíos eran de mayor calado, quedaron encerrados por los bajíos rocheleses).96 La derrota supuso un gravísimo contratiempo para Inglaterra, que perdió el señorío del mar.
Los barones poitevinos, que habían tomado partido en su gran mayoría por los ingleses (Poitou exportaba sal a Inglaterra) ya no pudieron contar con su ayuda.97 Aislados y acuciados por el ejército real francés llegado al territorio tras la victoria de La Rochela, claudicaron; los franceses recuperaron así las ciudades de Poitou y Saintonge.
En 1373, Eduardo III trató de aliviar la presión que sufría la Guyena reavivando el conflicto franco-bretón. El duque Juan IV se había criado en la corte inglesa y era yerno de Eduardo, pero la nobleza bretona prefería la neutralidad a la alianza con Inglaterra tras la larga guerra que había aquejado al ducado. En marzo de 1373, un gran ejército inglés desembarcó en Saint-Malo: lo componían dos mil hombres de armas y otros tantos arqueros a las órdenes del conde de Salisbury.98 Para tamaño desembarco, los ingleses tenían que contar con el beneplácito de duque bretón, lo que desató la ira francesa: Carlos V ordenó atacarlo. El ejército francés penetró en Bretaña con la colaboración de gran parte de la nobleza de la región, que se unió a las huestes que mandaba Bertrand du Guesclin. En apenas dos meses, los franceses se adueñaron de casi todo el ducado; para la fiesta de san Juan los ingleses no conservaban más que Brest, Auray, Bécherel y la fortaleza de Derval.98 Juan IV había abandonado Bretaña y zarpado hacia Inglaterra el 28 de abril.98
Cabalgada del duque de Lancaster[editar]
Al carecer de los medios logísticos y financieros para afrontar la guerra de asedios que Carlos V llevaba a cabo en Aquitania y que le estaba permitiendo apoderarse progresivamente de ella, Eduardo III trató de distraer la atención francesa abriendo nuevos frentes.
Juan de Gante, duque de Lancaster.
Ordenó una cabalgada que debía dejar exangüe a Francia. El 12 de junio de 1373, nombró a su hijo Juan de Gante, duque de Lancaster, lugarteniente especial y capital general en el reino de Francia.99 En compañía de Juan IV de Bretaña, este realizó una de las cabalgadas más destructivas de las llevadas a cabo por los ingleses en Francia. Pese a todo, su marcha estuvo controlada por el enemigo: Felipe II de Borgoña bloqueaba todo avance hacia el este mediante el control de los castillos y puentes de la zona, mientras que Du Guesclin seguía al ejército inglés e impedía que se replegase a Calais. Los ingleses recorrieron Picardía y el Vermandois y, al no poder virar hacia el oeste, se dirigieron hacia Reims y luego hacia Troyes, que les cerró las puertas.100 Al ser derrotado por Clisson en Sens, el duque de Lancaster no pudo dirigirse hacia Bretaña, por lo que trató de alcanzar Guyena a través de Limousin.100 Sus hombres sufrían hambre y se comieron algunos de los caballos, que se habían agotado por la expedición; menos de la mitad de los soldados acabaron la incursión, y lo hicieron a pie. Muchos desertaron y otros abandonaron las pesadas armaduras, que estorbaban la marcha.100 El socorro de las ciudades de Tulle, Martel y Brive, que acogieron al ejército, resultó crucial para evitar que fuese aniquilado. Con las tropas desanimadas, las disensiones cundieron entre los jefes de la expedición y Montfort abandonó la cabalgada.100 La penosa llegada de los restos de la hueste de Juan de Lancaster a Burdeos acabó con las esperanzas de los que se habían mantenido fieles al rey de Inglaterra y allanó las nuevas conquistas francesas; las fuerzas de Carlos se apoderaron de Tulle, Martel y Brive, además de La Réole, toma que bloqueó Burdeos, que quedó desamparada.101 En total, entre 1369 y 1375, los franceses arrebataron a los ingleses casi todos territorios que estos habían poseído antes de estallar la guerra y los que habían obtenido durante la contienda, salvo Calais, Cherburgo, Brest, Burdeos, Bayona y algunas fortalezas del Macizo Central. Pero Carlos V no pudo realizar nuevas conquistas, en especial por la determinación bordelesa de permanecer en el bando inglés, debida a los estrechos lazos comerciales con Inglaterra (Burdeos exportaba gran cantidad de vino a Gran Bretaña). El monarca francés, que había basado la reconquista en la persuasión de los que cambiaban de bando, hecho que había facilitado el avance de sus fuerzas, no deseaba conquistar una ciudad que habría de rebelarse en cuanto tuviese ocasión.101 Por tanto, los bandos se avinieron a negociar el final del conflicto en Brujas; el tratado que firmaron reconocía la soberanía francesa en los territorios recobrados por Carlos.
En 1375, Juan IV desembarcó en Saint-Mathieu-de-Fineterre con seis mil hombres que mandaba el conde de Cambridge.102 Poco después la firma de la Tregua de Brujas hizo que los ingleses evacuasen la región y las plazas que habían tomado volvieron a poder de los franceses.102 Juan IV volvió a exiliarse en Inglaterra.
Como los frentes se habían estancado, los dos bandos decidieron tratar en Brujas, si bien las negociaciones resultaron infructuosas. Gracias a la intercesión de Gregorio XI, los beligerantes firmaron el 1 de julio de 1375 una tregua que duró hasta junio de 1377. Para cuando se firmó el acuerdo, los ingleses no conservaban más que parte de la Guyena y Calais; Francia recuperó el ducado de Bretaña salvo tres ciudades.
Fin del reinado[editar]
Si durante los primeros años de su reinado Eduardo se había mostrado industrioso y había logrado numerosos triunfos, los últimos se caracterizaron por una cierta apatía, varias derrotas y el surgimiento de problemas políticos. Al rey le interesaba menos la gestión administrativa que las campañas militares. En consecuencia, en la década de 1360, fue delegando aquella en sus subordinados, en especial en Guillermo de Wykeham. Wykeham, un advenedizo, fue nombrado lord del Sello Privado en 1363 y lord canciller en 1367, aunque el Parlamento le obligó a renunciar a la cancillería en 1371 por los problemas políticos que había suscitado debido a su inexperiencia.103 104
Sin embargo, el principal problema de Eduardo fue el fallecimiento de sus colaboradores más estrechos, principalmente a causa de la epidemia de peste de 1361-1362. Guillermo de Montaigu, compañero de Eduardo en el golpe de Estado de 1330, pereció en 1344; Guillermo de Clinton, que también había acompañado al rey en la jornada de Nottingham, lo hizo en 1354; uno de los condes de 1337, Guillermo de Bohun, falleció en 1360; el año siguiente lo hizo Enrique de Grosmont, quizá el mejor de los capitanes del rey, probablemente debido a la peste. Los sustitutos de los fallecidos, más jóvenes, se sentían más cercanos a los príncipes que al soberano.
El segundogénito de Eduardo, Leonel de Amberes, trató de sojuzgar a los señores angloirlandeses, que gozaban de independencia en la práctica. El intento fracasó y su única consecuencia fueron los opresivos estatutos de Kilkenny de 1366.105
Los conflictos militares y la consiguiente presión fiscal necesaria para sufragar las campañas militares originaron descontento en el reino. Los problemas alcanzaron el apogeo en las sesiones parlamentarias de 1376, que se apodaron el «buen Parlamento». Se había reunido a este para que aprobase unos impuestos, pero la Cámara de los Comunes aprovechó la ocasión para presentar sus quejas. La crítica se centró en los consejeros del rey. El lord chambelán, Guillermo Latimer, y el lord intendente, Juan Neville, tercer barón Neville de Bary, fueron destituidos de sus cargos. La amante del monarca, Alicia Perrers, que se creía que gozaba de excesiva influencia con el anciano soberano, fue expulsada de la corte.106 107
Sin embargo, el adversario real de la Cámara de los Comunes, al que apoyaban algunos poderosos del reino como Wykeham y Edmundo de Mortimer, era Juan de Gante. Por entonces tanto el rey como el Príncipe Negro estaban enfermos, por lo que la gestión de los asuntos de Estado había quedado en manos de Juan. Este tuvo que aceptar en un principio las exigencias del Parlamento, pero en la siguiente sesión, la de 1377, logró abrogar lo aprobado por la anterior.108
Sin embargo, la disputa tampoco interesó especialmente a Eduardo, que a partir de 1375 abandonó en parte los asuntos de Estado.1 Hacia el 29 de septiembre de 1376, cayó enfermo y tuvo un absceso grave. Tras una breve convalecencia en febrero, falleció de congestión cerebral (algunos autores afirman sin embargo que fue de gonorrea)109 en Shene el 21 de junio.1 Le sucedió su nieto de diez años, que ascendió al trono con el nombre de Ricardo II de Inglaterra; era hijo del Príncipe Negro, que había fallecido poco antes que su padre, el 8 de junio de 1376.
Eduardo está enterrado en la capilla de san Eduardo de la abadía de Westminster de Londres.
Balance del reinado[editar]
Legislación[editar]
El reinado de Eduardo fue un periodo destacado en cuanto a legislación. La ley más famosa de esta época es quizá el Estatuto de los Trabajadores de 1351, con el que se trató de resolver la escasez de estos debida a las epidemias de peste. El estatuto fijó los salarios al nivel anterior a la peste, controló los desplazamientos de los labradores y concedió primacía a los intereses de los señores feudales. La ley, no obstante, acabó por fracasar debido a la competencia entre los terratenientes por los servicios de los escasos trabajadores.110 Como la ley trataba de influir en el equilibrio de oferta y demanda, algún autor la tildó de abocada al fracaso.111 La escasez de mano de obra, en todo caso, unió a los pequeños propietarios de la Cámara de los Comunes y a los grandes que copaban la de los Lores. Los intentos de legislar contra los intereses de los campesinos desencadenó finalmente la rebelión de Wat Tyler de 1381.112
Otra de las consecuencias de la peste negra fue la escasez de reclutas para sustituir las bajas. El rey se opuso claramente a permitir las actividades físicas que competían con los ejercicios marciales, en especial con el tiro con arco. Un decreto de 1363 prohibió, so pena de cárcel, los juegos de pelota con manos y pies, el hockey, las carreras, las peleas de gallos y todo juego considerado inútil.113 114
El reinado de Eduardo coincidió con el periodo aviñonense del papado. En las guerras con Francia, en Inglaterra creció el disgusto con este, que se creía dominado por la Corona francesa. Se sospechaba que los onerosos impuestos eclesiásticos que pagaba la Iglesia inglesa acababan financiando a los enemigos de la nación y también se veía con malos ojos las concesiones económicas que el papa hacía a algunos prelados, a menudo extranjeros, que avivaban la creciente xenofobia. Los statutes of provisors y los statutes of praemunire, de 1350 y 1353 respectivamente, trataron de cambiar la situación, eliminando los beneficios papales y limitando la autoridad de la corte papal sobre los súbditos ingleses.115 No obstante, los estatutos no cercenaron los lazos entre el rey y el papa, que eran dependían el uno del otro. El soberano nombraba a los obispos, que el papa se limitaba a ratificar en su cargo.116 Hasta el cisma de Occidente de 1378, la Corona inglesa no pudo sacudirse la influencia de los papas de Aviñón.
Otra ley destacada del reinado fue el Acta de Traición de 1351. La armonía imperante en e reino permitió precisar la naturaleza de este crimen, de por sí controvertida.117 Pero la principal reforma legislativa fue la implantación de los jueces de paz. Esta nueva figura, que se instauró en 1350, se encargaba de investigar delitos, detener a los sospechosos de haberlos cometido y juzgar algunos de ellos, como el de felonía. Los jueces de paz resultaron ser destacados partidarios del monarca en la administración local de justicia.118
Inicios del reinado[editar]
Escudo de Eduardo III, con la flor de lis que simbolizaba a la monarquía francesa para significar su reclamación del trono de Francia (c. 1350-1377).
Eduardo reanudó las hostilidades con Escocia —en las que se habían visto envueltos el padre y el abuelo del monarca— al repudiar el Tratado de Northampton y reivindicar la soberanía sobre el reino vecino, provocando de ese modo el estallido de una nueva guerra.
Con la intención de recuperar las cesiones inherentes al tratado antes mencionado conquistó Berwick y derrotó a David II en Halidon Hill (1333). Esta victoria puso a Eduardo en posición de disponer la coronación de Eduardo de Balliol y reclamar ciertos territorios en los condados escoceses meridionales —en Lothian, Roxburghshire, Berwickshire, Dumfriesshire, Lanarkshire y Peebleshire—. Las derrotas escocesas en Dupplin y Halidon no les impidieron recuperarse rápidamente y vencer a Eduardo en Culblean (1335) lo que desestabilizó considerablemente la posición de Balliol.
En 1336, murió el hermano de Eduardo, John de Eltham, conde de Cornualles, circunstancia que aprovechó el cronista escocés John de Fordun para acusar a Eduardo en su Gesta Annalia de haberle asesinado en una disputa en Perth.
Aunque las operaciones militares en Escocia involucraron a un enorme número de soldados ingleses, en 1337 las tropas de David II habían recuperado la mayor parte del territorio, a excepción de unos pocos castillos en Edimburgo, Roxburgo y Stirling, incapaces de mantener el control sobre la zona. En consecuencia, Eduardo reorientó su acción exterior (1338-1339) de una política de conquista a una de contención.
No obstante, Escocia no era el único territorio que preocupaba a Eduardo, pues Francia representaba otra importante amenaza. El reino europeo había proporcionado apoyo constante a los escoceses en cumplimiento de la auld alliance —rubricada entre Felipe IV y Juan de Balliol (1295)— dado asilo a David II en el exilio, apoyado las incursiones escocesas en el norte de Inglaterra, e incluso atacado varias ciudades costeras inglesas, lo que hizo temer el inicio de una invasión a gran escala.119 Por otro lado, en 1337 Felipe VI incautó las posesiones inglesas en Francia —el ducado de Aquitania y el condado de Ponthieu—.
Eduardo podría hacer acabado con la escalada de tensiones rindiendo homenaje al rey de Francia, pero decidió alimentar la disputa reclamando la corona del reino en su calidad de único descendiente vivo de Felipe IV —después de las muertes de Luis X, Felipe V y Carlos IV—. No obstante, los pares de Francia invocaron la ley sálica de la que se había valido Felipe V para excluir a Juana de la sucesión real y nombraron rey a Felipe VI, lo que provocó el estallido de la Guerra de los Cien Años. Eduardo concretó sus pretensiones incorporando a su propia heráldica los leones pasantes del escudo de armas de Inglaterra y las flores de lis del de Francia, y proclamándose a sí mismo monarca de ambos reinos.120
Rápidamente intentó construir una red de alianzas en el continente y aproximarse a los príncipes menores de Francia. En 1338, Luis IV le nombró vicario del Sacro Imperio Romano y le prometió su apoyo. No obstante la situación quedó estancada, pues esta primera etapa estuvo marcada por la ausencia de combates de entidad, a excepción de la victoria de las tropas de Eduardo en Sluys (24 de junio de 1340), en la que murieron 16 000 soldados franceses.
El mantenimiento de la red de alianzas continental comportó un aumento de los impuestos que causó protestas en el interior. El rey intentó detener el descontento mediante una depuración de la administración real,121 y eludiendo realizar los pagos relativos a la deuda externa del reino —la primera de las dos únicas veces que se llevaría a cabo esta práctica en toda la historia de Inglaterra122 — lo que pudo comportar la quiebra de la Compagnia dei Bardi. Estas medidas no resolvieron la situación del interior, tan inestable que el rey tuvo que soportar la abierta oposición de Juan de Stratford, arzobispo de Canterbury.
En abril de 1341, el Parlamento de Inglaterra limitó considerablemente las atribuciones económico-administrativas del monarca. No obstante, en octubre de ese mismo año el rey repudió la resolución parlamentaria y se encargó de que el arzobispo de Canterbury quedara condenado al ostracismo político. Cabe señalar que los cambios de 1341 estaban motivados por circunstancias extraordinarias, pues el poder de los monarcas en la Inglaterra medieval era virtualmente ilimitado, eventualidad que Eduardo aprovechará.123
Guerra con Francia[editar]
La inconclusa campaña de Europa Continental hizo que Eduardo lanzará un nuevo ataque sobre Francia en el que involucró a 15 000 hombres que desembarcaron en Normandía en 1346.124 Sus tropas —después de saquear Caen y marchar sobre Francia septentrional— derrotaron a Felipe VI en Crécy (26 de agosto). En el interior el arzobispo de York William Zouche derrotó y capturó a David II en Neville's Cross (17 de octubre). Controlado el norte, Eduardo continuó avanzando y puso sitio a la ciudad de Calais, que cayó en 1347.
En 1348, la peste negra devastó Europa, y acabó con un tercio de la población de Inglaterra.125 Las enormes pérdidas supusieron una paralización de todas las operaciones militares. Los grandes terratenientes tuvieron que lidiar con la escasez de mano de obra y la galopante inflación. En un intento de resolver la situación el rey y el Parlamento aprobaron la Ordinance of Labourers (1349) y el Statute of Labourers (1351), que ayudaron a que se diera una recuperación muy rápida.126
En 1356 el primogénito de Eduardo, Eduardo de Woodstock, conocido como el Príncipe Negro, derrotó y capturó en Poitiers a Juan II a pesar de la enorme superioridad numérica de éste. Tras estas victorias —Sluys, Caen, Crécy y Poitiers— Eduardo controlaba numerosos territorios en Francia, había capturado a su principal adversario, y había conducido al gobierno de Francia al colapso. La corona del reino, cuya pretensión por parte de Eduardo podía tratarse de un simple movimiento político en principio,127 parecía más cerca que nunca. No obstante, una nueva campaña en 1359 no resultó concluyente y Eduardo acabó aceptando el Tratado de Brétigny (1360), en el que renunciaba a la corona de Francia a cambio de la plena soberanía sobre extensos territorios continentales.
Final del reinado[editar]
El rey Eduardo III garantizando Aquitania a su hijo Eduardo, el Príncipe Negro (1390).
Si bien la primera parte del reinado de Eduardo estuvo marcado por la victoria y el éxito, los últimos años de éste se caracterizaron por la decadencia del país, problemas internos y derrotas militares. Como los asuntos domésticos del reino resultaban mucho menos atractivos para Eduardo que las campañas militares, el monarca cedió cada vez más atribuciones a sus subordinados, en particular a William Wykeham, a quien, a pesar de que era considerado un advenedizo por sus contemporáneos, nombró Lord del Sello Privado (1363) y Lord Canciller (1367); no obstante, debido a los problemas políticos causados por la inexperiencia de Wykeham, el Parlamento le hizo renunciar a la cancillería en 1371.128
Estos problemas estuvieron acompañados de las muertes de muchos de sus hombres de mayor confianza, algunos como consecuencia del rebrote de la peste bubónica (1361-1362). William de Montacute y William de Clinton, que acompañaron a Eduardo en el arresto de Mortimer, murieron en 1344 y 1360 respectivamente. El conde William de Bohun murió en 1360 y Enrique de Grosmont, uno de los más importantes comandantes del rey, un año después, víctima de la peste. Estas muertes comportaron el ascenso a los puestos de poder de hombres jóvenes, mucho más vinculados a los príncipes que al monarca.
En esa época el príncipe Leonel de Amberes intentó someter militarmente a los lores hiberno-normandos independientes de Irlanda, pero la empresa no tuvo éxito, y su única consecuencia sería la elaboración de los Estatutos de Kilkenny en 1366.129
En Francia el periodo de paz que abrió el Acuerdo de Brétigny se vio amenazado tras la muerte de Juan II (8 de abril de 1364). Fue sucedido Carlos V, que contó con la ayuda del condestable Bertrand du Guesclin.130 En 1369, las hostilidades se reanudaron y el príncipe Juan de Gante quedó al mando de las operaciones militares, pero en esta ocasión las tropas de Francia resultaron vencedoras, lo que permitió que con el Tratado de Brujas (1375) las posesiones de Eduardo III en el continente quedaran reducidas a las ciudades costeras de Calais, Burdeos y Bayona.131
Las derrotas en el exterior comportaron un aumento de los impuestos que aumentaron el descontento en el interior. En 1376, el monarca convocó al Parlamento —el conocido como Good Parliament (Buen Parlamento)— para implantar nuevos impuestos, pero la Cámara de los Comunes aprovechó la situación para criticar la labor de algunos asesores reales muy próximos a Eduardo III. El Lord Chambelán William Latimer y el Lord Steward John Neville tuvieron que presentar su dimisión, y la amante del monarca, Alice Perrers, cuyo ascendiente sobre el anciano rey era notable, acabó desterrada de la corte.132
En ese momento tanto el rey como Eduardo de Woodstock estaban incapacitados por una enfermedad, por lo que el duque de Lancaster, apoyado por hombres como Wykeham o Edmund de Mortimer, asumió el gobierno en funciones. El ímpetu de los Comunes hizo que el príncipe tuviera que ceder ante sus pretensiones, pero una nueva convocatoria en 1377 derogó la mayor parte de las medidas del Buen Parlamento.133
El propio Eduardo no tuvo mucho que ver con estas resoluciones, pues desde 1375 quedó apartado de la administración del reino.134 El 29 de septiembre, un absceso contribuyó notablemente al debilitamiento del rey. Tras un breve recuperación a inicios de 1377, el 21 de junio murió a causa de un derrame cerebral, aunque otros autores dicen que fue gonorrea135 —en Sheen—.134 Le sucedió su nieto Ricardo II —de tan solo diez años— nacido del matrimonio entre Eduardo de Woodstock, muerto en 1376, y Juana de Kent.
La Guerra de los Cien Años[editar]
El Gran Sello Real de Eduardo III.
Habiéndose extinguido la rama primaria de la dinastía Capeto a la que pertenecía en Francia (1328), Eduardo argumentó tener mayores derechos al trono francés a través de su madre Isabel, hermana de los últimos reyes de la dinastía: Luis X, Felipe V, y Carlos IV. Pero como la ley sálica excluye a las mujeres de la sucesión, sube al trono Felipe VI de Valois, miembro de una rama colateral de la familia.
Entonces, el hábil rey inglés afirmó que por la Fragilitas Sexus, las mujeres estaban, en efecto, excluidas del trono, pero que podían transmitir sus derechos sucesorios a sus hijos.
No obstante, Eduardo acepta el hecho consumado y presta homenaje al nuevo rey por su ducado de Guyena, para asegurar con ello la paz con Francia y la no intervención de este país en los asuntos de Escocia, donde el rey estaba en una ardua lucha por someter a dicho país, pero fracasa en esto, pues Francia decide seguir apoyando a su aliada escocesa.
Debido a la importancia económica y militar del ducado de Guyena, el rey francés decide poner en apuros a Eduardo al mantener su injerencia en los asuntos del ducado y apoyando la rebelión en Escocia, diplomáticamente primero, y con el envío de tropas para mantener su independencia.
Por su parte, Eduardo busca controlar el condado de Flandes, vasallo de Francia, cuya industria pañera dependía de la lana inglesa. Primero trata una unión personal, al querer casar a su hijo Edmundo con Margarita, condesa de Flandes y viuda de Felipe de Rouvres, duque de Borgoña, pero el papa Urbano VI se niega a dar la dispensa para el matrimonio por el parentesco de ambos. Luego, apoya la sublevación de Jacobo van Artevelde, que pacta con él, asegurándose el suministro de lana y mandando al exilio en Francia a Luis, conde de Flandes y en su ausencia nombra gobernador de Flandes al barón Simón de Mirabello (van Halen), cuñado de Luis y consuegro de van Artevelde
El rey francés consideró hostil este acto y, ante el Parlamento, procedió a confiscar el ducado de Guyena a Eduardo, y éste, en respuesta, renegó del vasallaje prestado al rey, reclamó sus derechos al trono francés y envió a París un desafío en el que escribió una frase que sería famosa: "para Felipe, el que se llama a sí mismo rey de Francia". La Guerra de los Cien Años estaba comenzando (1337).
El ejército inglés estaba mejor entrenado y equipado con su poderosa artillería y caballería. Gracias a su pacto con los burgueses flamencos, entra a Francia por el condado de Flandes, apoyado por éstos y por la ayuda convenida con el emperador de Alemania.
Felipe VI envió un ejército para frenarle el paso en el antepuerto de L'Ecluse, en Brujas, pero fue derrotado. El posterior asalto a Tournai fue un fracaso inglés, por el agotamiento de las tropas y la falta de la ayuda imperial convenida, por lo que tuvo que firmar las treguas de Esplachin.
La guerra pudo acabar allí, pero la disputa dinástica en el ducado de Bretaña fue la excusa para volver a la carga. Eduardo III desembarca en Normandía y comienza una feroz cabalgata por Francia. Felipe VI sale en su persecución y lo alcanza en Crêcy, donde, pese a no estar preparados, los ingleses consiguen una aplastante victoria (1346). Al año siguiente los ingleses toman Calais —que conservarán 200 años—, y la peste negra obligó a Felipe VI a establecer una tregua, que durará siete años (1347-1354).
Al recomenzar la lucha, había dos nuevos líderes en ambos bandos: en Francia, el rey Juan II el Bueno, sucesor de su padre Felipe VI, muerto en 1350, y en Inglaterra, Eduardo, príncipe de Gales, primogénito de Eduardo III, y conocido como el "Príncipe Negro".
Durante los siguientes seis años continuaron las depredaciones inglesas, que Juan II trató de frenar en la batalla de Poitiers (1356), donde fue completamente derrotado, pese a su superioridad numérica, gracias a la brillante acción militar del Príncipe Negro. Además, el propio monarca francés cayó prisionero, ante la total conmoción de Europa.
En 1360, se firmó el Tratado de Brétigny. Juan II fue liberado, y Eduardo III conservó la provincia de Calais y obtuvo los ducados de Guyena y Aquitania, nombrando lugarteniente de éstas al Príncipe Negro; pero también se estipuló que Eduardo renunciaba a todo derecho a la corona de Francia. En el lugar del rey Juan II quedan presos familiares suyos, pero como uno de ellos escapó, el monarca consideró su deber caballeresco el regresar al cautiverio, donde murió en 1364.
Entretanto, Eduardo III afirmaba su autoridad en Inglaterra: en 1363, firma un tratado con su cuñado David II, rey de Escocia, por el cual si éste moría sin herederos, la corona pasará a manos suyas. Tres años más tarde, en 1366, Eduardo desconoce la autoridad del papa en el reino de Inglaterra, vasallo de la Iglesia desde 1213.
Entonces, la suerte cambió para los ingleses: el delfín y ahora rey Carlos V el Sabio, regente del reino desde la batalla de Poitiers, aprovecha "la paz" para reorganizar el gobierno central y para evitar luchas internas, envía a Castilla las llamadas "Compañías Blancas", al mando de Bertrand du Guesclin, para apoyar a Enrique de Trastámara en su lucha contra su hermano Pedro I el Cruel. La excusa de Carlos V para intervenir en Castilla fue la muerte de Blanca de Borbón, hermana de su esposa, Juana de Borbón, primera esposa de Pedro I, asesinada por orden suya.
Eduardo III entonces encargó a su hijo el Príncipe Negro defender al rey Pedro I, con lo que la guerra continuaba, pero en diferente lugar. Du Guesclin derrotó a los ingleses y Trastámara se convirtió en el rey Enrique II de Castilla tras matar a Pedro I en los campos de Montiel (1369).
Al no recibir su sueldo de parte del asesinado monarca castellano, el Príncipe Negro exigió el tributo correspondiente a sus ducados de Guyena y Aquitania. Carlos V acudió en auxilio de ambos ducados, lo que provocó la furia del Príncipe Negro. Esta vez, los franceses obtuvieron una brillante victoria, con la ayuda de Castilla, en La Rochelle, por lo que tuvo que firmarse el Tratado de Brujas (1375), en el que Eduardo III renunció a todas sus posesiones francesas, conservando solamente Calais, Burdeos, y Bayona.
La reina Felipa había fallecido en el castillo de Windsor, el 15 de agosto de 1369. Desde su muerte, el rey cayó bajo el influjo de su amante, Alicia Perrers quien, en unión a Juan de Gante, tercer hijo del rey, controlaba el país, aún más desde la derrota en Francia, cuando el monarca, aquejado de senilidad, dejó el poder totalmente en sus manos.
El Príncipe Negro murió en el palacio de Westminster, el 8 de junio de 1376. Fue un golpe del cual el rey jamás se repondría. El Parlamento aprovechó para decretar el destierro de la Perrers.
Efigie de Eduardo III sobre su tumba en la Abadía de Westminster.
Eduardo III falleció en el palacio de Sheen, en Surrey, el 21 de junio de 1377, a los 64 años de edad, y sólo 13 días después del primer aniversario de la muerte de su hijo. Fue sepultado en la abadía de Westminster. Lo sucedió su nieto Ricardo, hijo de su hijo mayor.
Administración[editar]
Legislación[editar]
La aportación más importante de Eduardo a las leyes del reino es el Statute of Labourers (1351), que abordó el problema de la escasez de mano de obra después de que la población hubiera quedado diezmada a causa de la peste. El estatuto equiparaba los salarios al nivel del periodo pre-peste y decretaba que todo hombre capaz de desempeñar una ocupación lo hiciera, imponiendo importantes penas a los ociosos. No obstante, su aplicación no tuvo éxito a causa de las disputas entre los terratenientes por la mano de obra.136 La descripción de la ley como un intento de «legislar en contra de la ley de la oferta y la demanda» evidencia que estaba condenada al fracaso.137 Su aprobación coincidía con los intereses de los pequeños terratenientes de la Cámara de los Comunes y los más importantes de la Cámara de los Lores pero hizo aumentar el descontento del campesinado, que inició la conocida Rebelión de Wat Tyler (1381).138
El reinado de Eduardo III coincidió con la etapa del Papado de Aviñón (1309-77). Durante la guerra de los Cien Años un sector de la población inglesa comenzó a oponerse a un papado subordinado a los intereses de Francia cuyas resoluciones consideraba injustas. Por otro lado, existía la sospecha de que los impuestos papales sobre la iglesia de Inglaterra iban a parar a las arcas de los enemigos del reino, mientras que la provisión —práctica por la que el papa proveía beneficios para los clérigos— causó resentimiento entre los ingleses. Con los estatutos de Provisores y Praemunire —redactados en 1350 y 1353 respectivamente— se prohibieron los beneficios papales y se limitó el poder del papa sobre el reino de Inglaterra.139 Sin embargo, los estatutos no rompieron los lazos entre Eduardo y el papa, pues continuaban dependiendo el uno del otro.
Otra importante ley redactada durante el reinado de Eduardo es el Treason Act de 1351, cuya aprobación resultó posible por la notable estabilidad interna del propio reino.140 Destacables son también los cambios que incidieron sobre los jueces de paz, institución previa al reinado de Eduardo III que en 1350 amplió sus poderes; a partir de ese momento ésta no sólo sería competente para investigar crímenes y ordenar arrestos, sino también para instruir casos, incluyendo el de felonía. With this, an enduring fixture in the administration of local English justice had been created.141
Matrimonio y descendencia[editar]
Se casó en la ciudad de York el 24 de enero de 1328, con Felipa de Henao, hija de Guillermo III, conde de Henao y de Holanda, y de Juana de Valois. De este matrimonio nacieron 14 hijos:
Eduardo "el Príncipe Negro (palacio de Woodstock, 15.06.1330-Palacio de Westminster, 08.06.1376), nombrado duque de Cornualles (13.03.1337) y príncipe de Gales (1343).
Isabel (palacio de Woodstock, 16.06.1332-Londres, 04.05.1379), casada con Enguerrand VII de Coucy, conde de Soissons.
Juana (palacio de Woodstock, II.1335-de plaga, Loremo, Bayona, 02.09.1348), fallecida en camino a casarse con el rey Pedro I de Castilla.
Guillermo (Hatfield, 16.02.1337-8.07.1337).
Leonel de Amberes (Amberes, 29.11.1338-Alba, Piamonte, 17.10.1368), nombrado Lord-Teniente de Irlanda (1361-1367), y luego duque de Clarence (14.09.1361).
Juan de Gante (abadía de St. Bavon, Gante, 24.06.1340-castillo de Leicester, 03.02.1399), nombrado conde de Richmond (20.09.1343).
Edmundo de Langley (King's Langley, Hertfordshire, 05.06.1341-King's Langley, Hertfordshire, 1.8.1402), nombrado conde de Cambridge (13.11.1361) y duque de York (06.08.1385).
Blanca (n. y m. Torre de Londres, III.1342).
María (Waltham, cerca de Winchester, 10.10.1344-1362), casada con el duque Juan V de Bretaña.
Margarita (castillo de Windsor, 20.07.1346-01.10.1361), casada con Juan Hastings, conde de Pembroke.
Tomás (castillo de Windsor, 1347-1348).
Guillermo (castillo de Windsor, 24.06.1348-05.09.1348).
Juana (n. y m. 1349).
Tomás de Woodstock (palacio de Woodstock, 7.1.1355-asesinado, Calais, 08.09.1397), creado conde de Buckingham (1378) y duque de Gloucester (1386).
Ancestros[editar]
Ancestros de Eduardo III de Inglaterra[mostrar]
Títulos Reales
Predecesor:
Eduardo II Duque de Aquitania
1325-1360 Tratado de Brétigny
Se convierte en Señor de Aquitania
Conde de Ponthieu
1325-1369 Sucesor:
Jaime I
Rey de Inglaterra
Señor de Irlanda
1327-1377 Sucesor:
Ricardo II
Predecesor:
Eduardo, príncipe de Gales Duque de Aquitania
1372-1377
Tratado de Brétigny Señor de Aquitania
1360-1362 Sucesor:
Eduardo, príncipe de Gales
Título en pretensión
Predecesor:
Carlos IV de Francia —Titular—
Rey de Francia
1340-1360
1369-1377 Sucesor:
Ricardo II
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Linea Genetica N°1 FAMILIA |•••► EDWARD
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1.- 1312 EDWARD III PLANTAGENET, KING OF ENGLAND |•••► Pais:Reino Unido
PADRE: Edward Ii, King Of England
MADRE: Isabelle De France, Reine Consort D'angleterre
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2.- 1284 EDWARD II, KING OF ENGLAND |•••► Pais:Gales
PADRE: Edward I (Longshanks), King of England
MADRE: Eleanor of Castile, Queen consort of England
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3.- 1239 EDWARD I (LONGSHANKS), KING OF ENGLAND |•••► Pais:Reino Unido
PADRE: Henry III, king of England
MADRE: Eleanor of Provence, Queen Consort of England
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4.- 1207 HENRY III, KING OF ENGLAND |•••► Pais:Reino Unido
PADRE: John I (Lackland), King of England
MADRE: Isabelle of Angoulême, Queen Consort of England
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5.- 1166 JOHN I (LACKLAND), KING OF ENGLAND |•••► Pais:Reino Unido
PADRE: Henry II Plantagenet (Curtmantle), king of England
MADRE: Eleanor d'Aquitaine, Queen Consort Of England
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6.- 1133 HENRY II PLANTAGENET (CURTMANTLE), KING OF ENGLAND |•••► Pais:Francia
PADRE: Geoffroy V, Count of Anjou, Maine and Mortain
MADRE: Matilde de Inglaterra (1102-1167), reina de Inglaterra
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7.- 1113 GEOFFROY V, COUNT OF ANJOU, MAINE AND MORTAIN |•••► Pais:Francia
PADRE: Fulk V, King of Jerusalem
MADRE: Ermengarde, countess of Maine
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8.- 1089 FULK V, KING OF JERUSALEM |•••► Pais:Francia
PADRE: Fulk Iv The Surly, Count Of Anjou
MADRE: Bertrada Of Montfort, Queen Consort Of France
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9.- 1043 FULK IV THE SURLY, COUNT OF ANJOU |•••► Pais:Francia
PADRE: Gâtinais Godofredo conde de
MADRE: Anjou Ermengarda de
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10.- GÂTINAIS GODOFREDO CONDE DE |•••► Pais:
PADRE: Hugues Du Perche, Comte De Gatinais
MADRE: Beatrice of Mâcon
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Indice de Personas
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